El estado
actual de la Investigación de la Prehistoria del Norte de
Africa y del Sahara(*)
M.Almagro Basch
»INTRODUCCIÓN
»LAS APORTACIONES DE LA
FILOLOGIA .
»Fuentes antiguas
»Las inscripciones en el
alfabeto númida y tifinagh
»Toponimia y lingüística
»LA ANTROPOLOGIA DEL AFRICA DEL
NORTE COMO FUENTE HISTORICA DE LA REGION
»Los actuales tipos raciales del
Magreb y Sahara
»Otros tipos raciales prehistóricos
de Africa del Norte
»LA RECONSTRUCCION HISTORICA DEL
AFRICA DEL NORTE
»Las culturas del Paleolítico
Inferior norteafricano
»El Paleolítico Medio
en el Africa del Norte
»El Paleolítico
Superior y el Mesolítico norteafricanos
»La llegada del Neolítico
al Magreb
»El origen y desarrollo del
Neolítico en el Sahara
»El arte rupestre
norteafricano como dato histórico
»El Neolítico del
Sahara Occidental
»El tránsito del Neolítico
a la Edad del Bronce en el Magreb
»Las colonizaciones históricas
en el Magreb
»La llegada del Islam
INTRODUCCIÓN
El Sahara y en cierta manera también el
Magreb constituyen una extensa región cuya historia quedó
sin escribir en la Antigüedad. Hasta el siglo XII con Ibn Haldum,
nadie nos ha dado una descripción conveniente de sus
habitantes. Entonces ya estaban incorporados al Islam. Luego, cuando
los europeos penetraron en el Sahara, vieron que ni el aglutinante del
Islam habla podido acabar con el mundo indígena anterior que se
ofrece aún en los grupos beréberes al norte, en los
tuaregs al centro, otros grupos más al este y al sur. Sus
lenguas, sus peculiares instituciones, con las que el Islam tuvo que
pactar, sus razas y sus costumbres ofrecían gran sugestión
y difícil interpretación histórica. Todos estos
elementos, conservados como resto de arcaicas etapas culturales, hizo
más atractivo el tema de reconstruir la historia de la región,
y tras un período en el cual lo legendario privó sobre
lo científico, después de la pacificación de este
país, que fue durísima, se emprendió la
interpretación de los documentos que las más diversas
ciencias fueron aportando para poder escribir sobre base científica
la historia de toda aquella extensa región.
Tal tarea se ha tenido que llevar a cabo sobre todo en el campo de la
investigación prehistórica. También se ha
trabajado en el campo de la Filología: primero, reuniendo y
analizando las fuentes históricas antiguas con lo poco y
confuso que nos pueden decir hoy de esta región; luego,
estudiando la toponimia; y, principalmente con la lingüística,
consagrada pacientemente al análisis de los idiomas bereberes.
Otra serie de datos ha aportado los resultados de la Antropología
prehistórica y actual. Con la investigación prehistórica,
filológica y antropológica del Norte de Africa en los últimos
diez años se han venido reuniendo tal cantidad de datos nuevos
que muchas de las más divulgadas hipótesis que llegaron
a ser admitidas corno verdad histórica se han tenido que
revisar totalmente.
Hoy resulta apasionante la ordenación de cuanto se va
conociendo sobre el pasado de toda esa extensa región que va
del Mediterráneo a las sabanas que bordean el centro de Africa
y desde el Atlántico al Mar Rojo, incluida la estrecha y
personalísima región que forma el valle del Nilo. Vamos
a intentar dar una síntesis de lo que hoy sabemos sobre el
pasado antehistórico de esa región de manera breve y
sencilla.
LAS APORTACIONES DE LA
FILOLOGIA
Fuentes antiguas
Comenzaremos por declarar al comenzar nuestra exposición que
después de reunir minuciosamente toda la literatura histórica
de la Antigüedad sobre el Norte de Africa, no se logra sacar a
este país de la oscuridad de la prehistoria. La desaparición
de la literatura cartaginesa, si es que existió, nos ha dejado
sin las que debieran ser primeras fuentes escritas referentes al
contacto de un pueblo histórico como los fenicios, establecido
en el país desde comienzos del primer milenio a. de J. C. con
los habitantes del Norte de Africa. Luego continuaron la obra de los
fenicios los cartagineses, mucho más ligados a la población
indígena. Pero ni unos ni otros han aportado nada a la Historia
de las poblaciones y culturas del Magreb y del Sahara.
Los griegos, cuya literatura no fue destruida por la
soldadesca romana, como se dice de la literatura histórica
fenicía y cartaginesa, no penetraron en Berbería. Los
conocimientos de Herodoto sobre el Africa del Norte no pasan del Sahel
líbico-tunecino, y todo lo que sabe decir es que '"
aquella región sólo hubo siempre cuatro pueblos: los
griegos, los fenicios, los libios y los garamantes.
Entre estos dos pueblos indígenas aparecen los nombres de unas
cuantas tribus, pero nada sabemos de su vida, su carácter, ni
su historia. El relato de la expedición de Agathocles (303-307
a. de J. C.) nos da las primeras referencias sobre las poblaciones
norteafricanas, pero estas referencias se reducen a deformaciones ópticas
de los relatos bélicos. Además, Teodoro de Sicilia, que
es la principal fuente para el estudio de las expediciones de
Agathocles, escribió tres siglos después que éste
hubiera llevado a cabo su expedición al Norte de Africa. Todo
cuanto nos aporta son los nombres de unos cuantos pueblos y alguna
noticia histórica, confusa, de los mismos.
Las guerras púnicas primero y luego el relato
de las luchas contra Yugurta y Takfarinas, estas últimas
relatadas por Salustio y Tácito, vuelven a darnos detalles
sobre las poblaciones númidas y moras, pero sus relaciones no
son una presentación adecuada ni siquiera serena de aquella
población: los métodos de combate de los númidas
como jinetes de rápido desplazamiento y practicando una guerra
de escaramuzas, rehuyendo el combate, ha contribuido a la elaboración
de un cliché literario que ha convertido a las poblaciones nómadas
del Norte de Africa Occidental en unos aventureros, de un país
sin cultura. Sobre todo, queda sin la más mínima luz la
valoración de su origen, de su historia anterior a sus
contactos con Roma.
Se llegó a la asociación númida
= nómada que está totalmente en contradicción con
los datos arqueológicos que la Prehistoria ha reunido
pacientemente en las últimas décadas. En verdad, hoy, a
un historiador moderno que aborde el tema resulta como cosa evidente
que para los historiadores y escritores en general de la época
del imperio, romano las poblaciones bereberes eran algo totalmente
desconocido en su aspecto étnico, social e histórico.
Incluso la misma localización de los pueblos indígenas
que aparecen en las fuentes y más aún su género
de vida está siempre sometido a controversias. Basta ver los
resultados de Touvenot y de Camps en torno a las inscripciones de
Volubilis, cuyas discusiones tampoco nos las ha podido aclarar
historiador tan serio como Courtois.
Del Africa romana nosotros conocemos solamente las
ciudades, la, administración y el pensamiento religioso y político
de los ciudadanos. Pero nosotros estamos completamente aún sin
información sobre las poblaciones indígenas que
conservaban las tradiciones y los géneros de vida de la
prehistoria. Por ello, es muy difícil decir dónde
comienza la, historia y termina la prehistoria de Africa del Norte y
del Sahara. Esta continuidad de la penumbra histórica de la
prehistoria norteafricana llega, como hemos dicho, hasta los árabes.
Y aún podríamos decir que hasta nuestros días en
algunos aspectos sumamente sugestivos, pues las fuentes escritas no
nos aportan datos suficientes y válidos para comprender y
reconstruir científicamente el pasado de aquella extensa región.
Las inscripciones en el
alfabeto númida y tifinagh
Tan negativa conclusión ante cuanto aportar los textos
escritos no queda mejorada por el hecho de haberse usado en todo el
norte de Africa desde varios siglos antes de Jesucristo una escritura.
Ciertamente los habitantes del Norte de Africa, del Este al Oeste y
del Sur al Norte, poseyeron en la Antigüedad una escritura con el
alfabeto líbico continuado luego por el tifinagh.
Tenemos infinidad de estas inscripciones líbicas,
entre ellas unas veinte bilingües, diez púnico-líbicas
y ocho latino-líbicas. Varios investigadores, y últimamente
Febrier, han hecho un esfuerzo extraordinario para conseguir leer una
docena de palabras y lo único positivo es que estas doce
palabras coinciden con la lengua bereber actual. Son las palabras U =
hijo; UT = hija; MT = madre; la palabra hierro es AZLH = azzel y
recuerda al púnico BRZL; y AMENUCAL equivale a Jefe Supremo, a
imperator, como en el bereber. También se observa que en los
nombres propios el prefijo "te" indica el femenino seguido
del mismo sufijo "te", salvo en los nombres propios. Esto es
todo lo que nos aportan hasta hoy las inscripciones púnicas:
bilingües además de algunos nombres propios de personas,
de pueblos y de ciudades, las demás resultan indescifrables.
Esta escritura para unos procede del alfabeto púnico,
del que serían sus letras una tardía imitación.
Algunos han creído que fue el mismo rey númida Masinisa
quien creó esta escritura. Pero a ello se oponen los datos
arqueológicos que prueban que esta escritura estaba ya en uso
mucho antes. Evidentemente, ciertos signos líbicos se parecen a
letras fenicias, mas la organización de las inscripciones es
muy diversa. No están escritas de derecha a izquierda, como en
general ocurre con las escrituras semíticas, sino de abajo
arriba. La más antigua inscripción líbica bien
datada es del año 139 y se refiere al año X del reinado
de Micipsa, pero ya entonces este alfabeto debía estar en uso
desde hacía mucho tiempo entre los pueblos del Norte de Africa.
Recientemente, se ha intentado relacionar las letras
del alfabeto líbico con caracteres sudarábigos, además
de con el alfabeto fenicio. Hay a favor de estas teorías sudarábigas
el que algunas poblaciones bereberes, según algunos
prehistoriadores, procederían de aquellas regiones del Este,
habiendo pasado por el Alto Nilo hacia el Oeste, como diremos. Pero
tales poblaciones arrancarían muy pronto de aquella región
y no tendrían, desde luego, alfabeto en la época de su
emigración hacia el Oeste lejano, pues el uso de la escritura
es una aportación cultural siempre muy tardía. Así,
pues, por hoy, la solución de este problema es muy difícil.
Luego estas inscripciones líbicas se han conservado mucho
tiempo por todo el Sahara bajo la forma de la escritura tifinagh;
sobre todo entre los bereberes occidentales. Aún hoy los
tuaregs escriben en tifinagh, habiendo enriquecido el actual alfabeto
tuareg con algunos signos aquella antigua escritura líbico-beréber.
En resumen, ni los textos escritos ni las
inscripciones en líbico, bastante numerosas, nos han aportado
otro dato que una antigua división de la población del
norte de Africa y del Sahara en númidas por la región
del Tell hacia Túnez y Libia; más al oeste los moros,
detrás de ellos, hacia el interior, los gétulos y los
garamantes en el Sahara oriental. Esta es la base étnica, histórica
visión que desde Estrabón se ha ofrecido como y cultural
para todo el Norte de Africa y el Sahara, y, además, el célebre
geógrafo ya dijo que todos esos pueblos eran casi iguales.
Este cuadro no es exacto, ni suficiente, pero
tampoco lo completaríamos si sólo tuviéramos como
fuente los textos escritos griegos y romanos incluidas las
inscripciones de la región, ni tampoco añade gran cosa
lo que hoy podemos deducir a base del estudio de la toponimia y de los
estudios de la lingüística consagrados a las lenguas indígenas
de esta región, como vamos a exponer a continuación.
Toponimia y lingüística
Casi lo único que sabemos dentro del campo histórico
lingüístico sobre la lengua beréber es el hecho
evidente de resultar un idioma muy permeable a las intrusiones. Por
ejemplo, casi todos los nombres propios de las inscripciones líbico-bereberes
son de origen cartaginés, según probó Febrier. Así
pudo recibir otros influjos varios que se incorporarían a su
acervo lingüístico con facilidad. Fuera de este hecho bien
patente, el análisis de esta lengua se ha convertido hoy en la "bestia
negra" para los filósofos. Nada claro saben asegurarnos
sobre su carácter, filiación y origen. Tal vez como
reacción a las tesis facilonas sostenidas hasta el presente,
para las cuales el líbico-beréber unas veres era de la
familia del traco-frigio, otras del sumerio, para algunos se
relacionaba con el vasco, para otros era turanio, etc. La verdad es
que resulta para los especialistas difícil conocer su origen y
evolución, pues no sabemos nada de esta lengua en la Antigüedad.
Del beréber sólo conocemos su estructura a partir del
siglo XII por el árabe Baïdag y ya entonces ofrecía
las mismas características lingüísticas que hoy día.
Todo lo más seguro que podemos decir es que hoy el beréber
se considera como una lengua del tronco camítico y que
seguramente continúa el desarrollo del antiguo líbico.
También, ya más dubitativamente, parece que los idiomas
camíticos se relacionan con los semíticos y nos hablan
los filólogos de un tronco común en el suroeste de Asia,
origen de ambos grupos lingüísticos camíticos y semíticos.
Poco ha quedado en pie, e insistiremos sólo en este aspecto,
sobre las tesis que han sostenido la existencia de afinidades con
Europa, sobre todo con lenguas prelatinas de España, de los
dialectos actuales del beréber. Había llegado esta idea
a ser casi un lugar común que la investigación moderna
ha rebatido.
Tal vez pensamos nosotros que algunas palabras del beréber que
se han relacionado con la toponimia mediterránea y europea
como: Savas = Sava; Bodraga = Lladraga; Auserre = Auser y algunas más
podrían explicarse como una aportación de la penetración
de las culturas mediterráneas del Neolítico y Bronce
Antiguo en el Norte de Africa. Yo he visitado Ausert en el Tirig de
nuestro Sahara y he recordado la comparación que algunos han
hecho de este topónimo sahariano con el vasco Auserre y me ha
parecido simplemente que era evocar una audaz y poética
aventura filológica sin valor alguno histórico ni lingüístico.
Pasemos ahora de ese cuadro nada positivo aún, pero al menos
claro y salvado de leyendas y atrevidas reconstrucciones histórico-culturales,
a resumir lo que nos aportan los estudios antropológicos.
LA ANTROPOLOGIA DEL
AFRICA DEL NORTE COMO FUENTE HISTORICA DE LA REGION
Los actuales tipos
raciales del Magreb y Sahara
Del análisis de las características raciales de las
poblaciones actuales del Magreb, Cabot Briggs ha venido a diferenciar
cuatro tipos humanos bien característicos tras una concienzuda
y bien llevada labor investigadora:
Tipo A: Hiperdolicocéfalo con occipucio muy saliente. Es el más
antiguo tipo humano sapiens de Africa, descendiente del tipo de
CombeCapelle, o sea, paleomediterráneo. Se le conoce con el
nombre de raza de Mechta el Arbi o de Afalu bu Ruhmel. Tipo B:
Mediterráneo africano dolicocéfalo, venido del Medio
Oriente y por el Alto Nilo. Para los antropólogos debió
tener contatcto con los boskopoides. Tipo C: Braquicéfalo, para
él de origen misterioso.Llegaría al mismo tiempo que los
mediterráneos y vendría del Oriente Próximo. Este
podría ser de origen europeo meridional. Tipo D: Mezcla de los
anteriores. El tipo A llegaría al Africa del Norte durante el
Paleolítico Superior avanzado.
El tipo B pudo llegar con el Mesolítico y con el Neolitico,
que sería una época de estabilización genética
en todo el Norte de Africa. Entonces llegarían negros como el
de Kef el Arab (Túnez) y el de la cueva de los Trogloditas (Orán).
Los hombres del Mechta el Arbi aún a veces se ofrecen puros en
el Neolítico del Africa del Norte. Hacia el segundo milenio se
piensa llegaron a Canarias. Son la base esencial de la población
del Magreb hasta la época actual. Parece evidente que hubo
movimientos de gentes diversas y afines. Podremos precisarlas con el
tiempo. Sabemos, por ejemplo, que los Laguatan (Luata) pasan de
Cirenaica a Tripolitania en el siglo I; de Tripolitania a Bizanea en
tiempos del Bajo Imperio; en tiempos de Ibn Haldun estaban en el Aures
y el Tiaret.
Algunos negros han avanzado entre los impulsos de estas gentes
blancas hacia el Norte. A veces, parece procedieran del Este de hacia
la región del Alto Nilo. Otros se replegarían hacia el
Norte al desecarse el Sahara y han llegado a ocupar algunas zonas del
mismo "tel1". En el siglo IV (310-307), cuando la expedición
de Agatocles, los griegos se admiran del color oscuro, como los etíopes,
que tienen los Asfodelodes. Gsell probó que este pueblo
habitaba el Norte de Túnez y N. E. de Argelia. Aún poseían
entonces carros de guerra los norteafricanos.
Otros tipos raciales
prehistóricos de Africa del Norte
A estos datos de la antropología aún se deben añadir
los resultados más recientes que nos prueban que en el Norte de
Africa y el Sahara habitaron primero los pithecantropinos como los
Atlanthropus y el hombre de Koro-koro del sur del Sahara hacia el
Tchat. Luego llegan los Neanderthales representados por el hombre de
Rabat y los restos humanos fósiles del Djebel Irhud en
Marruecos y Haua Fteath en Cirenalca. Luego penetró el tipo
humano de homo sapiens de Mechta el Arbi que creó la cultura
del Oraniense o Iberomauritano. Además, se ha podido definir
otro tipo humano: el de Ain Dokkara, al cual se debe la cultura
Capsiense. Era de tipo mediterráneo mezclado con algo de negro
y casi seguro llegó desde el S. E. del Magreb y Sahara Oriental
durante el Mesolitico. Estos resultados de la antropología
prehistórica y actual están de acuerdo en líneas
generales con los datos que ha logrado la intensa y paciente
investigación arqueológica de esta extensa región.
LA INVESTIGACION
PREHISTORICA Y LA RECONSTRUCCION HISTORICA DEL AFRICA DEL NORTE
Las culturas del
Paleolítico Inferior norteafricano
Más precisas noticias sobre la historia remota de esta extensísima
región nos aporta la investigación prehistórica
reciente. Por ella vemos cómo desde los comienzos del
Cuaternario, cuando aún vivían animales terciarios, un
ser industrioso tallaba en Ain Hanech, cerca de Saint Arnaud, entre
Setif y Constantina (Argelia), cuarcitas para lograr instrumentos de
forma simple y también esferoides toscos. Igualmente en otro
yacimiento, el de Ain Brimba (Sur de Túnez), se ven estos típicos
y primitivos artefactos tallados.
Deben relacionarse con, las industrias que los prehistoriadores
surafricanos llaman "Pebble-Culture y que se atribuyen a los
diversos grupos de Australopithecos, por hoy los más antiguos
precedentes del hombre como seres ya con capacidad de crear industrias
y tal vez fuego. Los hallazgos de estas primitivas industrias se van
extendiendo, conforme avanza la investigacíón, por todo
el Sahara y Norte de Africa en general. Sin embargo, la cronología
de las mismas es aún algo imprecisa dentro de su enorme antigüedad
de alrededor de un millón de años. Tampoco podemos,
hasta el presente, unir a estos vestigios de la industria humana
restos fósiles de sus realizadores.
Ya en época posterior v ivió en Africa del Norte, del
Mediterráneo al Atlántico y al Sur del Sahara y por la
región de Tchad, un ser más desarrollado, al cual se
atribuyen las industrias del Achelense con sus bellas hachas de mano
talladas sobre núcleos y lascas de silex y cuarcita. Tres son
los hallazgos antropológicos que de estos primitivos
precedentes del hombre se conocen en esta región. Pertenecen al
grupo de los Pithecanthropus y los tres son del más grande
interés.
El primero se halló cerca de Orán, en Ternifine
(Palikao), con industrias del Achelense Medio que pueden tener unos
350.000 años de antigüedad. Arambourg, su descubridor,
llamó al Pitecanthropus creador de aquellas industrias cuyos
restos las acompañaban "Atlanthropus". De fecha más
o menos semejante son otros restos del mismo ser, hallados con
industrias también achelenses en las canteras de Sidi
Abderraman, en Casablanca. Recientemente, otro Pitecanthropus algo
diverso y tal vez más antiguo se ha encontrado en Koro-Koro, al
sur del Tchad. Todo el Sahara debió de ser recorrido y habitado
por estos seres, pues los hallazgos de estas industrias humanas
achelenses van aumentando sin cesar.
Nos muestran una lenta evolución y en toda esta enorme área
geográfica no se produce, al parecer, cambio cultural alguno a
lo largo de varios milenios, en los que el territorio debió
pasar por períodos desérticos, tras los cuales recibiría
la lluvia suficiente para que una flora y fauna de estepa permitiera
al hombre cazador mantenerse en aquellas regiones. Sabemos aún
poco con seguridad sobre lo que fueron los periodos pluviales e
interpluviales en esta gran parte de Africa. Yacimientos
extraordinarios del Achelense como el de Sidi Zin, en Kef (Túnez),
Lago Karar y Abukir (Argelia), Casablanca y Ain Seba (Marruecos) y
tantos otros, nos aseguran que desde los comienzos del Cuaternario los
grupos humanos se sitúan hacia las fuentes y lagunas
interiores, señalándonos un aspecto de tendencia
constante en la región hacia la desertización. Pero sólo
sabernos como se produjo y se fue acusando el desierto durante la última
etapa de la Prehistoria de la región, como señalaremos más
adelante.
El Paleolítico
Medio en el Africa del Norte
Ya en el último período glaciar, el Wurmiense, penetra
en el tell del Magreb la cultura Musteriense, que fue desarrollada por
el hombre de Neanderthal. Esta raza está presente en Marruecos
ya en época temprana, como lo prueban sus restos fósiles
hallados en Rabat, de aspecto muy primitivo, a los que se han añadido
los de Djebel Irhoud. (Marruecos) y los muy tardíos del
Mugaret-el Aliya, en Tánger y los de Haua Fteath, en Cirenaica.
La industria Musteriense aparece sólo en las zonas costeras de
Marruecos con yacimientos como el de Kifan bel Gomari y Taforalt, en
Argelia, con el de Retaima en Marruecos y en Túnez con los de
Sidi Zin; Ain MIrotta; Ain Meterchen; Sidi Mansur. Es importante el de
El Guettar, en Ued Akarit (Túnez), donde la industria
Musteriense se desarrolló con un clima más fresco y húmedo
que hoy, favoreciendo a una flora de selva mediterránea con
fresnos, olmos, cipreses, álamos blancos, etc... Sin embargo,
no tenemos para fechar el Musteriense más referencias cronológicas
que las que da el Ateriense, cultura típica del Norte de Africa
y del Sahara y que se desarrolló a continuación como una
etapa especial y perfeccionada del Musteriense en el Africa del Norte.
El Ateriense fue contemporáneo y posterior a la playa del
Interestadio del Rixdorf, que se desarrolla entre el glaciar Würm
I o glaciar del Warte y el glaciar Würm II o del Vístula.
Así pues, el Musteriense seria posterior a la playa del período
interglaciar del Riss al Würm, llamado Eeniense, y se debió
desarrollar también durante el período glaciar del Würm
I.
Muy importante es señalar que el Musteriense alcanza sólo
las regiones mediterráneas que van de Túnez a Marruecos.
No penetra en el Sahara y no ofrece hasta el presente yacimientos
hacia el Este que lo enlacen con Palestina y las industrias
musterolevalloisienses del Valle del Nilo. Además, su tipología
antigua le enlaza con el Musteriense europeo de puntas talladas con
finos retoques, que está representado por la tipología
que ofrecen los yacimientos franceses de La Ferrassie y l'Ermitage y,
en general, el Musteriense centroeuropeo, como el que vemos en
Ehringdorf, en Alemania, y no con el Musteriense de Palestina y Siria,
que ha sido paralelizado con el llamado Musteriense típico
europeo, tipo La Quina nivel 3 y Hauteroche estratos 4 y 5. Por ello,
cabría pensar que el Musteriense norteafricano fue una
penetración desde nuestro continente europeo a través
del sur de Italia y Sicília cuando los niveles marinos bajaron
al máximo y, tal vez, pudieron ser atravesados a pie seco los
estrechos de Sicilia, pues no parece existió nunca comunicación
a través del estrecho de Gibraltar, donde el mar ofrece mucha
mayor profundidad. Luego, la cultura musteriense tuvo en el Africa del
Norte larga duración, prolongándose con la llamada
cultura Ateriense, simple y tardía evolución del
Musteriense y que debemos atribuir también al hombre del
Neanderthal.
La larga perduración del Ateriense le permitió
alcanzar formas muy evolucionadas, sobre todo hacia Marruecos
septentrional y también por el extenso Sahara desde el Atlántico
al Nilo. Un clima cada vez más húmedo favoreció
su expansión según se ha podido comprobar por los análisis
polínicos de algunos yacimientos, como el de In-Eker en el
Ahaggar, donde el pino de alepo, el cedro atlántico y los
arbustos mediterráneos, como el celtis afr. australis, nos
aseguran que cuando se desarrollaba la industria Ateriense un bosque
de árboles y un manto de sabana húmeda cubrió lo
que hoy es absoluto desierto. El mismo paisaje forestal, ciertamente
muy diferente al actual, nos lo aseguran otros yacimientos aterienses
gracias a los análisis polínicos realizados
recientemente. Así el Od-Djuf-el-Djemel hacia la parte desértica
de Marruecos, donde los fresnos, pinos y otros árboles y
arbustos nos muestran la extensión de un tipo de selva mediterránea
en las zonas hoy muy esteparias o desérticas, la cual sólo
se ha conservado en pequeñas áreas del más alto
Atlas y del Rif.
Fue en Marruecos y en el Sur del Sahara donde los
aterienses perduraron más. Seguramente, sólo al final
del cuaternario son eliminados de las zonas del tell norteafricano por
el homo sapiens, que introduce la cultura de hojas del Oraniense o
Iberomauritano. En el Sahara meridional aún debieron perdurar
mucho más, a juzgar por la belleza y evolución de las
numerosas estaciones que esta cultura nos ofrece. Sin embargo, no es
posible aún precisar con seguridad si fueron, como parece, los
neolíticos quienes eliminaron e hicieron desaparecer a los últimos
neanderthales del ateriense de aquellas regiones o si se habían
extinguido ya al llegar esta nueva etapa cultural. Hasta el presente
faltan yacimientos con clara estratigrafía u otros datos cronológicos
que aclaren esta cuestión.
El Paleolítico
Superior y el Mesolítico norteafricanos
Entre tanto, los hombres de Neanderthal y su industria ateriense
fueron poco a poco eliminados por una nueva población que
desarrollara la cultura oraniense en toda la región costera,
desde la Cirenaica y el golfo de Gabes al sur del Marruecos atlántico,
con algunos yacimientos esporádicos hacia el interior, como
Colunnata aún en el tell y Bu Saáda el Hamed ya en la
zona esteparia casi desértica. Se caracteriza la nueva
industria lítica por su gran progreso sobre todas las culturas
anteriores. Nos ofrece hojas con sección triédrica;
hojas puntiagudas, medias lunas, hojas triangulares obtusas y
escalenos. Son puntas para javalinas y puntas de flechas para arcos.
La proporción de estos tipos ayuda a establecer la cronología
y evolución de esta cultura. Se han podido precisar bien tres
etapas en su tipología y desarrollo: El Oraniense 1 o industria
llamada del "Horizonte Colignon" El Oraniense II, y el
Oraniense III, ya desarrollado durante el Mesolítico pleno y el
Neolítico.
El Oraniense es en conjunto una cultura con
industria mediocre. Se desarrolla sólo en el tell. No tiene
arte, pero sí ofrece algo de industria de hueso, aunque muy
simple, pero, eso sí, más que el Capsiense Típico,
aunque menos que el Capsiense Superior, culturas que describiremos más
adelante y al lado de las cuales vivieron los hombres de la raza
llamada de Afalu-bu-Rhumel o de Mechta el Arbi, que fueron los
creadores del Oraniense o Iberomauritánico. Su gran modernidad
frente a lo que se había supuesto queda probada por el Carbono
14 en la Cueva de los Pichones, de Taforalt (Marruecos), donde se han
conseguido fechas en los siguientes estratos, todos con industria del
Oraniense II:
Nivel II 8850 ± 400
Nivel VI 10120 ± 400
Nivel VIII 8850 ± 400
Necrópolis 9950 ± 240
Así, hoy, es prudente fijar que esta cultura
Oraniense debió comenzar su desarrollo en el Magreb antes del
10000. El período denominado "Horizonte Collignon" o
sea, el Oraniense I se debe suponer se desarrollaría entre el
12000 y el 10000 a. de J. C. El Oraniense II entre el 10000 y el 7000
y el Oraniense III iría del 7000 al 4000 a. de J. C. Así,
entre el 12000 y el 4000 a. de J. C. se desarrollaría la
cultura Oraniense en Argelia mediterránea y Marruecos.
Luego, hacia el 4000 a. de J. C., más o menos, penetra el neolítico
matizando y transformando esta cultura. Estas fechas son aún en
gran parte problemáticas y esperan ser fijadas con mayor
exactitud, pero vienen aconsejadas por las fechas citadas de los
niveles del Oraniense medio de la.cueva de los Pichones, en Taforalt,
y, sobre todo, por las culturas de hojas de las regiones de Cirenaica
y el mismo Egipto, con las cuales se relaciona el Oraniense, aunque
cada zona geográfica de Africa del Norte ofrezca indudablemente
una gran personalidad durante el Paleolítico Superior.
Hoy sabemos bien que desde estas regiones
orientales, Tripolitania, Círenaica y Egipto, es de donde
llegaron los homos sapiens, que penetran siguiendo la costa hasta
llegar a la región de Casablanca. En Cirenalca tenemos esta
cultura de hojas en la cueva de El Dabba, que se desarrollaba hacia el
14000 a. de J. C. Luego, aún más cercana tipológicamente
al Oraniense, es la industria lítica de hojas de Haffet el
Tera, en la misma región, fechada antes del 12000 a. de J. C. y
sobre todo Haua Fteath cuyos niveles, XVIII a XI, muestran todo el
desarrollo de esta cultura en la región donde el llamado por
Mac Burney Proto-Oraniense nos muestra allí las etapas finales
del Paleolítico Superior en aquella región. Del 17000 al
8000 se han podido fechar los citados estratos.
También, la penetración de estos homo sapiens desde
Palestina se nos ofrecen en los yacimientos de Turah, Heliópolis
y Abu Guwair, en Bajo Egipto, y, sobre todo, en las industrias líticas
que se han podido diferenciar y fechar en la región del Alto
Egipto, sobre todo en Kom-Ombo.
Unas y otras nos muestran los contactos con las tradiciones de la
industria lítica levalloisiense de la región. Unas más
acusadas son más personales en sus tipo y evolución.
Otras menos se acercan más al Oraniense I del "Horizonte
Collignon" Se distinguen en Kom-Ombo el Silsiliense, que se ha
fechado en el 16000 a. de J. C. y que parece relacionarse con la
industria de hojas hallada cerca de Wadi Halfa, ya en el Sudán,
igualmente datada por el Carbono 14 hacia el 16000 a. de J. C. Es la más
cercana al Oraniense.
Por el contrario, el llamado Menchiense recuerda más la
industria de tipo auriñaciense, de su lugar de origen, que fue
Palestina. Luego aparece una industria de hojas truncadas llamada
Sebekiense, parecida grandemente al Anteliense de Siria y Palestina.
En Kom-Ombo se la puede fechar poco antes del 12000 a. de J. C.
Pero la industria que más se generalizó por todas
aquellas regiones fue el Sebiliense, que ofrece tres etapas cada vez más
influidas por el microlitismo, que se han denominado y fechado- con el
Carbono 14, así: Sebiliense I, del 14000 al 12000 a. de J. C.
El Sebiliense II, del 12000 al 10000, y Sebiliense III, del 10000 al
9000 a. de J. C.
Esta industria pudo nacer del Mustero-levalloisiense
de la región, como opinaron Viguard y miss aCtom-Tompson, pero
es más lógico relacionarla con una aportación del
homo sapiens fósil mediterráneo cuyos restos fósiles
han sido hallados recientemente en Argin, cerca del Wadi Halfa con
vestigios de este paleolítico superior evolucionado, el cual
debió penetrar hacia Abisinia y el Africa Central. Los restos fósiles
de estos hombres han sido ya definidos como eritroides o
Proto-Caucasoides, rama del hombre afromediterráneo que filológicamente
llamaremos protocamítico, base de la población que
veremos actuar en todo el Africa del Norte, con diferencias culturales
y mixtificaciones étnicas, sobre todo con los negros. Estos ya
aparecen en la época que nos toca historiar. En realidad cada día
aumenta nuestra información para poder reconstruir la historia
lejana de la región no sólo en lo que se refiere a los
restos humanos fósiles hallados, sino también a los
vestigios conservados hasta nosotros de la cultura material de
aquellos tiempos.
De ese mundo cultural que nos refleja la industria lítica
de hojas con acusada tendencia al microlitismo cada vez mayor, debió
nacer la cultura capsiense que se presenta ya formada y en plena época
geológica actual, no mucho antes del 6000 a. de J. C. en que
aparecen fechados sus más antiguos yacimientos, como señalaremos
a continuación. Su dispersión queda bien situada en la
región de la Cirenaica, al Sur de Túnez y en el S. E. de
Argelia, sin llegar en el Magreb a la región costera, donde el
Oraniense sigue su desarrollo. El origen del capsiense es aún
hoy enigmático. Por una parte, el microlitismo que lo
caracteriza se nos ofrece ya abundante en las etapas más
avanzadas del Silsiliense y del Sebíliense. También
aparece en la cueva de "Haua Fteah", de Cirenaica, antes de
aparecer el Neolítico. En el Sahara sólo tenemos el
yacimiento de Raggan, que Fitte, Dunville y Vignar consideraron como
capsiense, atribución que ha sido rechazada recientemente por
Ph. Smith.
Los hombres que propagan el capsiense eran de tipo
diverso a los de la raza de Mechta el Arbi. El hombre capsiense lo
define el tipo de Ain Dokkara y el de Khanguet el Muhaad. Eran
mediterráneos que habían adquirido ciertos -caracteres
negroides, aunque podemos saber poco de su raza por utilizar sus
huesos para fines diversos, lo cual hace muy raros los hallazgos
antropológicos útiles para poder definir bien el pueblo
capsiense.
Llegan hacia el 8000 a. de J. C. a las costas de Cirenaica, y hacia
el 7000 al sur de Túnez y Argelia con una cultura ya formada:
hojas de tipo auriñaciense, formas gravetienses y, sobre todo,
microlitos geométricos.
Su característica es la rapidez de su expansión
y de su desarrollo. Hoy se pueden definir bien tres etapas. Primero se
nos ofrece el Capsiense Típico, al cual sucede enseguida el
Capsiense Superior y a éste el Neolítico de Tradición
Capsiense. La cultura Capsiense tuvo un éxito fulminante. Llegó
formada. Tiene arte desde sus comienzos, como nos lo muestran los
huevos de avestruz y las piedras grabadas que aparecen en los
yacimientos.
Parece que ya en la etapa del Capsiense Superior alcanza la Argelia
occidental, creándose incluso una facies llamada el Keremiense,
que no es sino una rama del Capsiense Superior. Otras grandes facies
regionales se van pudiendo establecer, como el Inteergetuloneolítico
hacia Túnez; el Tebesiense en la región de Tebesa; el
Setifiense hacia Setif ya en la zona del actual desierto; el Tíariense,
grupo lateral del Capsiense Superior, ya en la zona desértica
del Tiaret, en el Atlas argelino. Para datar el desarrollo y expansión
de esta cultura tenemos más datos precisos que para orientarnos
sobre su origen. Citaremos algunos yacimientos de tipología
bien definida y datados por el Carbono 14.
El-Mekta (Túnez) con su industria del Capsiense Típico,
o sea, de la primera etapa evolutiva de esta cultura, se ha datado por
el Carbono 14 en 6450 ± 400 años a. de J. C. Ofrecía
entonces el interior hoy desierto de Túnez un paisaje más
húmedo, como lo prueban los análisis polínicos
que nos aseguran una gran extensión de la Phillyrea media.
Otras fechas para esta misma etapa cultural nos las ofrece el
yacimiento de Bostal Fakher (Túnez) con dos pruebas de Carbono
14 que ha dado las fechas del 5650 ± 200 y 4980 ± 200 a. de
J. C. Confirmándonos cuanto venimos exponiendo sobre el
desarrollo de esta cultura. Así puede establecerse que desde
algo antes del 6500, hacia el 7000 a. de J. C. llegaría la
cultura capsiense al sur de Túnez y S. E. de Argelia ya
formada, iniciando su desarrollo y expansión rápida por
todo el sur del Atlas argelino y marroquí, pero sin penetrar
hacia el "tell" mediterráneo.
Luego, se desarrolla la etapa segunda de su creación
tipológica que se denominaría Capsiense Superior. Este
ha podido fecharse en el yacimiento de Khanguet el Muhaad (Argelia) en
el 5350 ± 200 a. de J. C. y en el de Dra-Mta-el-Ma-el-Abiot también
del desierto argelino en el 5050 ± 200 a. de J. C. Allí se
nos ofrecía entonces una flora típica que denuncia una
mayor humedad. Crecían alrededor del yacimiento los bosques de
pinos de Alepo, de cedros y de robles (Quercus ilex). No es de extrañar
que en un Sahara de praderas de sabanas húmedas viviera toda
una fauna abundante de gacelas, variados antílopes, búfalos,
toros salvajes onagros, elefantes, hipopótamos y rinocerontes,
jirafas, avestruces y demás animales que sólo se nos
ofrecen hoy en las sabanas del borde de las regiones centrales del
continente. Los hombres capsienses cazaron abundantemente estos
animales y se extendieron por grandes áreas de lo que hoy es
desierto.
Cabe suponer con fundamento que fueron orillando a los continuadores
de la cultura ateriense que seguramente pertenecían a la raza
de Neanderthal y que poco a poco dan paso a una población de
hombres más o menos blancos de tipo sapiens mediterráneo
norteafricano como nos los denuncian los citados cráneos de Ain
Dokkara y de Khanguet el Muhaad. Pero la realidad es que nos faltan
hallazgos antropológicos que nos den más segura precisión
sobre la raza de los pueblos blancos que se expanden por todo un
Sahara entonces suficientemente regado para ser habitado por el
hombre.
La llegada del
Neolítico al Magreb
Cuando el Africa Septentrional y el Sahara alcanzaban el máximo
de humedad de este periodo llegó a toda esta gran parte del
continente africano la gran revolución neolítica. El
Neolítico es el paso más trascendental en la historia de
las sociedades humanas, pues representa la producción de los
alimentos por voluntad del hombre que potencializa rápidamente
siglos de experiencias de su vida anterior de cazador y recolector.
Algunos animales domésticos y algunas plantas adecuadas para su
cultivo artificial, asientan sobre las bases seguras del pastoreo y la
agricultura la producción de alimentos con los cuales los
grupos humanos pueden asegurar su subsistencia al margen de la caza y
la recolección de productos naturales, cuya posibilidad siempre
era muy limitada.
El Neolítico parece llegó al Africa
del Norte desde Asia Menor don de se origina en las regiones que
forman el llamado Creciente Fértil. De allí proceden los
animales domésticos básicos: oveja, cabra, cerdo, pequeño
toro; los cereales como el trigo, la cebada, el mijo, escanda, etc.
Sin embargo, para muchos prehistoriadores en Africa pudo haber nacido
independientemente algún foco neolítico hacia el Sureste
del Sahara o en las cercanías del Alto Nilo. Todas estas tesis
resultan muy hipotéticas y sin base segura en tanto que los
datos cronológicos que poseemos nos dicen cómo
atravesando el istmo de Suez, se expande el Neolítico poco a
poco por todo el norte de Africa viniendo de Oriente Medio. Penetra
primero en la región del Delta del Nilo, donde nos ofrece los
yacimientos más antiguos. Luego sigue dos rutas diversas al
parecer: una, valle del Nilo arriba; otra, por la zona costera
mediterránea. Ambas corrientes civilizadoras acabaron entrecruzándose
luego en el lejano Occidente del Magreb, como veremos más
adelante en nuestra síntesis expositiva, sobre este
trascendental fenómeno histórico-cultural, que nos viene
ofreciendo, gracias a las recientes investigaciones en toda esta región
y sobre todo en el Sahara, los más sorprendentes hallazgos.
Los yacimientos prehistóricos de esta nueva
etapa del Africa del Norte, y sobre todo las fechas absolutas logradas
para algunos de ellos, nos marcan dos rutas de influencias culturales
como hemos señalado. La primera sigue la región mediterránea
del este al oeste. Comienza en el delta del Nilo y en la región
cercana del Fayum, con la cultura primera del neolítico egipcio
que nos ofrecen los yacimientos de Merinde (Marmada beni Salamah) y
del Fayum. En este último lugar se ha podido precisar para la
etapa inicial de esta cultura llamada Fayum A, dos fechas del Carbono
14: 4441 ± 180 años y 4.145 ± 250 años a. de
J. C., o sea, que la fecha intermedia para la etapa más antigua
de los primeros agricultores de aquella región sería el
4228 a. de J. C. Entonces la región desértica que rodea
el Fayum ofrecía un paisaje con abundantes arbustos como la
celtis integrifolia.
Hacia Cirenaica, ya en la actual Libia, la cueva de "Haua
Fteah" nos ofrece un nivel IX del Capsiense líbico, aún
sin cerámica ni vestigio alguno de animales domésticos
ni agricultura. Su cronología más o menos llegaría
hacia el 5000 a. de J. C., dada la fecha que se ha establecido para el
nivel VIII del yacimiento citado en el que aparece francamente el neolítico,
con cerámica diversa, alguna con impresiones de rueda dentada o
peine de tipo sahariense y muchos restos de animales domésticos.
Este nivel ha sido datado el 4400 a. de J. C., pero se piensa podría
iniciar su desarrollo esta cultura a partir del 5000 a. de J. C. como
máximo.
Así podemos pensar con buen fundamento que entre el 5000 y el
4000, el Neolítico avanzó por la zona mediterránea
del Africa del Norte y llega a transformar la cultura capsiense mogrebí
que ahora recibe una enorme expansión hacia el Sur y hacia
Occidente que no logró alemuar durante las dos etapas
anteriores: del Capsiense Típico y del Capsiense Superior. Esta
nueva y brillante fase de la cultura capsiense se ha denominado Neolítico
de Tradición capsiense y representa uno de los momentos de
mayor interés en la Prehistoria de la región, pues la
nueva etapa cultural asimila elementos diversos e influye sobre el área
de la cultura oraniense que se había mantenido aislada en el
oeste de Argelia y Marruecos hasta que, poco a poco, asimila, por una
parte, las influencias del Neolítico capsiense, por otra, las
aportaciones que desde España alcanzan al Oranesado y al norte
y oeste de Marruecos, como veremos.
Son muy instructivas las fechas que vamos obteniendo
para todo este proceso histórico cultural del Norte de Africa.
En Túnez se nos ofrece el yacimiento de Jaatcha. Un abrigo con
industria del Neolítico de tradición capsiense que ha
sido fechado el 3050 ± 150 años a. de Jesucristo. Luego
hacia Argelia nos faltan yacimientos con cronología absoluta,
pero sí se ve con claridad que se desarrolló más
al oeste en la región del "tell", después del
Oraniense, un neolítico muy peculiar en el que la industria lítica
recibe las influencias y aportaciones del neolítico de tradición
capsiense, pero es mucho más pobre y de técnica
mediocre. Lo mismo ocurre con la industria ósea, en la que ningún
objeto llega a la finura que nos ofrecen las estaciones capsienses de
más al este y más al sur. Los huesos de avestruz son
raros y en muchas pocas ocasiones decorados.
La cerámica es más abundante, mucho más
decorada que en el mundo capsiense y más cuidada que en los
yacimientos de aquella cultura. Resulta evidente su origen mediterráneo
como nos lo señalan sus fondos cónicos y sobre todo su
rica y personal decoración que la relaciona con el Neolítico
I español.
Sobre esta zona neolítica no cabe duda que se ejerció
durante esta etapa una clara 'influencia española que luego se
prolonga a lo largo del Bronce I hispano con la adaptación de
sepulturas megalíticas y con la introducción del vaso
campaniforme con decoración de punzón e incisa; pero es
muy rara la aparición de la cerámica ornada con
impresiones hechas con peine de alfarero de carácter
sahariense. No tiene este neolítico costero ningún arte
mueble, quedando reducido su gusto artístico a las
composiciones de motivos decorativos que ofrece la cerámica.
Se ha podido comprobar que los hombres que realizan esta personal
cultura neolítica del tell norteafricano son de la raza de
Mechta-el-Arbi, que introdujo el Oraniense y continúa desarollándose
en el litoral y en las montañas del tell, sin ofrecer una
barrera cerrada a las aportaciones venidas del mundo marítimo
mediterráneo, ni a las que llegaban de las estepas saharianas;
de la una tuvo, sobre todo, la cerámica; de la otra, toda la
transformación de su industria lítica en la que aparecen
más y más los microlitos conforme avanza en su
desarrollo histórico.
Un aspecto evolutivo semejante ofrece el neolítico
por el litoral marroquí. La investigación reciente nos
ha aportado algunas buenas estratigrafías para ver el
desarrollo de esta cultura. Un buen ejemplo es la cueva de Gar Kahal,
situada en las montañas que se levantan al sur del estrecho de
Gibraltar, entre Ceuta y Tánger, de ella tenemos una buena
estratigrafía obtenida por las excavaciones españolas de
M. Tarradell. En todos sus niveles aparece cerámica impresa e
incisa, con la cual comienza la presencia del Neolítico. Luego,
vemos cómo a la cerámica cardial la sucede la cerámica
acanalada, paralela a nuestro Bronce I; después, la cerámica
campaniforme, y, finalmente, la cerámica a la almagra, propias
también de los estadios más avanzados de esta cultura
del Bronce I Hispano. Es evidente que todos estos elementos culturales
proceden de España.
Ofrece un singular interés por su cada vez mayor expansión
la aportación del vaso campaniforme que ya conocía la
metalurgia; así, hay que añadir la llegada de los
objetos de metal desde la Península, los cuales aparecen tanto
en algunos hallazgos, como representados en el arte rupestre de las
montañas marroquíes.
Los ídolos de cerámica de la cueva de
Achacar, los tipos de ídolos antropomórficos, son
igualmente una variante de la misma familia de ídolos del
Bronce I, que van desde el Oriente mediterráneo hasta Iberia.
También a lo largo del litoral atlántico estas
corrientes fueron avanzando hasta alcanzar la región de
Casablanca, como lo demuestra la cerámica de El-Kiffen
recientemente estudiada, clara derivación local de nuestras cerámicas
del período del Bronce I hispano. Es de gran interés el
haber podido lograr dos fechas con el análisis del Carbono 14
para este yacimiento del neolítico reciente del Magreb.
Una es del 1342 ± 80 años a. de J. C. Otra es de 1142 ±
200 a. de Jesucristo. Tales fechas nos prueban el retraso de todo el
neolítico marroquí con relación a lag regiones de
más al este y al sur y también con relación a
España, de donde en gran parte deriva. Estas corrientes españolas
no se sabe hasta dónde penetraron en el sur y hacia el interior
de Marruecos. Fragmentos campaniformes se han recogido en la región
de Saïda y también al pie de los grabados rupestres de la
región de Tiut, ya en plena zona hoy desértica.
Hemos de señalar que el neolítico del Oeste magreví
es pobre a pesar de estas decisivas aportaciones hispanas., Tampoco
ofrece manifestaciones artísticas, lo cual le separa claramente
de todo el resto del Sahara, por donde se desarrolló todo un
grupo de provincias artísticas de una vitalidad extraordinaria,
como analizaremos a continuación.
El origen y
desarrollo del Neolítico en el Sahara
Una de las aportaciones claras que debemos a las más recientes
investigaciones ha sido esclarecer los ricos y variados documentos del
período Neolítico que el inmenso Sahara ha ido
ofreciendo del Este al Oeste y del Sur al Norte.
Podemos hoy asegurar, como ya hemos señalado
en páginas anteriores, que entre el 5000 y el 4000 la nueva
vida que para el hombre representa el Neolítico avanzó
no sólo por las regiones costeras del Africa del Norte, sino
siguiendo el valle del Nilo. Allí, tras el Neolítico
Antiguo de Merinde, del Fayum y de otros lugares, vemos aparecer focos
nuevos de esta cultura en el Alto Egipto, como Deir Tassa. Unos 1000 años,
hasta el 4000 a. de J. C., se puede establecer que dura la ocupación
del borde del valle antes de la penetración de las colonias de
agricultores a lo largo de la zona que alcanza la inundación en
el Valle del Nilo. Poco a poco transformaron la región en el
inmenso vergel que alimentara la numerosa población que nos
ofrece ya el Egipto Predinástico. A lo largo de este período,
que duró todavía otros 1000 más, transcurren las
culturas del Nagada; el Amratiense, el Gerziense y el Semainiense,
hasta que Menes, más o menos hacia el 3000, funda la Primera
Dinastía y el Egipto faraónico nos ofrece el rápido
desarrollo de su cultura moral y artística. Mejor que los
tiempos neolíticos conocemos el desarrollo cultural de los
periodos predinásticos o culturas de Nagada. El Amratiense o
Nagada 1 se desarrolló entre el 4000 y el 3500. Tenemos dos
fechas de Carbono 14 para esta cultura que dan el 3790 ± 300 años
y 3627 ± 300 a. de Jesucristo: el -Gerziense o Nagada II que le
sucede iría entre el 3500 y el 3200 a. de J. C.; el Semainiense
o Nagada III entre el 3200 y el 3000, dejando paso a las, dinastías
predinásticas, y, finalmente, al establecimiento desde el Alto
Egipto del estado faraónico unificador fundado por Menes.
Más al Sur le la Primera Catarata no llega el Neolítico
al parecer sino muy tarde. La Baja Nubia entre Asuán y la
Segunda Catarata al sur de Wadi Halfa parece poderse asegurar que
pueblos mesolíticos cazadores siguen desarrollando su cultura
hasta que en tiempos de la cultura de Nagada I o Amratiense se inicia
la presencia de la primera cultura de agricultores y pastores que
denominamos de Bahan y `que sólo deberá fijarse su
desarrollo a partir del 3500 a. de J. C., sin que tengamos aún
fechas absolutas seguras.
Más al sur de la Segunda Catarata el Neolítico
nos ofrece, ya en el Sudán, la cultura de Gezira Dabarosa, que
parece relacionarse y derivarse de un foco cultural muy antiguo y
personal, cuyos yacimientos principales aparecen en Jartum y en la
región cercana. El mejor conocido es el de Es-Shaheinab, con su
cerámica ricamente ornada con peine, ruedecilla, en zonas de
rayas paralelas onduladas con la típica ornamentación
cerámica llamada de "waby line". La cronología
que el Carbono 14 ha concedido a este yacimiento es el 3495 ± 380
a. de J. C. Entonces las regiones desérticas del Sudán
estaban más regadas y abundaba la celtis integrifolia entre una
flora de sabana húmeda.
Nada se opone a que el hombre neolítico de
Es-Shaheinab proceda de más al norte y sea una lejana
influencia de los neolíticos de la cultura Bahan, aunque su
personalidad sea muy acusada, pero el período anterior neolítico
al que llamamos Jhartum Primitivo de más al sur, inclina a
muchos prehistoriadores a sostener un origen diverso tal vez indígena
para este neolítico tan típico de las sabanas del Sudán
que se nos ofrece también luego en Wannyanga, en el Enedi, en
el Acacus y hacia todo el sur del Sahara. Es evidente que una
corriente neolítica desde el Alto Nilo alcanzó la región
al sur de la zona sahariana septentrional extensísima donde se
desarrollaba el Neolítico de Tradición Capsiense. El
neolítico que podríamos llamar sudanés contrasta
con el Neolítico de Tradición Capsiense. Este último
se extiende desde el Norte del Tibesti y del Hoggar hasta el Atlas y
se caracteriza por la pobreza de su cerámica, la riqueza de su
silex y la abundante aparición de arte mobiliar, sobre todo de
los huevos grabados de avestruz. La provincia neolítica del sur
del Sahara o del Neolítico Sudanés es una provincia
caracterizada por un rico y bello arte rupestre grabado y sobre todo
por una gran riqueza y variedad de pinturas rupestres apareciendo
también en los yacimientos una cerámica muy bella. Su
industria lítica por el contrario, es algo mediocre, pobre en
microlitos y en puntas de flechas.
También aparece bastante industria de hueso
que ofrece peines y punzones, cuentas de huesos de avestruz y hasta
arpones decorados. En algún caso ha llegado esta cultura -a
poseer, al norte del Chad, cerámica decorada zoomorfa de un
estilo muy particular, según los hallazgos publicados por
Courtin; los arpones en hueso y en marfil encontrados en diversos
yacimientos desde Es Shaheinab al Atlántico nos dan idea de que
estos neolíticos recorrieron el Enedi, el Tassili, el Air, el
Acacus, y el Hoggar, hasta llegar al Sahara español, como
veremos.
A esta facies neolítica del sur del Sahara se quiere llamar
ahora "teneriense" por la riqueza ofrecida por el yacimiento
de Adrar-Buss en el Tenérè, aunque también se nos
ofrece en otros yacimientos más hacia el sur, como Meniet en el
Immidir. Muy importantes son las fechas obtenidas en algunos de los más
ricos y típicos yacimientos de este neolítico
sahariense.
El ya citado de Meniet ha proporcionado la fecha de 3450 ± 150 años
a. de J. C. Es decir, más o menos la de Es-Shaheinab. Entonces
crecían en el desiertico Tenéré, llamado hoy "el
desierto dentro del desierto", el ciprés, el pino de
Alepo, el cedro, el roble y otros arbustos de selva húmeda
mediterránea como la celtis afr. australis, el Zizyphus sp., el
Tamaris cf. gallica y otros.
La misma flora nos ofrecen los análisis polínicos del
ya célebre yacimiento de Adrar-Bus III, en pleno Tenéré;
su cerámica es igualmente de tipo sudanés, debiendo
haber atravesado el Tenéré viniendo del Zuarké y
el Kordofan, donde hallamos sus mismos tipos que difieren de otros que
se ven en el Sahel sudanés más al sur, aunque todos
debieron tener un origen común en el neolítico sudanés
del Alto Nilo, aún poco conocido.
El arte rupestre
norteafricano como dato histórico
Pero la más sorprendente manifestación cultural del
Neolítico sahariense es su rico y variado arte rupestre.
De los abrigos con pinturas de Tassili n'Ajjer y del Acacus proceden
algunas fechas de Carbono 14 aún sin publicar, pero que parecen
asegurar una enorme antigüedad a este mundo cultural. Del célebre
abrigo pintado de Sefar con arte de época ya avanzada, del
llamado período bovino, se ha dado a conocer la fecha de 3070 ±
150 años y 3080 ± ± 300 años a. de J. C. Pero
parece existen otras más antiguas que elevarían
grandemente el comienzo del arte rupestre de esta región hasta
el 5000 a. de J. C., aproximadamente. Otra fecha publicada es la del
yacimiento de Um Umagiat, en el Acacus, donde al lado de pinturas
rupestres del período pastoril bovino se halló hasta una
momia que pudo dársele una antigüedad total de 5405 ±
180 años, o sea, unos 3500 años antes de J. C., fecha
que coincide con la citada del abrigo pintado de Sefar. Pero si
aceptamos esta cronología deberemos admitir que los ritos
funerarios egipcios para la conservación de cadáveres,
propios de culturas avanzadas, tendrían precedentes entre los
pastores del Oeste del Valle del Nilo.
Aún es más desconcertante que cerca de
esta momia aparezca una representación de la barca solar
funeraria, claro influjo de la mitología egipcia. Sin embargo,
no queda aún claro qué elementos culturales aportó
el valle del Nilo a los pueblos y culturas de los pastores de las
regiones occidentales y hasta qué puntos éstas
desarrollaron su arte rupestre y demás elementos culturales
tempranamente y al margen de las culturas egipcias y en qué
parte fueron incluso elemento positivo aportado a su formación.
Hoy vemos que frente a A. Scharff, tanto H. Lhot como Mor¡ y
también Resch, se inclinan a sostener, por ejemplo, que el
culto del carnero de Amón llegó a Egipto desde el Oeste.
Para este último autor las representaciones de carneros con
discos solares que se ven en el arte rupestre del Atlas y del Sahara,
como el célebre de Bu Alem, serían de la época
del Bubalus antiquus y por lo menos mil años anteriores a la
presencia de las más antiguas representaciones del carnero de
Amón en el arte egipcio. Con esta tesis coincidiría la
opinión de E. Zyhlahrs para el cual los T'w país de Z'tj
citados en la lista VII de Tutmosis III serían los mismos
pueblos Thnw o hehenu o thenios repetidamente citados en las fuentes
egipcias, pastores de ovejas y vacas de los oasis occidentales, a los
cuales se debía el culto al toro y al carnero en sus diversas
manifestaciones en la religión egipcia.
Esta cronología de gran antigüedad para
las diversas manifestaciones del arte rupestre norteafricano no puede
ser hoy unánimemente admitida, aunque el carbono 14 la sostiene
repetidas veces. Nosotros nos inclinaríamos a esperar aún
nuevas investigaciones para ver claro el origen y desarrollo de todos
estos círculos artísticos norteafricanos y saharienses
antes de establecer, como se viene haciendo, conclusiones firmes que
se puedan dar por seguras. Es evidente que los pueblos pastores líbicos
dependieron y se relacionaron con Egipto y su cultura histórica.
Podemos utilizar datos en este sentido que contradicen la anterior 1
conclusión. Por ejemplo, el hombre armado con un hacha con
forma egipcia del Nuevo Imperio de buen estilo naturalista bovino, de
un abrigo rupestre pintado de Sefar en el Tassili no puede ser más
antiguo al 1500 a. de J. C. más o menos. También las
diversas figuras y composiciones repetidamente egiptizantes que se ven
entre varias de estas pinturas, parecen inclinarnos a sostener que
aquellos grandes artistas del Sahara Central se pudieron inspirar en
obras del Imperio faraónico. La misma momia de Um Umagiat
hallada y estudiada por Mor¡, las varias representaciones de
barcas y otros elementos culturales, nos harían inclinarnos a
esta misma conclusión.
No es éste el lugar para extendernos más
en estos problemas, pero sí diremos que a nosotros no nos
parece posible aún ver claro en su totalidad el desarrollo y
cronología de estas sorprendentes -provincias artísticas
que las tierras hoy desérticas del sur del Sahara nos ofrecen
Por otra parte, cada 'día esta región ve más
enriquecida con el hallazgo de nuevos conjuntos de arte rupestre más
o menos personales en técnica, estilo y temática, como
los que nosotros mismos estamos estudiando en el Sahara español.
Cada uno de estos descubrimientos regionales, sucesivamente aportados
en toda esa extensa región del Norte de Africa desde el Mar
Rojo al Atlántico, plantean nuevos problemas, no sólo
propios de tales provincias artísticas sino que influyen en la
total visión que sobre las creaciones del arte rupestre
norteafricano nos hayamos de formar y nos aconsejan ser prudentes en
toda valoración étnica y cronológica que hagamos
de los mismos.
Más seguro que las hipótesis sobre el
origen y desarrollo del arte rupestre del sur del Sahara es observar
que, conforme avanzó hacia el Oeste por el Sur del inmenso
desierto esta corriente cultural fuertísima, nos ofrece siempre
una cerámica rica y variada, pero algo más tosca que en
los otros yacimientos de más al este y al sur; pero siempre se
la ve como algo netamente africano, sin relación alguna ni con
el mundo magreví ni con las cerámicas mediterráneas.
Enlaza claramente con el complejo sahariano-sudanés.
Nuestros actuales conocimientos sobre-esta provincia artística
y cultural nos van permitiendo ensanchar y precisar nuestra visión
sobre el carácter y cronología del Neolítico del
Sahara, cada vez más con nuevos hallazgos, como los
proporcionados por las recientes excavaciones de Tamanraset, donde se
nos ofrecen los vestigios antropológicos de los creadores de
esta cultura. Estos nos muestran un pueblo mezcla de elementos
mediterráneos y negroides. Iguales son otros que se han hallado
más al sur, hacia Serla, Tamayamalet e Inget.
Toda esta interesante cultura del Neolítico
sahariano, como ya hemos dicho, poseyó un rico y variado arte
rupestre de pinturas y grabados de gran sugestión y
originalidad. Difiere, sin embargo, del arte rupestre del Atlas y
tampoco las pinturas rupestres alcanzan la zona más occidental
del Sahara. Constituyen, evidentemente, su más bella creación
cultural.
También tuvo un arte mobiliar de esculturas de animales en
piedra dura que recuerda las esculturas predinásticas del
antiguo imperio egipcio. Esta inspiración del arte faraónico
se nos ofrece también en muchas de sus pinturas tanto por su técnica
y motivos como la barca de ultratumba, como a veces por su estilo.
Sin embargo, como ya hemos señalado, resulta hoy muy difícil
establecer la interrelación de un mundo con otro, y lo mismo
ocurre cuando se trata de la cerámica y otros elementos que
pensamos llegaron del valle del Nilo, pues los investigadores
franceses e italianos han levantado a su favor la cronología
que aporta el Carbono 14 que parece da fechas más antiguas en
el Sahara que en Egipto para todos estos pueblos neolíticos del
Sahara que fueron agricultores pero que esencialmente vivieron como
pastores de ganado bovino.
El Neolítico
del Sahara Occidental
Más hacia el Oeste, por las regiones de Tanesruf del Sahara
mauritano, hallamos la prolongación de esta misma corriente
cultural del Neolítico sahariano, aunque aún no está
suficientemente documentada y definida. El Neolítico de esta
zona queda caracterizado por su excelente cerámica, por sus
ricas y variadas puntas de flecha y por la bella industria de arpones.
Las estaciones al sur de Tanesruf Tilen-si, Tames-nar ofrecen los
mejores hallazgos de todo el ara.
La decoración de la cerámica muestra impresiones
movidas y la técnica de las incisiones combinadas con zonas sin
decorar, pero cuidadosamente pulimentadas; las arcillas usadas para la
fabricación de esta cerámica son muy buenas. Hay huevos
de avestruz bien grabados; las piedras grabadas o esculpidas son
raras, en tanto que son muy frecuentes los recipientes o utensilios
fabricados con piedras duras. Hay objetos de adorno, sobre todo
cuentas de huesos de avestruz y de piedra. Lo más digno de señalar
es que toda esta zona, como las regiones de más al Este hacia
el Hoggar, parece quedan fuera de la influencia capsiense.
Tampoco llegan hacia aquí y más al
oeste las bellas pinturas rupestres, pero sí se nos ofrecen
grabados que no faltan tampoco más al Oeste hacia Mauritania y
el Sahara español. La provincia artística que nos ofrece
esta última región parece debería relacionarse
con algunos yacimientos que aparecen hacia el suroeste del Atlas
marroquí y argelino. Así resulta que el neolítico
del Sahara atlántico se nos ofrece como una provincia muy
compleja Los huevos de avestruz grabados aparecen no solamente al
norte de Rio de Oro -como ha dicho Camps Fabrier-, sino a lo largo de
toda la zona hasta la bahía la Agüera, que nosotros hemos
podido explorar y en otros yacimientos del interior como Mahbes.
Ello enlazaría esta región con la cultura de tradición
capsiense. Pero los hallazgos arqueológicos, sobre todo la cerámica
enlaza, no con el norte,como se ha supuesto, sino que todos los
materiales que hemos hallado son parecidos a los que ofrecen las
regiones del Tanesruf y el Tenére. Los vasos decorados de los
concheros del Sahara Español, desde la Sequia el Hamra y más
al Norte basta la Agüera, y lo mismo el del interesante
yacimiento de Mahbes, se parecen totalmente a las cerámicas del
sur de Sahara y del Sudán y no a los de Marruecos. También
aparecen vasos tallados en piedras duras como los de estas regiones.
Igualmente, la industria ósea nos ofrece los mismos elementos
de arpones y punzones que hallan sus paralelos en los yacimientos
citados del Sur del Sahara. Sólo el rico arte rupestre que
vamos descubriendo y estudiando tiene dentro de una personalidad
evidente, claras características que le unen a otros de hacia
el Norte, como los de la zona desértica del Sur del Atlas y los
niontes de Uarga, aunque no debemos olvidar que algunos hallazgos,
como las figuras grabadas, recientemente descubiertas en la cueva de
Ausert en el Tirig parecen relacionarse con otras que han aparecido
hacia el Hoggar y al sur del Sahara.
Para fechar las manifestaciones culturales de estas
regiones meridionales y occidentales del Sahara tenemos los
yacimientos de Sus-Marin, en el Adrar Tin-Terin (Sahara Central),
donde el Neolítico típico sahariense de la región
se ha podido datar en el 2770 ± 250 a. de Jesucristo.
Otro yacimiento, el de Tamanrasset II, en el Sahara Meridional, ha
dado la fecha de 1380 ± 250 a. de J. C. para una sepultura neolítica
simple. Otro yacimiento de tipología paralela, el de Zmeilet
Barka, se ha fechado hacia el 1000 a. de J. C. Luego a esta cultura
neolítica y a sus enterramientos simples, los suceden por todo
el Sahara los monumentos funerarios tumulares de tipología
diversa y aún imprecisa evolución y cronología.
Parecen ofrecer ínhumaciones de gentes mediterráneas que
fueron apartando la presión más o menos negroide que había
penetrado en todo el sur del extenso Sahara. Proceden, evidentemente,
de los enterramientos megalíticos del tell mediterráneo
del Magreb.
Durante todo el último milenio a. de
Jesucristo estas gentes se expanden por el Sahara central y meridional
hacia el Este y el Oeste. Ya han podido fecharse varias de estas típicas
sepulturas que ilustran el paisaje monótono de todo el desierto
continuamente; unas veces solas, otras formando pequeños
grupos. Las excavadas en Tejerlis dieron la fecha del 849 ± 120
a. de J. C. Otras de ElBarkat aportaron la fecha del 659 ± 120 a.
de J. C. Más moderna es aún la fecha del 10 ± 160
a. de J. C. lograda para el túmulo de Wadi Montana en el
Ferkane. También en algunos lugares del Immidir, como Ahelane,
se ha podido realizar análisis polínicos que nos
aseguran que ya a lo largo de¡ primer milenio a. de J. C. se había
terminado el último período húmedo que había
beneficiado al Sahara.
Así, en gran parte, todo este período de la historia
del Sahara marcado por la creciente desertización, corresponde
a la influencia que ejercen en el norte las culturas mediterráneas,
que acaban haciendo posible primero el reino númida y luego la
penetración romana, cuya enorme presión debió
desplazar hacia el Sahara a muchos pueblos que habitaban el tell y su
periferia y a los que corresponde el influjo de estas sepulturas
tumulares antes citadas.
El tránsito
del Neolítico a la Edad del Bronce en el Magreb
Para la mejor comprensión de las últimas etapas de la
cercana Prehistor ia del extenso Sahara y de todo el Magreb en
general, es preciso volver a analizar los últimos períodos
prehistóricos de la región septentrional, períodos
en los cuales el elemento indígena derivado de los
iberomauritanos u Oranienses de Marruecos y Argelia Occidental y de
los capsienses más cercanos al tell en Argelia Oriental y Túnez,
inician con el neolítico la recepción de elementos
culturales y étnicos llegados por el Mediterráneo, tanto
desde las cercanas tierras del sur de España como desde el sur
de Italia y sus islas meridionales.
Hoy podemos asegurar que el Neolítico antiguo
y reciente de Marruecos y del Oranesado parece proceder en gran parte
de España y se puede aún con mayores datos afirmar que
mientras se desarrollaba el neolítico en el Magreb ha llegado a
esta región el conocimiento de la metalurgia 0 ¡más
bien podríamos decir la importación de objetos de bronce
y otros muchos elementos culturales traídos por hombres
mediterráneos. Representan claramente la llegada de
colonizadores de raza mediterránea mesocéfalos o
subdolicocéfalos que también importan la oxidiana
procedente de las islas volcánicas del sur de Italia. Eran
gentes de menor talla que los de la raza de Mechta-el-Arbi. Sus
descencientes del tipo de los mediterráneos, gráciles,
con cabellos y ojos más claros que el resto de la población
norteafricana, se establecen en el tell y hoy son patentes, sobre todo
entre los pueblos del Rif y de la Kabila.
Los introductores de estas corrientes culturales
mediterráneas excavaron sus enterramientos en las rocas de la
región de Túnez, formando grandes necrópolis del
mismo tipo que las de Sicilia, como Castelluccio y otras de la Italia
meridional. Se llaman hanut, plural hauanet, y son un elemento
característico de la Prehistoria de Túnez y Argelia
oriental. Nos ofrecen puertas bien talladas en la roca, llamadas "biban".
Ante estos monumentos y los restos conservados de sus ajuares, es
preciso rectificar, frente a lo sostenido por Gsell y sus seguidores,
la tesis de que no hubo Edad del Bronce en el Magreb.
Además de tan claros elementos culturales de esta edad, vemos
a estos mismos hombres mediterráneos introducir los dólmenes
por toda la Berbería, tal vez pasándolos desde España.
Aún hoy son denominados con su nombre en beréber, basina
(Kerkur o Redjen en árabe), y forman parte del paisaje agreste
a veces desolado del Norte de Africa. Con estos monumentos han llegado
los puñales de cobre con lengüeta para el enmangue de tipo
ibérico, como el de Cap-Chemogua, las hachas de bronce y las
alabardas, también de tipo ibérico, los ya citados vasos
campaniformes, etc... ; toda esta corriente civilizadora debe fecharse
a lo largo del segundo milenio y continué tal vez ya a
comienzos del primero, mientras se desarrollaba en la Península
Ibérica el Bronce II hispano.
Finalmente del Sur por el Sahara y por los contactos marítimos,
llegan también los carros de combate que exigen conocimientos
de la metalurgia del bronce. Eran arrastrados por caballos, que son
los primeros de estos animales que penetran en la región.
Sabemos que el caballo no entró en Africa hasta la invasión
de los indoeuropeos hrikos en Egipto hacia el 1700 a. de J. C., por lo
tanto, sólo después ya avanzado el segundo milenio han
podido llegar estos animales al lejano Occidente y al Sahara.
Las
colonizaciones históricas en el Magreb
Finalmente, conocemos la colonización de los griegos en
Cirenaica y de los fenicios y los chipriotas desde Trípoli a
Mogador, realizada en el último milenio a. de J. C. Llegaron
con sus pacotillas a comerciar en el litoral norteafricano. Mas tarde
fundaron ciudades y ejercieron un Potente influjo con el conocimiento
de la metalurgia del hierro. El más representativo e influyente
de estos centros urbanos, focos de la nueva cultura, fue Cartago. Gran
potencia mediterránea llegó a rivalizar con Roma, la
cual, destruida Cartago, heredó en Africa la obra iniciada por
los fenicios y griegos.
La obra de estas ciudades convierten el Norte de Africa en un país
cada vez más acusadamente ligado a la historia del "Mare
Nostrum". A ello colabora grandemente el avance de la continua
desecación del Sahara, que vive sus últimos momentos de
explendor vital a partir del año 1000 a. de J. C. y luego va más
y más convirtiéndose en la inmensa área estéril
actual. Por otra parte, los países mediterráneos habían
alcanzado un gran desarrollo de la navegación debido al mejor
trabajo de la madera y al descubrimiento de la brea o pez para
calafatear los navíos. Gracias a estos adelantos técnicos
los comerciantes y colonos griegos y púnicos fueron
incorporando más y más todo el Magreb a la historia del
Mediterráneo, a cuya vida se vincula tras Roma. Su dominación,
al menos nominalmente, la continúan los vándalos y
Bizancio, pero sobre todo fueron los árabes los verdaderos
transformadores y unificadores de esta inmensa región.
Quien más influyó en el Norte de
Africa fue Roma, cuyo pujante imperio, ya en los finales del siglo in
y los comienzos del siglo II a. de J. C., vence y elimina a Cartago.
Hereda la continuidad y potencializa la obra que venían
representando las colonias griegas costeras de la Cirenaica, las
fenicias desde las Sirtes a Mogador e incluido el vacío que
deja la herencia del poderío púnico. Así, el
Norte de Africa llegó a tener un carácter mediterráneo
con reyes númidas que aspiran a ser soberanos helenísticos
y se impregnan en lo posible de latinidad. Pero sólo el "tell"
norteafricano llegará a aportar valores sustanciales a la
cultura latina, pues tal carácter lo llegaron a ofrecer sólo
las ciudades y fue obra de los ciudadanos, soldados y magistrados
romanos.
La población indígena, sobre todo hacia el Sahara, quedó
al margen de cuanto culturalmente representó la romanización
y sólo militarmente se sostuvo la obra de Roma desde sus
comienzos.
La historia no es explícita en la exposición
de todo este fenómeno histórico. Sabemos, sin embargo,
de las duras expediciones de Cornelio Balbo el 32, 30, 28 y 21 a. de
J. C. contra getulos y garamantes, por cuyas victorias recibió,
el año 19 a. de J. C., el honor del triunfo en el Capitolio de
Roma.
El año 3 de la Era otro cónsul romano, Possienus Rufus,
vuelve a recibir el mismo honor, pues estos pueblos del desierto que
los romanos no nos describen nunca, habían saqueado Aisuras
(Zanfur), y de nuevo el 5 y el 6 Cossius Cornelius Lentulus vuelve a
atacar y vencer a los getulos rebelados contra Juba, rey númida
instrumento de la romanización. El imperio romano fundó
ciudades y absorbe territorios para los colonos y conforme se asienta
la obra de Roma en el Africa del Norte, quedan sustancialmente
eliminados los pueblos indígenas, los cuales huyen hacia el sur
o son orillados en los montes y comarcas aisladas del Magreb, sin
recibir gran influjo de la nueva cultura que la romanidad representa.
Así nos traspasarán y conservarán hasta nuestros
días sus lenguas preromanas y muchos de sus tradicionales
elementos culturales a través de las épocas posteriores
por las que atravesará este país dominado por vándalos
y bizantinos y luego por el islamismo, al cual se incorpora tras la
conquista árabe.
Es evidente que el pueblo indígena del Magreb prerromano, del
que casi nada sabemos, mantuvo su cultura ancestral y se enraiza en el
inmenso Sahara, cada vez más estéril y más
refractario a los influjos mediterráneos, que primero Cartago y
luego Roma representaron en su historia. El hábitat humano de
todo el Africa del Norte se fue ciñendo más al tell
tunecino y argelino, mientras la desertización se agudiza más
y más, desarrollando después del siglo v, con la caída
de Roma y la ocupación de los germanos vándalos y luego
de los bizantinos, parte muy importante de la historia del mediterráneo,
pero con los árabes se desvincula de Europa y se une
espiritualmente al Oriente Medio, cuna de la islamización y del
arabismo.
La llegada del
Islam
En la segunda mitad del siglo VII de la Era Cristiana, con una
velocidad vertiginosa el mundo del Islam, con sus ideas, conquista por
las buenas o las malas toda esta extensa región, cuyo pasado
hemos historiado. Pacta con las reliquias culturales de los tiempos
pre-romanos que en muchas regiones aún perduran hoy, pero el
Islam supo superar cuanto hablan representado Roma y Bizancio como
fuerza civilizadora, incluido el Cristianismo, de cuya presencia en el
mundo rural indígena estamos escasísimamente informados.
Del Mar Rojo al Atlántico y del Mediterráneo a las
sabanas ecuatoriales, los secuaces de Mahoma dan un sello de unidad a
toda esta inmensa región, cada vez más desolada, cuyo
pasado nos ha dejado tantos vestigios y tantos problemas aún
por esclarecer, pero que no impiden ya que conozcamos las grandes Líneas,
de su historia, gracias a la paciente investigación que se va
llevando a cabo y que cada día nos ilustra más y mejor
sobre lo que sólo hace unos lustros era novelesca aventura que
sólo podía aportar legendarias visiones llenas de
encanto y poesía, pero sin valor científico alguno.
La síntesis que del pasado del Africa del Norte y del Sahara
hemos dado en las páginas que preceden plantearán al
lector problemas nuevos, le presentarán reconstrucciones
atrevidas o tal vez una visión en contradicción a lo que
con gran frecuencia haya leído y haya visto sostenido con
autoridad y mayor extensión en trabajos y libros de otros
autores. No es posible ofrecer ahora aquí el moderno aparato
bibliográfico; pero en un libro ya en preparación sobre
toda la prehistoria del Norte de Africa y del Sahara, hallará
el lector la exposición de hechos y de ideas aquí
expuestos, suficientemente documentada y tratada. Esta publicación
no permite dar mayor amplitud a los muchos y sugestivos temas y
problemas que aquí se han tratado. Sólo hemos aspirado a
dar una idea de las novedades más salientes que la investigación
prehistórica nos ofrece hoy en la reconstrucción del
pasado de todo el Norte de Africa.
(*)ALMAGRO BASCH, Martín, 1968, El
estado actual de la investigación de la Prehistoria del norte de
Africa y del Sahara, Instituto de Estudios Africanos, Madrid. |