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El estado actual de la Investigación de la Prehistoria del Norte de Africa y del Sahara(*)
M.Almagro Basch

»INTRODUCCIÓN
»LAS APORTACIONES DE LA FILOLOGIA .
»Fuentes antiguas
»Las inscripciones en el alfabeto númida y tifinagh
»Toponimia y lingüística
»LA ANTROPOLOGIA DEL AFRICA DEL NORTE COMO FUENTE HISTORICA DE LA REGION
»Los actuales tipos raciales del Magreb y Sahara
»Otros tipos raciales prehistóricos de Africa del Norte
»LA RECONSTRUCCION HISTORICA DEL AFRICA DEL NORTE
»Las culturas del Paleolítico Inferior norteafricano
»El Paleolítico Medio en el Africa del Norte
»El Paleolítico Superior y el Mesolítico norteafricanos
»La llegada del Neolítico al Magreb
»El origen y desarrollo del Neolítico en el Sahara
»El arte rupestre norteafricano como dato histórico
»El Neolítico del Sahara Occidental
»El tránsito del Neolítico a la Edad del Bronce en el Magreb
»Las colonizaciones históricas en el Magreb
»La llegada del Islam


INTRODUCCIÓN

El Sahara y en cierta manera también el Magreb constituyen una extensa región cuya historia quedó sin escribir en la Antigüedad. Hasta el siglo XII con Ibn Haldum, nadie nos ha dado una descripción conveniente de sus habitantes. Entonces ya estaban incorporados al Islam. Luego, cuando los europeos penetraron en el Sahara, vieron que ni el aglutinante del Islam habla podido acabar con el mundo indígena anterior que se ofrece aún en los grupos beréberes al norte, en los tuaregs al centro, otros grupos más al este y al sur. Sus lenguas, sus peculiares instituciones, con las que el Islam tuvo que pactar, sus razas y sus costumbres ofrecían gran sugestión y difícil interpretación histórica. Todos estos elementos, conservados como resto de arcaicas etapas culturales, hizo más atractivo el tema de reconstruir la historia de la región, y tras un período en el cual lo legendario privó sobre lo científico, después de la pacificación de este país, que fue durísima, se emprendió la interpretación de los documentos que las más diversas ciencias fueron aportando para poder escribir sobre base científica la historia de toda aquella extensa región.
Tal tarea se ha tenido que llevar a cabo sobre todo en el campo de la investigación prehistórica. También se ha trabajado en el campo de la Filología: primero, reuniendo y analizando las fuentes históricas antiguas con lo poco y confuso que nos pueden decir hoy de esta región; luego, estudiando la toponimia; y, principalmente con la lingüística, consagrada pacientemente al análisis de los idiomas bereberes.
Otra serie de datos ha aportado los resultados de la Antropología prehistórica y actual. Con la investigación prehistórica, filológica y antropológica del Norte de Africa en los últimos diez años se han venido reuniendo tal cantidad de datos nuevos que muchas de las más divulgadas hipótesis que llegaron a ser admitidas corno verdad histórica se han tenido que revisar totalmente.
Hoy resulta apasionante la ordenación de cuanto se va conociendo sobre el pasado de toda esa extensa región que va del Mediterráneo a las sabanas que bordean el centro de Africa y desde el Atlántico al Mar Rojo, incluida la estrecha y personalísima región que forma el valle del Nilo. Vamos a intentar dar una síntesis de lo que hoy sabemos sobre el pasado antehistórico de esa región de manera breve y sencilla.

LAS APORTACIONES DE LA FILOLOGIA

Fuentes antiguas
Comenzaremos por declarar al comenzar nuestra exposición que después de reunir minuciosamente toda la literatura histórica de la Antigüedad sobre el Norte de Africa, no se logra sacar a este país de la oscuridad de la prehistoria. La desaparición de la literatura cartaginesa, si es que existió, nos ha dejado sin las que debieran ser primeras fuentes escritas referentes al contacto de un pueblo histórico como los fenicios, establecido en el país desde comienzos del primer milenio a. de J. C. con los habitantes del Norte de Africa. Luego continuaron la obra de los fenicios los cartagineses, mucho más ligados a la población indígena. Pero ni unos ni otros han aportado nada a la Historia de las poblaciones y culturas del Magreb y del Sahara.

Los griegos, cuya literatura no fue destruida por la soldadesca romana, como se dice de la literatura histórica fenicía y cartaginesa, no penetraron en Berbería. Los conocimientos de Herodoto sobre el Africa del Norte no pasan del Sahel líbico-tunecino, y todo lo que sabe decir es que '" aquella región sólo hubo siempre cuatro pueblos: los griegos, los fenicios, los libios y los garamantes.
Entre estos dos pueblos indígenas aparecen los nombres de unas cuantas tribus, pero nada sabemos de su vida, su carácter, ni su historia. El relato de la expedición de Agathocles (303-307 a. de J. C.) nos da las primeras referencias sobre las poblaciones norteafricanas, pero estas referencias se reducen a deformaciones ópticas de los relatos bélicos. Además, Teodoro de Sicilia, que es la principal fuente para el estudio de las expediciones de Agathocles, escribió tres siglos después que éste hubiera llevado a cabo su expedición al Norte de Africa. Todo cuanto nos aporta son los nombres de unos cuantos pueblos y alguna noticia histórica, confusa, de los mismos.

Las guerras púnicas primero y luego el relato de las luchas contra Yugurta y Takfarinas, estas últimas relatadas por Salustio y Tácito, vuelven a darnos detalles sobre las poblaciones númidas y moras, pero sus relaciones no son una presentación adecuada ni siquiera serena de aquella población: los métodos de combate de los númidas como jinetes de rápido desplazamiento y practicando una guerra de escaramuzas, rehuyendo el combate, ha contribuido a la elaboración de un cliché literario que ha convertido a las poblaciones nómadas del Norte de Africa Occidental en unos aventureros, de un país sin cultura. Sobre todo, queda sin la más mínima luz la valoración de su origen, de su historia anterior a sus contactos con Roma.

Se llegó a la asociación númida = nómada que está totalmente en contradicción con los datos arqueológicos que la Prehistoria ha reunido pacientemente en las últimas décadas. En verdad, hoy, a un historiador moderno que aborde el tema resulta como cosa evidente que para los historiadores y escritores en general de la época del imperio, romano las poblaciones bereberes eran algo totalmente desconocido en su aspecto étnico, social e histórico. Incluso la misma localización de los pueblos indígenas que aparecen en las fuentes y más aún su género de vida está siempre sometido a controversias. Basta ver los resultados de Touvenot y de Camps en torno a las inscripciones de Volubilis, cuyas discusiones tampoco nos las ha podido aclarar historiador tan serio como Courtois.

Del Africa romana nosotros conocemos solamente las ciudades, la, administración y el pensamiento religioso y político de los ciudadanos. Pero nosotros estamos completamente aún sin información sobre las poblaciones indígenas que conservaban las tradiciones y los géneros de vida de la prehistoria. Por ello, es muy difícil decir dónde comienza la, historia y termina la prehistoria de Africa del Norte y del Sahara. Esta continuidad de la penumbra histórica de la prehistoria norteafricana llega, como hemos dicho, hasta los árabes. Y aún podríamos decir que hasta nuestros días en algunos aspectos sumamente sugestivos, pues las fuentes escritas no nos aportan datos suficientes y válidos para comprender y reconstruir científicamente el pasado de aquella extensa región.

Las inscripciones en el alfabeto númida y tifinagh
Tan negativa conclusión ante cuanto aportar los textos escritos no queda mejorada por el hecho de haberse usado en todo el norte de Africa desde varios siglos antes de Jesucristo una escritura. Ciertamente los habitantes del Norte de Africa, del Este al Oeste y del Sur al Norte, poseyeron en la Antigüedad una escritura con el alfabeto líbico continuado luego por el tifinagh.

Tenemos infinidad de estas inscripciones líbicas, entre ellas unas veinte bilingües, diez púnico-líbicas y ocho latino-líbicas. Varios investigadores, y últimamente Febrier, han hecho un esfuerzo extraordinario para conseguir leer una docena de palabras y lo único positivo es que estas doce palabras coinciden con la lengua bereber actual. Son las palabras U = hijo; UT = hija; MT = madre; la palabra hierro es AZLH = azzel y recuerda al púnico BRZL; y AMENUCAL equivale a Jefe Supremo, a imperator, como en el bereber. También se observa que en los nombres propios el prefijo "te" indica el femenino seguido del mismo sufijo "te", salvo en los nombres propios. Esto es todo lo que nos aportan hasta hoy las inscripciones púnicas: bilingües además de algunos nombres propios de personas, de pueblos y de ciudades, las demás resultan indescifrables.

Esta escritura para unos procede del alfabeto púnico, del que serían sus letras una tardía imitación. Algunos han creído que fue el mismo rey númida Masinisa quien creó esta escritura. Pero a ello se oponen los datos arqueológicos que prueban que esta escritura estaba ya en uso mucho antes. Evidentemente, ciertos signos líbicos se parecen a letras fenicias, mas la organización de las inscripciones es muy diversa. No están escritas de derecha a izquierda, como en general ocurre con las escrituras semíticas, sino de abajo arriba. La más antigua inscripción líbica bien datada es del año 139 y se refiere al año X del reinado de Micipsa, pero ya entonces este alfabeto debía estar en uso desde hacía mucho tiempo entre los pueblos del Norte de Africa.

Recientemente, se ha intentado relacionar las letras del alfabeto líbico con caracteres sudarábigos, además de con el alfabeto fenicio. Hay a favor de estas teorías sudarábigas el que algunas poblaciones bereberes, según algunos prehistoriadores, procederían de aquellas regiones del Este, habiendo pasado por el Alto Nilo hacia el Oeste, como diremos. Pero tales poblaciones arrancarían muy pronto de aquella región y no tendrían, desde luego, alfabeto en la época de su emigración hacia el Oeste lejano, pues el uso de la escritura es una aportación cultural siempre muy tardía. Así, pues, por hoy, la solución de este problema es muy difícil. Luego estas inscripciones líbicas se han conservado mucho tiempo por todo el Sahara bajo la forma de la escritura tifinagh; sobre todo entre los bereberes occidentales. Aún hoy los tuaregs escriben en tifinagh, habiendo enriquecido el actual alfabeto tuareg con algunos signos aquella antigua escritura líbico-beréber.

En resumen, ni los textos escritos ni las inscripciones en líbico, bastante numerosas, nos han aportado otro dato que una antigua división de la población del norte de Africa y del Sahara en númidas por la región del Tell hacia Túnez y Libia; más al oeste los moros, detrás de ellos, hacia el interior, los gétulos y los garamantes en el Sahara oriental. Esta es la base étnica, histórica visión que desde Estrabón se ha ofrecido como y cultural para todo el Norte de Africa y el Sahara, y, además, el célebre geógrafo ya dijo que todos esos pueblos eran casi iguales.

Este cuadro no es exacto, ni suficiente, pero tampoco lo completaríamos si sólo tuviéramos como fuente los textos escritos griegos y romanos incluidas las inscripciones de la región, ni tampoco añade gran cosa lo que hoy podemos deducir a base del estudio de la toponimia y de los estudios de la lingüística consagrados a las lenguas indígenas de esta región, como vamos a exponer a continuación.

Toponimia y lingüística
Casi lo único que sabemos dentro del campo histórico lingüístico sobre la lengua beréber es el hecho evidente de resultar un idioma muy permeable a las intrusiones. Por ejemplo, casi todos los nombres propios de las inscripciones líbico-bereberes son de origen cartaginés, según probó Febrier. Así pudo recibir otros influjos varios que se incorporarían a su acervo lingüístico con facilidad. Fuera de este hecho bien patente, el análisis de esta lengua se ha convertido hoy en la "bestia negra" para los filósofos. Nada claro saben asegurarnos sobre su carácter, filiación y origen. Tal vez como reacción a las tesis facilonas sostenidas hasta el presente, para las cuales el líbico-beréber unas veres era de la familia del traco-frigio, otras del sumerio, para algunos se relacionaba con el vasco, para otros era turanio, etc. La verdad es que resulta para los especialistas difícil conocer su origen y evolución, pues no sabemos nada de esta lengua en la Antigüedad. Del beréber sólo conocemos su estructura a partir del siglo XII por el árabe Baïdag y ya entonces ofrecía las mismas características lingüísticas que hoy día. Todo lo más seguro que podemos decir es que hoy el beréber se considera como una lengua del tronco camítico y que seguramente continúa el desarrollo del antiguo líbico.
También, ya más dubitativamente, parece que los idiomas camíticos se relacionan con los semíticos y nos hablan los filólogos de un tronco común en el suroeste de Asia, origen de ambos grupos lingüísticos camíticos y semíticos. Poco ha quedado en pie, e insistiremos sólo en este aspecto, sobre las tesis que han sostenido la existencia de afinidades con Europa, sobre todo con lenguas prelatinas de España, de los dialectos actuales del beréber. Había llegado esta idea a ser casi un lugar común que la investigación moderna ha rebatido.
Tal vez pensamos nosotros que algunas palabras del beréber que se han relacionado con la toponimia mediterránea y europea como: Savas = Sava; Bodraga = Lladraga; Auserre = Auser y algunas más podrían explicarse como una aportación de la penetración de las culturas mediterráneas del Neolítico y Bronce Antiguo en el Norte de Africa. Yo he visitado Ausert en el Tirig de nuestro Sahara y he recordado la comparación que algunos han hecho de este topónimo sahariano con el vasco Auserre y me ha parecido simplemente que era evocar una audaz y poética aventura filológica sin valor alguno histórico ni lingüístico. Pasemos ahora de ese cuadro nada positivo aún, pero al menos claro y salvado de leyendas y atrevidas reconstrucciones histórico-culturales, a resumir lo que nos aportan los estudios antropológicos.

LA ANTROPOLOGIA DEL AFRICA DEL NORTE COMO FUENTE HISTORICA DE LA REGION

Los actuales tipos raciales del Magreb y Sahara
Del análisis de las características raciales de las poblaciones actuales del Magreb, Cabot Briggs ha venido a diferenciar cuatro tipos humanos bien característicos tras una concienzuda y bien llevada labor investigadora:
Tipo A: Hiperdolicocéfalo con occipucio muy saliente. Es el más antiguo tipo humano sapiens de Africa, descendiente del tipo de CombeCapelle, o sea, paleomediterráneo. Se le conoce con el nombre de raza de Mechta el Arbi o de Afalu bu Ruhmel. Tipo B: Mediterráneo africano dolicocéfalo, venido del Medio Oriente y por el Alto Nilo. Para los antropólogos debió tener contatcto con los boskopoides. Tipo C: Braquicéfalo, para él de origen misterioso.Llegaría al mismo tiempo que los mediterráneos y vendría del Oriente Próximo. Este podría ser de origen europeo meridional. Tipo D: Mezcla de los anteriores. El tipo A llegaría al Africa del Norte durante el Paleolítico Superior avanzado.
El tipo B pudo llegar con el Mesolítico y con el Neolitico, que sería una época de estabilización genética en todo el Norte de Africa. Entonces llegarían negros como el de Kef el Arab (Túnez) y el de la cueva de los Trogloditas (Orán). Los hombres del Mechta el Arbi aún a veces se ofrecen puros en el Neolítico del Africa del Norte. Hacia el segundo milenio se piensa llegaron a Canarias. Son la base esencial de la población del Magreb hasta la época actual. Parece evidente que hubo movimientos de gentes diversas y afines. Podremos precisarlas con el tiempo. Sabemos, por ejemplo, que los Laguatan (Luata) pasan de Cirenaica a Tripolitania en el siglo I; de Tripolitania a Bizanea en tiempos del Bajo Imperio; en tiempos de Ibn Haldun estaban en el Aures y el Tiaret.
Algunos negros han avanzado entre los impulsos de estas gentes blancas hacia el Norte. A veces, parece procedieran del Este de hacia la región del Alto Nilo. Otros se replegarían hacia el Norte al desecarse el Sahara y han llegado a ocupar algunas zonas del mismo "tel1". En el siglo IV (310-307), cuando la expedición de Agatocles, los griegos se admiran del color oscuro, como los etíopes, que tienen los Asfodelodes. Gsell probó que este pueblo habitaba el Norte de Túnez y N. E. de Argelia. Aún poseían entonces carros de guerra los norteafricanos.

Otros tipos raciales prehistóricos de Africa del Norte
A estos datos de la antropología aún se deben añadir los resultados más recientes que nos prueban que en el Norte de Africa y el Sahara habitaron primero los pithecantropinos como los Atlanthropus y el hombre de Koro-koro del sur del Sahara hacia el Tchat. Luego llegan los Neanderthales representados por el hombre de Rabat y los restos humanos fósiles del Djebel Irhud en Marruecos y Haua Fteath en Cirenalca. Luego penetró el tipo humano de homo sapiens de Mechta el Arbi que creó la cultura del Oraniense o Iberomauritano. Además, se ha podido definir otro tipo humano: el de Ain Dokkara, al cual se debe la cultura Capsiense. Era de tipo mediterráneo mezclado con algo de negro y casi seguro llegó desde el S. E. del Magreb y Sahara Oriental durante el Mesolitico. Estos resultados de la antropología prehistórica y actual están de acuerdo en líneas generales con los datos que ha logrado la intensa y paciente investigación arqueológica de esta extensa región.

LA INVESTIGACION PREHISTORICA Y LA RECONSTRUCCION HISTORICA DEL AFRICA DEL NORTE

Las culturas del Paleolítico Inferior norteafricano
Más precisas noticias sobre la historia remota de esta extensísima región nos aporta la investigación prehistórica reciente. Por ella vemos cómo desde los comienzos del Cuaternario, cuando aún vivían animales terciarios, un ser industrioso tallaba en Ain Hanech, cerca de Saint Arnaud, entre Setif y Constantina (Argelia), cuarcitas para lograr instrumentos de forma simple y también esferoides toscos. Igualmente en otro yacimiento, el de Ain Brimba (Sur de Túnez), se ven estos típicos y primitivos artefactos tallados.
Deben relacionarse con, las industrias que los prehistoriadores surafricanos llaman "Pebble-Culture y que se atribuyen a los diversos grupos de Australopithecos, por hoy los más antiguos precedentes del hombre como seres ya con capacidad de crear industrias y tal vez fuego. Los hallazgos de estas primitivas industrias se van extendiendo, conforme avanza la investigacíón, por todo el Sahara y Norte de Africa en general. Sin embargo, la cronología de las mismas es aún algo imprecisa dentro de su enorme antigüedad de alrededor de un millón de años. Tampoco podemos, hasta el presente, unir a estos vestigios de la industria humana restos fósiles de sus realizadores.
Ya en época posterior v ivió en Africa del Norte, del Mediterráneo al Atlántico y al Sur del Sahara y por la región de Tchad, un ser más desarrollado, al cual se atribuyen las industrias del Achelense con sus bellas hachas de mano talladas sobre núcleos y lascas de silex y cuarcita. Tres son los hallazgos antropológicos que de estos primitivos precedentes del hombre se conocen en esta región. Pertenecen al grupo de los Pithecanthropus y los tres son del más grande interés.
El primero se halló cerca de Orán, en Ternifine (Palikao), con industrias del Achelense Medio que pueden tener unos 350.000 años de antigüedad. Arambourg, su descubridor, llamó al Pitecanthropus creador de aquellas industrias cuyos restos las acompañaban "Atlanthropus". De fecha más o menos semejante son otros restos del mismo ser, hallados con industrias también achelenses en las canteras de Sidi Abderraman, en Casablanca. Recientemente, otro Pitecanthropus algo diverso y tal vez más antiguo se ha encontrado en Koro-Koro, al sur del Tchad. Todo el Sahara debió de ser recorrido y habitado por estos seres, pues los hallazgos de estas industrias humanas achelenses van aumentando sin cesar.
Nos muestran una lenta evolución y en toda esta enorme área geográfica no se produce, al parecer, cambio cultural alguno a lo largo de varios milenios, en los que el territorio debió pasar por períodos desérticos, tras los cuales recibiría la lluvia suficiente para que una flora y fauna de estepa permitiera al hombre cazador mantenerse en aquellas regiones. Sabemos aún poco con seguridad sobre lo que fueron los periodos pluviales e interpluviales en esta gran parte de Africa. Yacimientos extraordinarios del Achelense como el de Sidi Zin, en Kef (Túnez), Lago Karar y Abukir (Argelia), Casablanca y Ain Seba (Marruecos) y tantos otros, nos aseguran que desde los comienzos del Cuaternario los grupos humanos se sitúan hacia las fuentes y lagunas interiores, señalándonos un aspecto de tendencia constante en la región hacia la desertización. Pero sólo sabernos como se produjo y se fue acusando el desierto durante la última etapa de la Prehistoria de la región, como señalaremos más adelante.

El Paleolítico Medio en el Africa del Norte
Ya en el último período glaciar, el Wurmiense, penetra en el tell del Magreb la cultura Musteriense, que fue desarrollada por el hombre de Neanderthal. Esta raza está presente en Marruecos ya en época temprana, como lo prueban sus restos fósiles hallados en Rabat, de aspecto muy primitivo, a los que se han añadido los de Djebel Irhoud. (Marruecos) y los muy tardíos del Mugaret-el Aliya, en Tánger y los de Haua Fteath, en Cirenaica. La industria Musteriense aparece sólo en las zonas costeras de Marruecos con yacimientos como el de Kifan bel Gomari y Taforalt, en Argelia, con el de Retaima en Marruecos y en Túnez con los de Sidi Zin; Ain MIrotta; Ain Meterchen; Sidi Mansur. Es importante el de El Guettar, en Ued Akarit (Túnez), donde la industria Musteriense se desarrolló con un clima más fresco y húmedo que hoy, favoreciendo a una flora de selva mediterránea con fresnos, olmos, cipreses, álamos blancos, etc... Sin embargo, no tenemos para fechar el Musteriense más referencias cronológicas que las que da el Ateriense, cultura típica del Norte de Africa y del Sahara y que se desarrolló a continuación como una etapa especial y perfeccionada del Musteriense en el Africa del Norte.
El Ateriense fue contemporáneo y posterior a la playa del Interestadio del Rixdorf, que se desarrolla entre el glaciar Würm I o glaciar del Warte y el glaciar Würm II o del Vístula. Así pues, el Musteriense seria posterior a la playa del período interglaciar del Riss al Würm, llamado Eeniense, y se debió desarrollar también durante el período glaciar del Würm I.
Muy importante es señalar que el Musteriense alcanza sólo las regiones mediterráneas que van de Túnez a Marruecos. No penetra en el Sahara y no ofrece hasta el presente yacimientos hacia el Este que lo enlacen con Palestina y las industrias musterolevalloisienses del Valle del Nilo. Además, su tipología antigua le enlaza con el Musteriense europeo de puntas talladas con finos retoques, que está representado por la tipología que ofrecen los yacimientos franceses de La Ferrassie y l'Ermitage y, en general, el Musteriense centroeuropeo, como el que vemos en Ehringdorf, en Alemania, y no con el Musteriense de Palestina y Siria, que ha sido paralelizado con el llamado Musteriense típico europeo, tipo La Quina nivel 3 y Hauteroche estratos 4 y 5. Por ello, cabría pensar que el Musteriense norteafricano fue una penetración desde nuestro continente europeo a través del sur de Italia y Sicília cuando los niveles marinos bajaron al máximo y, tal vez, pudieron ser atravesados a pie seco los estrechos de Sicilia, pues no parece existió nunca comunicación a través del estrecho de Gibraltar, donde el mar ofrece mucha mayor profundidad. Luego, la cultura musteriense tuvo en el Africa del Norte larga duración, prolongándose con la llamada cultura Ateriense, simple y tardía evolución del Musteriense y que debemos atribuir también al hombre del Neanderthal.

La larga perduración del Ateriense le permitió alcanzar formas muy evolucionadas, sobre todo hacia Marruecos septentrional y también por el extenso Sahara desde el Atlántico al Nilo. Un clima cada vez más húmedo favoreció su expansión según se ha podido comprobar por los análisis polínicos de algunos yacimientos, como el de In-Eker en el Ahaggar, donde el pino de alepo, el cedro atlántico y los arbustos mediterráneos, como el celtis afr. australis, nos aseguran que cuando se desarrollaba la industria Ateriense un bosque de árboles y un manto de sabana húmeda cubrió lo que hoy es absoluto desierto. El mismo paisaje forestal, ciertamente muy diferente al actual, nos lo aseguran otros yacimientos aterienses gracias a los análisis polínicos realizados recientemente. Así el Od-Djuf-el-Djemel hacia la parte desértica de Marruecos, donde los fresnos, pinos y otros árboles y arbustos nos muestran la extensión de un tipo de selva mediterránea en las zonas hoy muy esteparias o desérticas, la cual sólo se ha conservado en pequeñas áreas del más alto Atlas y del Rif.

Fue en Marruecos y en el Sur del Sahara donde los aterienses perduraron más. Seguramente, sólo al final del cuaternario son eliminados de las zonas del tell norteafricano por el homo sapiens, que introduce la cultura de hojas del Oraniense o Iberomauritano. En el Sahara meridional aún debieron perdurar mucho más, a juzgar por la belleza y evolución de las numerosas estaciones que esta cultura nos ofrece. Sin embargo, no es posible aún precisar con seguridad si fueron, como parece, los neolíticos quienes eliminaron e hicieron desaparecer a los últimos neanderthales del ateriense de aquellas regiones o si se habían extinguido ya al llegar esta nueva etapa cultural. Hasta el presente faltan yacimientos con clara estratigrafía u otros datos cronológicos que aclaren esta cuestión.

El Paleolítico Superior y el Mesolítico norteafricanos
Entre tanto, los hombres de Neanderthal y su industria ateriense fueron poco a poco eliminados por una nueva población que desarrollara la cultura oraniense en toda la región costera, desde la Cirenaica y el golfo de Gabes al sur del Marruecos atlántico, con algunos yacimientos esporádicos hacia el interior, como Colunnata aún en el tell y Bu Saáda el Hamed ya en la zona esteparia casi desértica. Se caracteriza la nueva industria lítica por su gran progreso sobre todas las culturas anteriores. Nos ofrece hojas con sección triédrica; hojas puntiagudas, medias lunas, hojas triangulares obtusas y escalenos. Son puntas para javalinas y puntas de flechas para arcos. La proporción de estos tipos ayuda a establecer la cronología y evolución de esta cultura. Se han podido precisar bien tres etapas en su tipología y desarrollo: El Oraniense 1 o industria llamada del "Horizonte Colignon" El Oraniense II, y el Oraniense III, ya desarrollado durante el Mesolítico pleno y el Neolítico.

El Oraniense es en conjunto una cultura con industria mediocre. Se desarrolla sólo en el tell. No tiene arte, pero sí ofrece algo de industria de hueso, aunque muy simple, pero, eso sí, más que el Capsiense Típico, aunque menos que el Capsiense Superior, culturas que describiremos más adelante y al lado de las cuales vivieron los hombres de la raza llamada de Afalu-bu-Rhumel o de Mechta el Arbi, que fueron los creadores del Oraniense o Iberomauritánico. Su gran modernidad frente a lo que se había supuesto queda probada por el Carbono 14 en la Cueva de los Pichones, de Taforalt (Marruecos), donde se han conseguido fechas en los siguientes estratos, todos con industria del Oraniense II:
Nivel II 8850 ± 400
Nivel VI 10120 ± 400
Nivel VIII 8850 ± 400
Necrópolis 9950 ± 240

Así, hoy, es prudente fijar que esta cultura Oraniense debió comenzar su desarrollo en el Magreb antes del 10000. El período denominado "Horizonte Collignon" o sea, el Oraniense I se debe suponer se desarrollaría entre el 12000 y el 10000 a. de J. C. El Oraniense II entre el 10000 y el 7000 y el Oraniense III iría del 7000 al 4000 a. de J. C. Así, entre el 12000 y el 4000 a. de J. C. se desarrollaría la cultura Oraniense en Argelia mediterránea y Marruecos.
Luego, hacia el 4000 a. de J. C., más o menos, penetra el neolítico matizando y transformando esta cultura. Estas fechas son aún en gran parte problemáticas y esperan ser fijadas con mayor exactitud, pero vienen aconsejadas por las fechas citadas de los niveles del Oraniense medio de la.cueva de los Pichones, en Taforalt, y, sobre todo, por las culturas de hojas de las regiones de Cirenaica y el mismo Egipto, con las cuales se relaciona el Oraniense, aunque cada zona geográfica de Africa del Norte ofrezca indudablemente una gran personalidad durante el Paleolítico Superior.

Hoy sabemos bien que desde estas regiones orientales, Tripolitania, Círenaica y Egipto, es de donde llegaron los homos sapiens, que penetran siguiendo la costa hasta llegar a la región de Casablanca. En Cirenalca tenemos esta cultura de hojas en la cueva de El Dabba, que se desarrollaba hacia el 14000 a. de J. C. Luego, aún más cercana tipológicamente al Oraniense, es la industria lítica de hojas de Haffet el Tera, en la misma región, fechada antes del 12000 a. de J. C. y sobre todo Haua Fteath cuyos niveles, XVIII a XI, muestran todo el desarrollo de esta cultura en la región donde el llamado por Mac Burney Proto-Oraniense nos muestra allí las etapas finales del Paleolítico Superior en aquella región. Del 17000 al 8000 se han podido fechar los citados estratos.
También, la penetración de estos homo sapiens desde Palestina se nos ofrecen en los yacimientos de Turah, Heliópolis y Abu Guwair, en Bajo Egipto, y, sobre todo, en las industrias líticas que se han podido diferenciar y fechar en la región del Alto Egipto, sobre todo en Kom-Ombo.
Unas y otras nos muestran los contactos con las tradiciones de la industria lítica levalloisiense de la región. Unas más acusadas son más personales en sus tipo y evolución. Otras menos se acercan más al Oraniense I del "Horizonte Collignon" Se distinguen en Kom-Ombo el Silsiliense, que se ha fechado en el 16000 a. de J. C. y que parece relacionarse con la industria de hojas hallada cerca de Wadi Halfa, ya en el Sudán, igualmente datada por el Carbono 14 hacia el 16000 a. de J. C. Es la más cercana al Oraniense.
Por el contrario, el llamado Menchiense recuerda más la industria de tipo auriñaciense, de su lugar de origen, que fue Palestina. Luego aparece una industria de hojas truncadas llamada Sebekiense, parecida grandemente al Anteliense de Siria y Palestina. En Kom-Ombo se la puede fechar poco antes del 12000 a. de J. C.
Pero la industria que más se generalizó por todas aquellas regiones fue el Sebiliense, que ofrece tres etapas cada vez más influidas por el microlitismo, que se han denominado y fechado- con el Carbono 14, así: Sebiliense I, del 14000 al 12000 a. de J. C. El Sebiliense II, del 12000 al 10000, y Sebiliense III, del 10000 al 9000 a. de J. C.

Esta industria pudo nacer del Mustero-levalloisiense de la región, como opinaron Viguard y miss aCtom-Tompson, pero es más lógico relacionarla con una aportación del homo sapiens fósil mediterráneo cuyos restos fósiles han sido hallados recientemente en Argin, cerca del Wadi Halfa con vestigios de este paleolítico superior evolucionado, el cual debió penetrar hacia Abisinia y el Africa Central. Los restos fósiles de estos hombres han sido ya definidos como eritroides o Proto-Caucasoides, rama del hombre afromediterráneo que filológicamente llamaremos protocamítico, base de la población que veremos actuar en todo el Africa del Norte, con diferencias culturales y mixtificaciones étnicas, sobre todo con los negros. Estos ya aparecen en la época que nos toca historiar. En realidad cada día aumenta nuestra información para poder reconstruir la historia lejana de la región no sólo en lo que se refiere a los restos humanos fósiles hallados, sino también a los vestigios conservados hasta nosotros de la cultura material de aquellos tiempos.

De ese mundo cultural que nos refleja la industria lítica de hojas con acusada tendencia al microlitismo cada vez mayor, debió nacer la cultura capsiense que se presenta ya formada y en plena época geológica actual, no mucho antes del 6000 a. de J. C. en que aparecen fechados sus más antiguos yacimientos, como señalaremos a continuación. Su dispersión queda bien situada en la región de la Cirenaica, al Sur de Túnez y en el S. E. de Argelia, sin llegar en el Magreb a la región costera, donde el Oraniense sigue su desarrollo. El origen del capsiense es aún hoy enigmático. Por una parte, el microlitismo que lo caracteriza se nos ofrece ya abundante en las etapas más avanzadas del Silsiliense y del Sebíliense. También aparece en la cueva de "Haua Fteah", de Cirenaica, antes de aparecer el Neolítico. En el Sahara sólo tenemos el yacimiento de Raggan, que Fitte, Dunville y Vignar consideraron como capsiense, atribución que ha sido rechazada recientemente por Ph. Smith.

Los hombres que propagan el capsiense eran de tipo diverso a los de la raza de Mechta el Arbi. El hombre capsiense lo define el tipo de Ain Dokkara y el de Khanguet el Muhaad. Eran mediterráneos que habían adquirido ciertos -caracteres negroides, aunque podemos saber poco de su raza por utilizar sus huesos para fines diversos, lo cual hace muy raros los hallazgos antropológicos útiles para poder definir bien el pueblo capsiense.
Llegan hacia el 8000 a. de J. C. a las costas de Cirenaica, y hacia el 7000 al sur de Túnez y Argelia con una cultura ya formada: hojas de tipo auriñaciense, formas gravetienses y, sobre todo, microlitos geométricos.

Su característica es la rapidez de su expansión y de su desarrollo. Hoy se pueden definir bien tres etapas. Primero se nos ofrece el Capsiense Típico, al cual sucede enseguida el Capsiense Superior y a éste el Neolítico de Tradición Capsiense. La cultura Capsiense tuvo un éxito fulminante. Llegó formada. Tiene arte desde sus comienzos, como nos lo muestran los huevos de avestruz y las piedras grabadas que aparecen en los yacimientos.
Parece que ya en la etapa del Capsiense Superior alcanza la Argelia occidental, creándose incluso una facies llamada el Keremiense, que no es sino una rama del Capsiense Superior. Otras grandes facies regionales se van pudiendo establecer, como el Inteergetuloneolítico hacia Túnez; el Tebesiense en la región de Tebesa; el Setifiense hacia Setif ya en la zona del actual desierto; el Tíariense, grupo lateral del Capsiense Superior, ya en la zona desértica del Tiaret, en el Atlas argelino. Para datar el desarrollo y expansión de esta cultura tenemos más datos precisos que para orientarnos sobre su origen. Citaremos algunos yacimientos de tipología bien definida y datados por el Carbono 14.
El-Mekta (Túnez) con su industria del Capsiense Típico, o sea, de la primera etapa evolutiva de esta cultura, se ha datado por el Carbono 14 en 6450 ± 400 años a. de J. C. Ofrecía entonces el interior hoy desierto de Túnez un paisaje más húmedo, como lo prueban los análisis polínicos que nos aseguran una gran extensión de la Phillyrea media. Otras fechas para esta misma etapa cultural nos las ofrece el yacimiento de Bostal Fakher (Túnez) con dos pruebas de Carbono 14 que ha dado las fechas del 5650 ± 200 y 4980 ± 200 a. de J. C. Confirmándonos cuanto venimos exponiendo sobre el desarrollo de esta cultura. Así puede establecerse que desde algo antes del 6500, hacia el 7000 a. de J. C. llegaría la cultura capsiense al sur de Túnez y S. E. de Argelia ya formada, iniciando su desarrollo y expansión rápida por todo el sur del Atlas argelino y marroquí, pero sin penetrar hacia el "tell" mediterráneo.

Luego, se desarrolla la etapa segunda de su creación tipológica que se denominaría Capsiense Superior. Este ha podido fecharse en el yacimiento de Khanguet el Muhaad (Argelia) en el 5350 ± 200 a. de J. C. y en el de Dra-Mta-el-Ma-el-Abiot también del desierto argelino en el 5050 ± 200 a. de J. C. Allí se nos ofrecía entonces una flora típica que denuncia una mayor humedad. Crecían alrededor del yacimiento los bosques de pinos de Alepo, de cedros y de robles (Quercus ilex). No es de extrañar que en un Sahara de praderas de sabanas húmedas viviera toda una fauna abundante de gacelas, variados antílopes, búfalos, toros salvajes onagros, elefantes, hipopótamos y rinocerontes, jirafas, avestruces y demás animales que sólo se nos ofrecen hoy en las sabanas del borde de las regiones centrales del continente. Los hombres capsienses cazaron abundantemente estos animales y se extendieron por grandes áreas de lo que hoy es desierto.
Cabe suponer con fundamento que fueron orillando a los continuadores de la cultura ateriense que seguramente pertenecían a la raza de Neanderthal y que poco a poco dan paso a una población de hombres más o menos blancos de tipo sapiens mediterráneo norteafricano como nos los denuncian los citados cráneos de Ain Dokkara y de Khanguet el Muhaad. Pero la realidad es que nos faltan hallazgos antropológicos que nos den más segura precisión sobre la raza de los pueblos blancos que se expanden por todo un Sahara entonces suficientemente regado para ser habitado por el hombre.

La llegada del Neolítico al Magreb
Cuando el Africa Septentrional y el Sahara alcanzaban el máximo de humedad de este periodo llegó a toda esta gran parte del continente africano la gran revolución neolítica. El Neolítico es el paso más trascendental en la historia de las sociedades humanas, pues representa la producción de los alimentos por voluntad del hombre que potencializa rápidamente siglos de experiencias de su vida anterior de cazador y recolector. Algunos animales domésticos y algunas plantas adecuadas para su cultivo artificial, asientan sobre las bases seguras del pastoreo y la agricultura la producción de alimentos con los cuales los grupos humanos pueden asegurar su subsistencia al margen de la caza y la recolección de productos naturales, cuya posibilidad siempre era muy limitada.

El Neolítico parece llegó al Africa del Norte desde Asia Menor don de se origina en las regiones que forman el llamado Creciente Fértil. De allí proceden los animales domésticos básicos: oveja, cabra, cerdo, pequeño toro; los cereales como el trigo, la cebada, el mijo, escanda, etc. Sin embargo, para muchos prehistoriadores en Africa pudo haber nacido independientemente algún foco neolítico hacia el Sureste del Sahara o en las cercanías del Alto Nilo. Todas estas tesis resultan muy hipotéticas y sin base segura en tanto que los datos cronológicos que poseemos nos dicen cómo atravesando el istmo de Suez, se expande el Neolítico poco a poco por todo el norte de Africa viniendo de Oriente Medio. Penetra primero en la región del Delta del Nilo, donde nos ofrece los yacimientos más antiguos. Luego sigue dos rutas diversas al parecer: una, valle del Nilo arriba; otra, por la zona costera mediterránea. Ambas corrientes civilizadoras acabaron entrecruzándose luego en el lejano Occidente del Magreb, como veremos más adelante en nuestra síntesis expositiva, sobre este trascendental fenómeno histórico-cultural, que nos viene ofreciendo, gracias a las recientes investigaciones en toda esta región y sobre todo en el Sahara, los más sorprendentes hallazgos.

Los yacimientos prehistóricos de esta nueva etapa del Africa del Norte, y sobre todo las fechas absolutas logradas para algunos de ellos, nos marcan dos rutas de influencias culturales como hemos señalado. La primera sigue la región mediterránea del este al oeste. Comienza en el delta del Nilo y en la región cercana del Fayum, con la cultura primera del neolítico egipcio que nos ofrecen los yacimientos de Merinde (Marmada beni Salamah) y del Fayum. En este último lugar se ha podido precisar para la etapa inicial de esta cultura llamada Fayum A, dos fechas del Carbono 14: 4441 ± 180 años y 4.145 ± 250 años a. de J. C., o sea, que la fecha intermedia para la etapa más antigua de los primeros agricultores de aquella región sería el 4228 a. de J. C. Entonces la región desértica que rodea el Fayum ofrecía un paisaje con abundantes arbustos como la celtis integrifolia.

Hacia Cirenaica, ya en la actual Libia, la cueva de "Haua Fteah" nos ofrece un nivel IX del Capsiense líbico, aún sin cerámica ni vestigio alguno de animales domésticos ni agricultura. Su cronología más o menos llegaría hacia el 5000 a. de J. C., dada la fecha que se ha establecido para el nivel VIII del yacimiento citado en el que aparece francamente el neolítico, con cerámica diversa, alguna con impresiones de rueda dentada o peine de tipo sahariense y muchos restos de animales domésticos. Este nivel ha sido datado el 4400 a. de J. C., pero se piensa podría iniciar su desarrollo esta cultura a partir del 5000 a. de J. C. como máximo.
Así podemos pensar con buen fundamento que entre el 5000 y el 4000, el Neolítico avanzó por la zona mediterránea del Africa del Norte y llega a transformar la cultura capsiense mogrebí que ahora recibe una enorme expansión hacia el Sur y hacia Occidente que no logró alemuar durante las dos etapas anteriores: del Capsiense Típico y del Capsiense Superior. Esta nueva y brillante fase de la cultura capsiense se ha denominado Neolítico de Tradición capsiense y representa uno de los momentos de mayor interés en la Prehistoria de la región, pues la nueva etapa cultural asimila elementos diversos e influye sobre el área de la cultura oraniense que se había mantenido aislada en el oeste de Argelia y Marruecos hasta que, poco a poco, asimila, por una parte, las influencias del Neolítico capsiense, por otra, las aportaciones que desde España alcanzan al Oranesado y al norte y oeste de Marruecos, como veremos.

Son muy instructivas las fechas que vamos obteniendo para todo este proceso histórico cultural del Norte de Africa. En Túnez se nos ofrece el yacimiento de Jaatcha. Un abrigo con industria del Neolítico de tradición capsiense que ha sido fechado el 3050 ± 150 años a. de Jesucristo. Luego hacia Argelia nos faltan yacimientos con cronología absoluta, pero sí se ve con claridad que se desarrolló más al oeste en la región del "tell", después del Oraniense, un neolítico muy peculiar en el que la industria lítica recibe las influencias y aportaciones del neolítico de tradición capsiense, pero es mucho más pobre y de técnica mediocre. Lo mismo ocurre con la industria ósea, en la que ningún objeto llega a la finura que nos ofrecen las estaciones capsienses de más al este y más al sur. Los huesos de avestruz son raros y en muchas pocas ocasiones decorados.

La cerámica es más abundante, mucho más decorada que en el mundo capsiense y más cuidada que en los yacimientos de aquella cultura. Resulta evidente su origen mediterráneo como nos lo señalan sus fondos cónicos y sobre todo su rica y personal decoración que la relaciona con el Neolítico I español.
Sobre esta zona neolítica no cabe duda que se ejerció durante esta etapa una clara 'influencia española que luego se prolonga a lo largo del Bronce I hispano con la adaptación de sepulturas megalíticas y con la introducción del vaso campaniforme con decoración de punzón e incisa; pero es muy rara la aparición de la cerámica ornada con impresiones hechas con peine de alfarero de carácter sahariense. No tiene este neolítico costero ningún arte mueble, quedando reducido su gusto artístico a las composiciones de motivos decorativos que ofrece la cerámica.
Se ha podido comprobar que los hombres que realizan esta personal cultura neolítica del tell norteafricano son de la raza de Mechta-el-Arbi, que introdujo el Oraniense y continúa desarollándose en el litoral y en las montañas del tell, sin ofrecer una barrera cerrada a las aportaciones venidas del mundo marítimo mediterráneo, ni a las que llegaban de las estepas saharianas; de la una tuvo, sobre todo, la cerámica; de la otra, toda la transformación de su industria lítica en la que aparecen más y más los microlitos conforme avanza en su desarrollo histórico.

Un aspecto evolutivo semejante ofrece el neolítico por el litoral marroquí. La investigación reciente nos ha aportado algunas buenas estratigrafías para ver el desarrollo de esta cultura. Un buen ejemplo es la cueva de Gar Kahal, situada en las montañas que se levantan al sur del estrecho de Gibraltar, entre Ceuta y Tánger, de ella tenemos una buena estratigrafía obtenida por las excavaciones españolas de M. Tarradell. En todos sus niveles aparece cerámica impresa e incisa, con la cual comienza la presencia del Neolítico. Luego, vemos cómo a la cerámica cardial la sucede la cerámica acanalada, paralela a nuestro Bronce I; después, la cerámica campaniforme, y, finalmente, la cerámica a la almagra, propias también de los estadios más avanzados de esta cultura del Bronce I Hispano. Es evidente que todos estos elementos culturales proceden de España.
Ofrece un singular interés por su cada vez mayor expansión la aportación del vaso campaniforme que ya conocía la metalurgia; así, hay que añadir la llegada de los objetos de metal desde la Península, los cuales aparecen tanto en algunos hallazgos, como representados en el arte rupestre de las montañas marroquíes.

Los ídolos de cerámica de la cueva de Achacar, los tipos de ídolos antropomórficos, son igualmente una variante de la misma familia de ídolos del Bronce I, que van desde el Oriente mediterráneo hasta Iberia.
También a lo largo del litoral atlántico estas corrientes fueron avanzando hasta alcanzar la región de Casablanca, como lo demuestra la cerámica de El-Kiffen recientemente estudiada, clara derivación local de nuestras cerámicas del período del Bronce I hispano. Es de gran interés el haber podido lograr dos fechas con el análisis del Carbono 14 para este yacimiento del neolítico reciente del Magreb.
Una es del 1342 ± 80 años a. de J. C. Otra es de 1142 ± 200 a. de Jesucristo. Tales fechas nos prueban el retraso de todo el neolítico marroquí con relación a lag regiones de más al este y al sur y también con relación a España, de donde en gran parte deriva. Estas corrientes españolas no se sabe hasta dónde penetraron en el sur y hacia el interior de Marruecos. Fragmentos campaniformes se han recogido en la región de Saïda y también al pie de los grabados rupestres de la región de Tiut, ya en plena zona hoy desértica.
Hemos de señalar que el neolítico del Oeste magreví es pobre a pesar de estas decisivas aportaciones hispanas., Tampoco ofrece manifestaciones artísticas, lo cual le separa claramente de todo el resto del Sahara, por donde se desarrolló todo un grupo de provincias artísticas de una vitalidad extraordinaria, como analizaremos a continuación.

El origen y desarrollo del Neolítico en el Sahara
Una de las aportaciones claras que debemos a las más recientes investigaciones ha sido esclarecer los ricos y variados documentos del período Neolítico que el inmenso Sahara ha ido ofreciendo del Este al Oeste y del Sur al Norte.

Podemos hoy asegurar, como ya hemos señalado en páginas anteriores, que entre el 5000 y el 4000 la nueva vida que para el hombre representa el Neolítico avanzó no sólo por las regiones costeras del Africa del Norte, sino siguiendo el valle del Nilo. Allí, tras el Neolítico Antiguo de Merinde, del Fayum y de otros lugares, vemos aparecer focos nuevos de esta cultura en el Alto Egipto, como Deir Tassa. Unos 1000 años, hasta el 4000 a. de J. C., se puede establecer que dura la ocupación del borde del valle antes de la penetración de las colonias de agricultores a lo largo de la zona que alcanza la inundación en el Valle del Nilo. Poco a poco transformaron la región en el inmenso vergel que alimentara la numerosa población que nos ofrece ya el Egipto Predinástico. A lo largo de este período, que duró todavía otros 1000 más, transcurren las culturas del Nagada; el Amratiense, el Gerziense y el Semainiense, hasta que Menes, más o menos hacia el 3000, funda la Primera Dinastía y el Egipto faraónico nos ofrece el rápido desarrollo de su cultura moral y artística. Mejor que los tiempos neolíticos conocemos el desarrollo cultural de los periodos predinásticos o culturas de Nagada. El Amratiense o Nagada 1 se desarrolló entre el 4000 y el 3500. Tenemos dos fechas de Carbono 14 para esta cultura que dan el 3790 ± 300 años y 3627 ± 300 a. de Jesucristo: el -Gerziense o Nagada II que le sucede iría entre el 3500 y el 3200 a. de J. C.; el Semainiense o Nagada III entre el 3200 y el 3000, dejando paso a las, dinastías predinásticas, y, finalmente, al establecimiento desde el Alto Egipto del estado faraónico unificador fundado por Menes.
Más al Sur le la Primera Catarata no llega el Neolítico al parecer sino muy tarde. La Baja Nubia entre Asuán y la Segunda Catarata al sur de Wadi Halfa parece poderse asegurar que pueblos mesolíticos cazadores siguen desarrollando su cultura hasta que en tiempos de la cultura de Nagada I o Amratiense se inicia la presencia de la primera cultura de agricultores y pastores que denominamos de Bahan y `que sólo deberá fijarse su desarrollo a partir del 3500 a. de J. C., sin que tengamos aún fechas absolutas seguras.

Más al sur de la Segunda Catarata el Neolítico nos ofrece, ya en el Sudán, la cultura de Gezira Dabarosa, que parece relacionarse y derivarse de un foco cultural muy antiguo y personal, cuyos yacimientos principales aparecen en Jartum y en la región cercana. El mejor conocido es el de Es-Shaheinab, con su cerámica ricamente ornada con peine, ruedecilla, en zonas de rayas paralelas onduladas con la típica ornamentación cerámica llamada de "waby line". La cronología que el Carbono 14 ha concedido a este yacimiento es el 3495 ± 380 a. de J. C. Entonces las regiones desérticas del Sudán estaban más regadas y abundaba la celtis integrifolia entre una flora de sabana húmeda.

Nada se opone a que el hombre neolítico de Es-Shaheinab proceda de más al norte y sea una lejana influencia de los neolíticos de la cultura Bahan, aunque su personalidad sea muy acusada, pero el período anterior neolítico al que llamamos Jhartum Primitivo de más al sur, inclina a muchos prehistoriadores a sostener un origen diverso tal vez indígena para este neolítico tan típico de las sabanas del Sudán que se nos ofrece también luego en Wannyanga, en el Enedi, en el Acacus y hacia todo el sur del Sahara. Es evidente que una corriente neolítica desde el Alto Nilo alcanzó la región al sur de la zona sahariana septentrional extensísima donde se desarrollaba el Neolítico de Tradición Capsiense. El neolítico que podríamos llamar sudanés contrasta con el Neolítico de Tradición Capsiense. Este último se extiende desde el Norte del Tibesti y del Hoggar hasta el Atlas y se caracteriza por la pobreza de su cerámica, la riqueza de su silex y la abundante aparición de arte mobiliar, sobre todo de los huevos grabados de avestruz. La provincia neolítica del sur del Sahara o del Neolítico Sudanés es una provincia caracterizada por un rico y bello arte rupestre grabado y sobre todo por una gran riqueza y variedad de pinturas rupestres apareciendo también en los yacimientos una cerámica muy bella. Su industria lítica por el contrario, es algo mediocre, pobre en microlitos y en puntas de flechas.

También aparece bastante industria de hueso que ofrece peines y punzones, cuentas de huesos de avestruz y hasta arpones decorados. En algún caso ha llegado esta cultura -a poseer, al norte del Chad, cerámica decorada zoomorfa de un estilo muy particular, según los hallazgos publicados por Courtin; los arpones en hueso y en marfil encontrados en diversos yacimientos desde Es Shaheinab al Atlántico nos dan idea de que estos neolíticos recorrieron el Enedi, el Tassili, el Air, el Acacus, y el Hoggar, hasta llegar al Sahara español, como veremos.
A esta facies neolítica del sur del Sahara se quiere llamar ahora "teneriense" por la riqueza ofrecida por el yacimiento de Adrar-Buss en el Tenérè, aunque también se nos ofrece en otros yacimientos más hacia el sur, como Meniet en el Immidir. Muy importantes son las fechas obtenidas en algunos de los más ricos y típicos yacimientos de este neolítico sahariense.
El ya citado de Meniet ha proporcionado la fecha de 3450 ± 150 años a. de J. C. Es decir, más o menos la de Es-Shaheinab. Entonces crecían en el desiertico Tenéré, llamado hoy "el desierto dentro del desierto", el ciprés, el pino de Alepo, el cedro, el roble y otros arbustos de selva húmeda mediterránea como la celtis afr. australis, el Zizyphus sp., el Tamaris cf. gallica y otros.
La misma flora nos ofrecen los análisis polínicos del ya célebre yacimiento de Adrar-Bus III, en pleno Tenéré; su cerámica es igualmente de tipo sudanés, debiendo haber atravesado el Tenéré viniendo del Zuarké y el Kordofan, donde hallamos sus mismos tipos que difieren de otros que se ven en el Sahel sudanés más al sur, aunque todos debieron tener un origen común en el neolítico sudanés del Alto Nilo, aún poco conocido.

El arte rupestre norteafricano como dato histórico
Pero la más sorprendente manifestación cultural del Neolítico sahariense es su rico y variado arte rupestre.
De los abrigos con pinturas de Tassili n'Ajjer y del Acacus proceden algunas fechas de Carbono 14 aún sin publicar, pero que parecen asegurar una enorme antigüedad a este mundo cultural. Del célebre abrigo pintado de Sefar con arte de época ya avanzada, del llamado período bovino, se ha dado a conocer la fecha de 3070 ± 150 años y 3080 ± ± 300 años a. de J. C. Pero parece existen otras más antiguas que elevarían grandemente el comienzo del arte rupestre de esta región hasta el 5000 a. de J. C., aproximadamente. Otra fecha publicada es la del yacimiento de Um Umagiat, en el Acacus, donde al lado de pinturas rupestres del período pastoril bovino se halló hasta una momia que pudo dársele una antigüedad total de 5405 ± 180 años, o sea, unos 3500 años antes de J. C., fecha que coincide con la citada del abrigo pintado de Sefar. Pero si aceptamos esta cronología deberemos admitir que los ritos funerarios egipcios para la conservación de cadáveres, propios de culturas avanzadas, tendrían precedentes entre los pastores del Oeste del Valle del Nilo.

Aún es más desconcertante que cerca de esta momia aparezca una representación de la barca solar funeraria, claro influjo de la mitología egipcia. Sin embargo, no queda aún claro qué elementos culturales aportó el valle del Nilo a los pueblos y culturas de los pastores de las regiones occidentales y hasta qué puntos éstas desarrollaron su arte rupestre y demás elementos culturales tempranamente y al margen de las culturas egipcias y en qué parte fueron incluso elemento positivo aportado a su formación. Hoy vemos que frente a A. Scharff, tanto H. Lhot como Mor¡ y también Resch, se inclinan a sostener, por ejemplo, que el culto del carnero de Amón llegó a Egipto desde el Oeste.
Para este último autor las representaciones de carneros con discos solares que se ven en el arte rupestre del Atlas y del Sahara, como el célebre de Bu Alem, serían de la época del Bubalus antiquus y por lo menos mil años anteriores a la presencia de las más antiguas representaciones del carnero de Amón en el arte egipcio. Con esta tesis coincidiría la opinión de E. Zyhlahrs para el cual los T'w país de Z'tj citados en la lista VII de Tutmosis III serían los mismos pueblos Thnw o hehenu o thenios repetidamente citados en las fuentes egipcias, pastores de ovejas y vacas de los oasis occidentales, a los cuales se debía el culto al toro y al carnero en sus diversas manifestaciones en la religión egipcia.

Esta cronología de gran antigüedad para las diversas manifestaciones del arte rupestre norteafricano no puede ser hoy unánimemente admitida, aunque el carbono 14 la sostiene repetidas veces. Nosotros nos inclinaríamos a esperar aún nuevas investigaciones para ver claro el origen y desarrollo de todos estos círculos artísticos norteafricanos y saharienses antes de establecer, como se viene haciendo, conclusiones firmes que se puedan dar por seguras. Es evidente que los pueblos pastores líbicos dependieron y se relacionaron con Egipto y su cultura histórica. Podemos utilizar datos en este sentido que contradicen la anterior 1 conclusión. Por ejemplo, el hombre armado con un hacha con forma egipcia del Nuevo Imperio de buen estilo naturalista bovino, de un abrigo rupestre pintado de Sefar en el Tassili no puede ser más antiguo al 1500 a. de J. C. más o menos. También las diversas figuras y composiciones repetidamente egiptizantes que se ven entre varias de estas pinturas, parecen inclinarnos a sostener que aquellos grandes artistas del Sahara Central se pudieron inspirar en obras del Imperio faraónico. La misma momia de Um Umagiat hallada y estudiada por Mor¡, las varias representaciones de barcas y otros elementos culturales, nos harían inclinarnos a esta misma conclusión.

No es éste el lugar para extendernos más en estos problemas, pero sí diremos que a nosotros no nos parece posible aún ver claro en su totalidad el desarrollo y cronología de estas sorprendentes -provincias artísticas que las tierras hoy desérticas del sur del Sahara nos ofrecen Por otra parte, cada 'día esta región ve más enriquecida con el hallazgo de nuevos conjuntos de arte rupestre más o menos personales en técnica, estilo y temática, como los que nosotros mismos estamos estudiando en el Sahara español. Cada uno de estos descubrimientos regionales, sucesivamente aportados en toda esa extensa región del Norte de Africa desde el Mar Rojo al Atlántico, plantean nuevos problemas, no sólo propios de tales provincias artísticas sino que influyen en la total visión que sobre las creaciones del arte rupestre norteafricano nos hayamos de formar y nos aconsejan ser prudentes en toda valoración étnica y cronológica que hagamos de los mismos.

Más seguro que las hipótesis sobre el origen y desarrollo del arte rupestre del sur del Sahara es observar que, conforme avanzó hacia el Oeste por el Sur del inmenso desierto esta corriente cultural fuertísima, nos ofrece siempre una cerámica rica y variada, pero algo más tosca que en los otros yacimientos de más al este y al sur; pero siempre se la ve como algo netamente africano, sin relación alguna ni con el mundo magreví ni con las cerámicas mediterráneas. Enlaza claramente con el complejo sahariano-sudanés.
Nuestros actuales conocimientos sobre-esta provincia artística y cultural nos van permitiendo ensanchar y precisar nuestra visión sobre el carácter y cronología del Neolítico del Sahara, cada vez más con nuevos hallazgos, como los proporcionados por las recientes excavaciones de Tamanraset, donde se nos ofrecen los vestigios antropológicos de los creadores de esta cultura. Estos nos muestran un pueblo mezcla de elementos mediterráneos y negroides. Iguales son otros que se han hallado más al sur, hacia Serla, Tamayamalet e Inget.

Toda esta interesante cultura del Neolítico sahariano, como ya hemos dicho, poseyó un rico y variado arte rupestre de pinturas y grabados de gran sugestión y originalidad. Difiere, sin embargo, del arte rupestre del Atlas y tampoco las pinturas rupestres alcanzan la zona más occidental del Sahara. Constituyen, evidentemente, su más bella creación cultural.
También tuvo un arte mobiliar de esculturas de animales en piedra dura que recuerda las esculturas predinásticas del antiguo imperio egipcio. Esta inspiración del arte faraónico se nos ofrece también en muchas de sus pinturas tanto por su técnica y motivos como la barca de ultratumba, como a veces por su estilo.
Sin embargo, como ya hemos señalado, resulta hoy muy difícil establecer la interrelación de un mundo con otro, y lo mismo ocurre cuando se trata de la cerámica y otros elementos que pensamos llegaron del valle del Nilo, pues los investigadores franceses e italianos han levantado a su favor la cronología que aporta el Carbono 14 que parece da fechas más antiguas en el Sahara que en Egipto para todos estos pueblos neolíticos del Sahara que fueron agricultores pero que esencialmente vivieron como pastores de ganado bovino.

El Neolítico del Sahara Occidental
Más hacia el Oeste, por las regiones de Tanesruf del Sahara mauritano, hallamos la prolongación de esta misma corriente cultural del Neolítico sahariano, aunque aún no está suficientemente documentada y definida. El Neolítico de esta zona queda caracterizado por su excelente cerámica, por sus ricas y variadas puntas de flecha y por la bella industria de arpones. Las estaciones al sur de Tanesruf Tilen-si, Tames-nar ofrecen los mejores hallazgos de todo el ara.
La decoración de la cerámica muestra impresiones movidas y la técnica de las incisiones combinadas con zonas sin decorar, pero cuidadosamente pulimentadas; las arcillas usadas para la fabricación de esta cerámica son muy buenas. Hay huevos de avestruz bien grabados; las piedras grabadas o esculpidas son raras, en tanto que son muy frecuentes los recipientes o utensilios fabricados con piedras duras. Hay objetos de adorno, sobre todo cuentas de huesos de avestruz y de piedra. Lo más digno de señalar es que toda esta zona, como las regiones de más al Este hacia el Hoggar, parece quedan fuera de la influencia capsiense.

Tampoco llegan hacia aquí y más al oeste las bellas pinturas rupestres, pero sí se nos ofrecen grabados que no faltan tampoco más al Oeste hacia Mauritania y el Sahara español. La provincia artística que nos ofrece esta última región parece debería relacionarse con algunos yacimientos que aparecen hacia el suroeste del Atlas marroquí y argelino. Así resulta que el neolítico del Sahara atlántico se nos ofrece como una provincia muy compleja Los huevos de avestruz grabados aparecen no solamente al norte de Rio de Oro -como ha dicho Camps Fabrier-, sino a lo largo de toda la zona hasta la bahía la Agüera, que nosotros hemos podido explorar y en otros yacimientos del interior como Mahbes.
Ello enlazaría esta región con la cultura de tradición capsiense. Pero los hallazgos arqueológicos, sobre todo la cerámica enlaza, no con el norte,como se ha supuesto, sino que todos los materiales que hemos hallado son parecidos a los que ofrecen las regiones del Tanesruf y el Tenére. Los vasos decorados de los concheros del Sahara Español, desde la Sequia el Hamra y más al Norte basta la Agüera, y lo mismo el del interesante yacimiento de Mahbes, se parecen totalmente a las cerámicas del sur de Sahara y del Sudán y no a los de Marruecos. También aparecen vasos tallados en piedras duras como los de estas regiones. Igualmente, la industria ósea nos ofrece los mismos elementos de arpones y punzones que hallan sus paralelos en los yacimientos citados del Sur del Sahara. Sólo el rico arte rupestre que vamos descubriendo y estudiando tiene dentro de una personalidad evidente, claras características que le unen a otros de hacia el Norte, como los de la zona desértica del Sur del Atlas y los niontes de Uarga, aunque no debemos olvidar que algunos hallazgos, como las figuras grabadas, recientemente descubiertas en la cueva de Ausert en el Tirig parecen relacionarse con otras que han aparecido hacia el Hoggar y al sur del Sahara.

Para fechar las manifestaciones culturales de estas regiones meridionales y occidentales del Sahara tenemos los yacimientos de Sus-Marin, en el Adrar Tin-Terin (Sahara Central), donde el Neolítico típico sahariense de la región se ha podido datar en el 2770 ± 250 a. de Jesucristo.
Otro yacimiento, el de Tamanrasset II, en el Sahara Meridional, ha dado la fecha de 1380 ± 250 a. de J. C. para una sepultura neolítica simple. Otro yacimiento de tipología paralela, el de Zmeilet Barka, se ha fechado hacia el 1000 a. de J. C. Luego a esta cultura neolítica y a sus enterramientos simples, los suceden por todo el Sahara los monumentos funerarios tumulares de tipología diversa y aún imprecisa evolución y cronología. Parecen ofrecer ínhumaciones de gentes mediterráneas que fueron apartando la presión más o menos negroide que había penetrado en todo el sur del extenso Sahara. Proceden, evidentemente, de los enterramientos megalíticos del tell mediterráneo del Magreb.

Durante todo el último milenio a. de Jesucristo estas gentes se expanden por el Sahara central y meridional hacia el Este y el Oeste. Ya han podido fecharse varias de estas típicas sepulturas que ilustran el paisaje monótono de todo el desierto continuamente; unas veces solas, otras formando pequeños grupos. Las excavadas en Tejerlis dieron la fecha del 849 ± 120 a. de J. C. Otras de ElBarkat aportaron la fecha del 659 ± 120 a. de J. C. Más moderna es aún la fecha del 10 ± 160 a. de J. C. lograda para el túmulo de Wadi Montana en el Ferkane. También en algunos lugares del Immidir, como Ahelane, se ha podido realizar análisis polínicos que nos aseguran que ya a lo largo de¡ primer milenio a. de J. C. se había terminado el último período húmedo que había beneficiado al Sahara.
Así, en gran parte, todo este período de la historia del Sahara marcado por la creciente desertización, corresponde a la influencia que ejercen en el norte las culturas mediterráneas, que acaban haciendo posible primero el reino númida y luego la penetración romana, cuya enorme presión debió desplazar hacia el Sahara a muchos pueblos que habitaban el tell y su periferia y a los que corresponde el influjo de estas sepulturas tumulares antes citadas.

El tránsito del Neolítico a la Edad del Bronce en el Magreb
Para la mejor comprensión de las últimas etapas de la cercana Prehistor ia del extenso Sahara y de todo el Magreb en general, es preciso volver a analizar los últimos períodos prehistóricos de la región septentrional, períodos en los cuales el elemento indígena derivado de los iberomauritanos u Oranienses de Marruecos y Argelia Occidental y de los capsienses más cercanos al tell en Argelia Oriental y Túnez, inician con el neolítico la recepción de elementos culturales y étnicos llegados por el Mediterráneo, tanto desde las cercanas tierras del sur de España como desde el sur de Italia y sus islas meridionales.

Hoy podemos asegurar que el Neolítico antiguo y reciente de Marruecos y del Oranesado parece proceder en gran parte de España y se puede aún con mayores datos afirmar que mientras se desarrollaba el neolítico en el Magreb ha llegado a esta región el conocimiento de la metalurgia 0 ¡más bien podríamos decir la importación de objetos de bronce y otros muchos elementos culturales traídos por hombres mediterráneos. Representan claramente la llegada de colonizadores de raza mediterránea mesocéfalos o subdolicocéfalos que también importan la oxidiana procedente de las islas volcánicas del sur de Italia. Eran gentes de menor talla que los de la raza de Mechta-el-Arbi. Sus descencientes del tipo de los mediterráneos, gráciles, con cabellos y ojos más claros que el resto de la población norteafricana, se establecen en el tell y hoy son patentes, sobre todo entre los pueblos del Rif y de la Kabila.

Los introductores de estas corrientes culturales mediterráneas excavaron sus enterramientos en las rocas de la región de Túnez, formando grandes necrópolis del mismo tipo que las de Sicilia, como Castelluccio y otras de la Italia meridional. Se llaman hanut, plural hauanet, y son un elemento característico de la Prehistoria de Túnez y Argelia oriental. Nos ofrecen puertas bien talladas en la roca, llamadas "biban". Ante estos monumentos y los restos conservados de sus ajuares, es preciso rectificar, frente a lo sostenido por Gsell y sus seguidores, la tesis de que no hubo Edad del Bronce en el Magreb.
Además de tan claros elementos culturales de esta edad, vemos a estos mismos hombres mediterráneos introducir los dólmenes por toda la Berbería, tal vez pasándolos desde España. Aún hoy son denominados con su nombre en beréber, basina (Kerkur o Redjen en árabe), y forman parte del paisaje agreste a veces desolado del Norte de Africa. Con estos monumentos han llegado los puñales de cobre con lengüeta para el enmangue de tipo ibérico, como el de Cap-Chemogua, las hachas de bronce y las alabardas, también de tipo ibérico, los ya citados vasos campaniformes, etc... ; toda esta corriente civilizadora debe fecharse a lo largo del segundo milenio y continué tal vez ya a comienzos del primero, mientras se desarrollaba en la Península Ibérica el Bronce II hispano.
Finalmente del Sur por el Sahara y por los contactos marítimos, llegan también los carros de combate que exigen conocimientos de la metalurgia del bronce. Eran arrastrados por caballos, que son los primeros de estos animales que penetran en la región. Sabemos que el caballo no entró en Africa hasta la invasión de los indoeuropeos hrikos en Egipto hacia el 1700 a. de J. C., por lo tanto, sólo después ya avanzado el segundo milenio han podido llegar estos animales al lejano Occidente y al Sahara.

Las colonizaciones históricas en el Magreb
Finalmente, conocemos la colonización de los griegos en Cirenaica y de los fenicios y los chipriotas desde Trípoli a Mogador, realizada en el último milenio a. de J. C. Llegaron con sus pacotillas a comerciar en el litoral norteafricano. Mas tarde fundaron ciudades y ejercieron un Potente influjo con el conocimiento de la metalurgia del hierro. El más representativo e influyente de estos centros urbanos, focos de la nueva cultura, fue Cartago. Gran potencia mediterránea llegó a rivalizar con Roma, la cual, destruida Cartago, heredó en Africa la obra iniciada por los fenicios y griegos.
La obra de estas ciudades convierten el Norte de Africa en un país cada vez más acusadamente ligado a la historia del "Mare Nostrum". A ello colabora grandemente el avance de la continua desecación del Sahara, que vive sus últimos momentos de explendor vital a partir del año 1000 a. de J. C. y luego va más y más convirtiéndose en la inmensa área estéril actual. Por otra parte, los países mediterráneos habían alcanzado un gran desarrollo de la navegación debido al mejor trabajo de la madera y al descubrimiento de la brea o pez para calafatear los navíos. Gracias a estos adelantos técnicos los comerciantes y colonos griegos y púnicos fueron incorporando más y más todo el Magreb a la historia del Mediterráneo, a cuya vida se vincula tras Roma. Su dominación, al menos nominalmente, la continúan los vándalos y Bizancio, pero sobre todo fueron los árabes los verdaderos transformadores y unificadores de esta inmensa región.

Quien más influyó en el Norte de Africa fue Roma, cuyo pujante imperio, ya en los finales del siglo in y los comienzos del siglo II a. de J. C., vence y elimina a Cartago. Hereda la continuidad y potencializa la obra que venían representando las colonias griegas costeras de la Cirenaica, las fenicias desde las Sirtes a Mogador e incluido el vacío que deja la herencia del poderío púnico. Así, el Norte de Africa llegó a tener un carácter mediterráneo con reyes númidas que aspiran a ser soberanos helenísticos y se impregnan en lo posible de latinidad. Pero sólo el "tell" norteafricano llegará a aportar valores sustanciales a la cultura latina, pues tal carácter lo llegaron a ofrecer sólo las ciudades y fue obra de los ciudadanos, soldados y magistrados romanos.
La población indígena, sobre todo hacia el Sahara, quedó al margen de cuanto culturalmente representó la romanización y sólo militarmente se sostuvo la obra de Roma desde sus comienzos.

La historia no es explícita en la exposición de todo este fenómeno histórico. Sabemos, sin embargo, de las duras expediciones de Cornelio Balbo el 32, 30, 28 y 21 a. de J. C. contra getulos y garamantes, por cuyas victorias recibió, el año 19 a. de J. C., el honor del triunfo en el Capitolio de Roma.
El año 3 de la Era otro cónsul romano, Possienus Rufus, vuelve a recibir el mismo honor, pues estos pueblos del desierto que los romanos no nos describen nunca, habían saqueado Aisuras (Zanfur), y de nuevo el 5 y el 6 Cossius Cornelius Lentulus vuelve a atacar y vencer a los getulos rebelados contra Juba, rey númida instrumento de la romanización. El imperio romano fundó ciudades y absorbe territorios para los colonos y conforme se asienta la obra de Roma en el Africa del Norte, quedan sustancialmente eliminados los pueblos indígenas, los cuales huyen hacia el sur o son orillados en los montes y comarcas aisladas del Magreb, sin recibir gran influjo de la nueva cultura que la romanidad representa. Así nos traspasarán y conservarán hasta nuestros días sus lenguas preromanas y muchos de sus tradicionales elementos culturales a través de las épocas posteriores por las que atravesará este país dominado por vándalos y bizantinos y luego por el islamismo, al cual se incorpora tras la conquista árabe.
Es evidente que el pueblo indígena del Magreb prerromano, del que casi nada sabemos, mantuvo su cultura ancestral y se enraiza en el inmenso Sahara, cada vez más estéril y más refractario a los influjos mediterráneos, que primero Cartago y luego Roma representaron en su historia. El hábitat humano de todo el Africa del Norte se fue ciñendo más al tell tunecino y argelino, mientras la desertización se agudiza más y más, desarrollando después del siglo v, con la caída de Roma y la ocupación de los germanos vándalos y luego de los bizantinos, parte muy importante de la historia del mediterráneo, pero con los árabes se desvincula de Europa y se une espiritualmente al Oriente Medio, cuna de la islamización y del arabismo.

La llegada del Islam
En la segunda mitad del siglo VII de la Era Cristiana, con una velocidad vertiginosa el mundo del Islam, con sus ideas, conquista por las buenas o las malas toda esta extensa región, cuyo pasado hemos historiado. Pacta con las reliquias culturales de los tiempos pre-romanos que en muchas regiones aún perduran hoy, pero el Islam supo superar cuanto hablan representado Roma y Bizancio como fuerza civilizadora, incluido el Cristianismo, de cuya presencia en el mundo rural indígena estamos escasísimamente informados. Del Mar Rojo al Atlántico y del Mediterráneo a las sabanas ecuatoriales, los secuaces de Mahoma dan un sello de unidad a toda esta inmensa región, cada vez más desolada, cuyo pasado nos ha dejado tantos vestigios y tantos problemas aún por esclarecer, pero que no impiden ya que conozcamos las grandes Líneas, de su historia, gracias a la paciente investigación que se va llevando a cabo y que cada día nos ilustra más y mejor sobre lo que sólo hace unos lustros era novelesca aventura que sólo podía aportar legendarias visiones llenas de encanto y poesía, pero sin valor científico alguno.
La síntesis que del pasado del Africa del Norte y del Sahara hemos dado en las páginas que preceden plantearán al lector problemas nuevos, le presentarán reconstrucciones atrevidas o tal vez una visión en contradicción a lo que con gran frecuencia haya leído y haya visto sostenido con autoridad y mayor extensión en trabajos y libros de otros autores. No es posible ofrecer ahora aquí el moderno aparato bibliográfico; pero en un libro ya en preparación sobre toda la prehistoria del Norte de Africa y del Sahara, hallará el lector la exposición de hechos y de ideas aquí expuestos, suficientemente documentada y tratada. Esta publicación no permite dar mayor amplitud a los muchos y sugestivos temas y problemas que aquí se han tratado. Sólo hemos aspirado a dar una idea de las novedades más salientes que la investigación prehistórica nos ofrece hoy en la reconstrucción del pasado de todo el Norte de Africa.


(*)ALMAGRO BASCH, Martín, 1968, El estado actual de la investigación de la Prehistoria del norte de Africa y del Sahara, Instituto de Estudios Africanos, Madrid.
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