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EXCAVACIÓN DE UN TÚMULO PREISLÁMICO EN LA ZONA DE GUELTA ZEMMUR, SAHARA ESPAÑOLA (*)
RODRIGO DE BALBIN BEHRMANN

Cuando en el mes de febrero del año 1971 realizamos nuestra segunda expedición al Sahara español, recogiendo la mayor cantidad posible de vestigios arqueológicos de la prehistoria de la zona, permanecimos durante una semana en el puesto de Guelta Zemmur, donde acompañados por el capitán don Jorge Sanz Aranda, y guiados y atendidos por el capitán jefe del puesto, don Ángel Valero Ramos, recorrimos las zonas de máximo interés científico de la demarcación.

Al sur de la Guelta, pasado el campo de aviación, nos fue mostrado un extenso y poco concentrado campo de túmulos protohistóricos, que, por las noticias que nos fueron dadas, poseía la especial característica de arrojar cierto ajuar en los enterramientos, lo cual es casi excepcional en nuestro Sahara y permitía realizar ulteriores excavaciones suficientemente indicativas desde el punto de vista histórico.

Más adelante, ya en abril del mismo año retornamos a la zona acompañados por don Juan José de Ugarte Fernández, el cual realizó las funciones de dibujante durante la excavación. Los trabajos allí realizados desde el día 7 de abril hasta el 24 del mismo mes consistieron fundamentalmente en la documentación fotográfica y planimétrica exterior de dos túmulos, numerados 1 y 2, y en la excavación y documentación de otro, clasificado con el número 3, en el cual invertimos algo menos de dos semanas, ayudados por los soldados del puesto y siempre por el capitán del mismo, don Ángel Valero Ramos.

Nuestro agradecimiento al ilustrísimo señor director general de Promoción del Sahara y a las autoridades territoriales de la provincia por la ayuda que en todo momento nos prestaron, potenciando la realización de nuestra misión.

Nuestro agradecimiento muy especial al profesor doctor don Martín Almagro Basch, Comisario General de Excavaciones Arqueológicas y catedrático de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid, quien nos introdujo en los temas saharianos y nos ayudó, moral y materialmente, a lo largo del desarrollo de los mismos.

Nuestro agradecimiento y el testimonio de nuestra amistad al capitán don Ángel Valero Ramos, que nos atendió cordialmente en nuestra estancia y nos proporcionó el conocimiento de los lugares y materiales de trabajo. Al capitán don Jorge Sanz Aranda y a don Juan José Ugarte Fernández, que nos acompañaron y asistieron en la consecución de nuestro empeño nuestro agradecimiento final.

Situación geográfica y descripción de los trabajos

A unos 16 Km. al sur del puesto militar de Guelta Zemmur, por la pista que lleva al campo de aviación, y pasado éste, se encuentra una loma alargada de nordeste a sudoeste, cuya constitución orogénica es la de la pizarra devónica roca que constituye la mayor parte del paisaje arqueológico del Sahara español. Está situada esta loma entre un gran escarpado montañoso llamado Gleib Ichergan y el río causante de la formación del valle, que se encuentra a sus pies, el Uad Feida, que nace como independiente en la Guelta de Zemmur y recibe multitud de arroyos en su avance, secos como él durante años enteros. El desgaste del suelo producido por el río y sus afluentes ha formado en las márgenes de aquél, predominantemente en épocas más propicias para la lluvia y la vegetación, una gran cantidad de terrazas y subterrazas de alineación un tanto discontinua, y de las que una de las más altas antes del Ichergan sería nuestra loma, que carece de nombre específico. En ella, con separación variable, pero grande en general, aparece una alineación de monumentos funerarios, que, por lo que respecta a la cúspide de la elevación, son cuatro. Más al sur, más al norte y en las zonas bajo la loma se encuentran construcciones funerarias, que nos permiten llamar al conjunto un campo de túmulos, aun cuando su proximidad no pueda ser medida por los conceptos tradicionales que aplicamos en Europa, sino más bien por esos otros conceptos de inmensidad en los que se mueve la realidad cotidiana del desierto.

De estos túmulos, el que nos ocupa fue designado con el número 3, ya que comenzamos la numeración por el más meridional, y éste se encuentra en penúltimo lugar hacia el norte. La última construcción de este pequeño conjunto es un monumento funerario de características análogas al nuestro, que fue abierto hace varios años y dio un ajuar, hoy desaparecido, que nos indujo a pensar en la existencia de otros ajuares sepulcrales en construcciones próximas de las mismas características.

El túmulo número 3 se nos presentó como un montón informe de piedras y arena (Lámina I, A y B; fig. l), que convenía apareciera exento antes de proceder a la excavación de su interior; así, comenzamos por limpiar todo el entorno de la construcción, realizado lo cual seguimos por la antecámara, cuya cobertura adintelada aparecía caída, para terminar por la limpieza de la parte central y más alta del túmulo hasta que apareció delimitado el acceso a la cámara, que fue excavada en último lugar e intentando conservar en lo posible la forma completa de la construcción.

De este modo apareció un edificio doble, compuesto de:

1) Una antecámara de tendencia rectangular en su forma, construida a partir de dos hileras paralelas de piedras superpuestas simplemente y sin ningún tipo de material de unión entre ellas (fig. 2). Estas dos hileras presentan una sección discontinua y están formadas por lajas de diferentes tamaños sin escuadrar, y de las cuales las mayores son las correspondientes al inicio de la antesala y en ningún caso llegan a 1 m. de longitud.

La anchura media exterior de esta antecámara es de 2,30 m., y la interior, de 1,30 m., con una profundidad de 2,50 m. y una altura máxima conservada de 0,75 m. El suelo no responde a una construcción intencional, ya que está formado por la superficie un tanto irregular de la roca base que constituye la loma, y el fondo de la antesala, donde ésta se une al cuerpo paracircular del túmulo, está constituido por una laja de piedra de sección más 0 menos paralelográmica, que mide 1,30 m. de anchura por 0,80 m. de altura, colocada verticalmente sobre el suelo y cuya profundidad se introduce en el cuerpo del túmulo por su cara ancha oculta (Lám. III, A; fig. 2). Es ésta la laja de mayor tamaño que aparece en el túmulo.

El techo de esta primera cámara estuvo formado por largas piedras bastante irregulares, aunque de sección tendente al paralelogramo, que simplemente colocadas sobre los muros paralelos formaron una cubierta adintelada, que cubriría todo el vano de la antesala, cubierta ya destruida y fragmentada antes de dar comienzo a la excavación (Lám. 1, B; fig. l). Con el tiempo todo el conjunto fue rellenándose de la fina arena del desierto, que tras la extracción de las lajas de, cobertura contenía dos objetos de piedra: una paleta de color y un vaso calizo, que fueron depositados en la antesala en cuestión junto a la pared norte o derecha, en la situación indicada por los puntos de la figura 2, más próxima al centro de la construcción la paleta, y en segundo lugar, el vaso.

Esta antecámara, y con ella toda la construcción, poseen una orientación sureste-noroeste en su eje mayor, casi exactamente perpendicular al eje longitudinal mayor de la loma sobre la que se apoyan.

2) Un cuerpo paracircular construido con lajas de pizarra devónica, como la antesala, y recubierto de cascotes y grava procedentes de la disgregación de la misma piedra, cuyo eje mayor se sitúa de noreste a suroeste, en posición perpendicular al eje mayor de la antecámara, y mide 6,50 m. FA eje menor mide 5,30 m., que añadidos a la longitud de la antecámara, nos dan una longitud total máxima de 7,80 m. para la construcción (Lám. II, A y B; Lám. III, A; figs. 2 y 3).

En una situación casi exactamente central, y siguiendo el eje de la antesala, se encuentra la cámara sepulcral propiamente dicha, delimitada en superficie por varias piedras cortadas que forman una abertura irregular de tendencia paralelográmica, cubierta en un tiempo por lajas largas y estrechas que darían a la cámara una cobertura adintelada, y aparecieron fragmentadas y hundidas ante nosotros. Las dimensiones de esta abertura son de 1,20 m. por 0,80 m. (Lám. III, B; fig. 2).

La cámara construida posee un perfil irregular conseguido por el sistema de aproximación de hiladas horizontales de piedra, cuya mayor separación entre muros opuestos corresponde aproximadamente a la zona de altura media, comenzando por la base con una anchura menor, agrandándose en el centro y cerrándose en la boca más que en la base, sin llegar en ningún momento a cerrarse la supuesta falsa bóveda, ya que, como dijimos, la cobertura sería adintelada con toda seguridad (Lám. IV, B; fig. 3).

El suelo de la cámara sepulcral está formado nuevamente por la roca base de la loma (Lámina IV, B), sobre la que sin preparación especial se colocó el cadáver en una superficie irregular y discontinua.

El cuerpo circular está constituido por dos zonas fundamentales de resistencia realizadas en lajas de piedra superpuestas: la cámara sepulcral y la zona circular exterior, y entre ambas la construcción se remite a la acumulación de cascote y grava, que antes de proceder a la limpieza cubría también la un tanto disgregada abertura de la cámara. La profundidad máxima de ésta es de 1 m., y las anchuras máximas: en la base, 1,50 m.; en la zona media, 1,80 m., y en la boca, 0,85 m. La altura máxima de este cuerpo fue de 1,20 m. antes de la limpieza superior, y de 0,95 m. en la embocadura de la sala sepulcral, una vez efectuada la limpieza citada (fig. 3).

La segunda zona de resistencia está formada por la alineación exterior de piedras en forma tendente al círculo. Aquéllas están situadas una tras otra en la base de la construcción sin material de unión y su aspecto es nuevamente irregular, sin que se pueda decir que ninguna está propiamente escuadrada, pero en formas aproximadamente paralelepipédicas. Sobre esta base de dimensiones particulares, que nunca llegan a 1 m., se fue elevando la construcción, en el exterior con piedras ya absolutamente irregulares y de dimensiones aún menores, y dentro, con cascote, grava y arena, entre el circulo externo y el eje interno constituido por la cámara sepulcral.

Frente a la construcción funeraria, siempre hacia el sureste, aparecen dos altares de ofrendas de construcción francamente irregular, formados por la superposición de piedras varias con una superior más grande y plana, que cumple la función de mesa del altar. La posición de aquéllos con respecto al túmulo es un tanto arbitraria, ya que están corridos hacia el nordeste con respecto al eje principal y su función de aras se colige de su proximidad al monumento sepulcral, ya que no pueden ser más irregulares ni provisionales, si bien se conservaban en pie a nuestra llegada al lugar. La altura de ambos es prácticamente idéntica, de 0,95 m. sobre el suelo de roca (Lám. I, B; figs. 1, 2, 3).

Todo el conjunto se nos ofrece como algo irregular y pobre en realización, sensación a la que ayuda lo deleznable del material empleado, que sólo tras ardua limpieza comenzó a ofrecer un aspecto continuo y orgánico. Los elementos de construcción son, aparte de quebradizos por la constitución de la roca, de pequeño tamaño y gran irregularidad, con una abundancia relativa del pequeño material de relleno, es decir, cascote y grava, que en su destrucción y con el aporte eólico subsiguiente dieron al túmulo una apariencia exterior arenosa, lejana con seguridad a su forma pristina.

El enterramiento

Sobre el suelo de roca, y sin ninguna preparación aparente, fue colocado el cadáver, en posición encogida o fetal y apoyado sobre su costado izquierdo. Su orientación general coincide con la del túmulo, es decir, tiene su cabeza junto al muro más cercano a la antecámara, en dirección sureste, y la cara, brazos y piernas, en orientación suroeste.

Antes de llegar a su estructura ósea encontramos gran cantidad de piedras de distinto tamaño, con seguridad caídas de la cubierta adintelada de la cámara, las cuales cubrían, en parte, al difunto y fragmentaron desde antiguo gran parte de su osamenta. Extraídas estas piedras apareció el esqueleto casi completo, pero en un estado de conservación pésimo, que sólo tras difícil limpieza permitió el aislamiento relativo del cuerpo y su documentación fotográfica, pero no su extracción ni estudio, dado lo poco consistente de los huesos, que se disgregaban con el solo contacto de una fina brocha. Sobre el cadáver, y junto a él, apareció un gran número de pequeñas piedras, que en ocasiones estaban incrustadas en la misma estructura de aquél, y provenían también de la parte superior de la cámara.

Todo este hundimiento del techo, ocurrido seguramente en época antigua, fue el culpable de que la calota craneana apareciera hundida, aunque reconocible; las manos aparecieron grandemente fragmentadas y casi absolutamente destruidas, pero en su lugar, y de los pies ya no quedaba nada. Los huesos largos, la columna vertebral, las costillas y parte de la pelvis estaban situados en su lugar originario y suficientemente visibles como para realizar sobre ellos una fotografía, que da exactamente la posición del individuo, cuyo hombro derecho aparece fuera de posición a causa del derrumbe de la cobertura (Lám. IV, A).

Conviene indicar que toda la arena depositada junto al cadáver y encima y debajo de él fue convenientemente cernida y no otorgó el menor resto de ajuar en el interior de la cámara sepulcral. Cuando, con la ayuda de consolidante, intentamos recuperar alguno de los huesos mayores para darlos a su posterior estudio, uno a uno fueron fragmentándose de tal modo, que fue imposible su extracción entera, comprobado lo cual, que ya suponíamos por su comportamiento ante la limpieza previa, sacamos los últimos restos y arena y fotografiamos y dibujamos el fondo para dar una idea exacta de su irregularidad y falta de preparación (Lám. IV, B; fig. 3).

En esta misma fotografía y en la anterior (Lám. IV, A y B) puede observarse así mismo la irregularidad de la construcción de las paredes, cuya forma parte de una base rectangular para acabar con una base cilíndrica, por supresión de esquinas, sin que en ningún momento el rectángulo y el círculo sean más que aproximados.

Los objetos

Junto a la pared derecha de la antecámara aparecieron dos objetos pétreos colocados sobre el suelo y cubiertos de arena, que pasamos a describir a continuación.

El primero de ellos es una paleta realizada en piedra dura granítica de color grisáceo con puntos más oscuros gris-negro (Lám. V, A; fig. 4, B). Su forma es trapezoidal, fragmentada desde antiguo por su parte inicial, más estrecha, y depositada así en la sala externa de la tumba. F-11 su parte posterior, más ancha y alta, posee dos saltaduras, también antiguas, que rompen la continuidad del borde final, borde angular poco saliente que sigue a lo largo detodo el objeto y no es sino la culminación superior de la forma cóncava interna de la paleta. Esta aparece desgastada por el uso no sólo en su interior, sino también en su exterior, presentando en la zona central de ambas caras un pulido, que se debe, sin duda, a la frotación ejercida sobre ellas con un objeto duro, machacador o muela activa, en algún material que bien podría ser color, grano o conchas, aunque no restan señales evidentes de ninguno de estos cuerpos. Su forma es prácticamente recta en la parte anterior, continuándose por dos latera

les que se van abriendo hasta la mayor anchura posterior, para cerrarse finalmente en una forma parabólica. Su sección transversal arroja un corte semejante al de un plato.

Sus dimensiones son: 12,4 cm. de longitud, 10,3 cm. de anchura en su parte inicial fragmentada, 12 cm. de anchura en el arranque de su parte posterior redondeada, 2,3 cm. de altura en la parte anterior y 2,5 cm. en la posterior. La profundidad máxima interior en la zona central (eje mayor) es de 0,9 cm., y el espesor de la pieza en la misma zona, de 1,4 cm.

El segundo de los objetos es un vaso de piedra caliza poco consistente de color marrón claro en su exterior y más grisáceo en el corte. Su perfil externo es carenado un poco más abajo de la zona media y nuevamente en la base, para terminar en un pie circular poco levantado e irregular, como toda la contextura del vaso (Lám. V, B; fig. 4, A). Su perfil interno es semiesférico continuo con unas paredes y un fondo de notable grosor.

Mide 7,9 cm. de altura máxima, 3,3 cm. hasta la carena superior y 0,5 cm. de altura en el pie, 11 cm. de anchura en la boca, 13 cm. en la carena superior, 8,5 cm. en' la inferior y 4,5 cm. de anchura en el pie. Su profundidad máxima es de 4,1 cm., y el grosor de su fondo, de 3,8 cm. El espesor de la pared a la altura de la carena más alta es de 2,8 cm. Posee una saltadura reciente en el borde superior.

Su función debió de ser la de un mortero o almirez, a juzgar por su aspecto y composición, aunque nuevamente no encontramos trazas del material que en él fuera machacado.

Ambos objetos aparecieron simplemente depositados sobre el suelo, más adelantada la paleta y el vaso en segundo lugar, carentes de disposición local significativa. Estos fueron los únicos útiles encontrados en la sepultura y exactamente en la antecámara de ésta, ya que, como se ha dicho, la cámara funeraria propiamente dicha no arrojó el menor ajuar.

Conclusiones y cronología. La construcción

Dada la enorme variación de formas posibles dentro de los monumentos funerarios protohistóricos del Norte de Africa, es nuestra intención situar al que nos ocupa en relación con aquellos que más pudieran indicarnos su génesis y origen, para lo cual haremos uso fundamental de la síntesis de Camps. En ella(1) débemos poner en contacto a nuestro túmulo con las formas tumulares evolucionadas, que el autor citado encuadra bajo el nombre de bazinas, y dentro de ellas, con las que son de base cilíndrica, definidas por él como tumbas circulares rodeadas de un muro en piedra seca; el espacio existente entre la cámara funeraria y el revestimiento se rellena de cascote, grava y tierra (2). Analizando la figura presente en la obra citada vemos una disposición constructiva semejante al túmulo de Guelta Zemmur, principalmente debida a la forma circular de aquél, su cámara con hiladas secas de piedras aproximantes, su cobertura adintelada, su disposición exterior, el material de relleno intermedio y un detalle poco explicado por Camps, que consiste en la adición de una línea de piedras que forman una estructura paralelográmica, en este caso rellena de cascote y carente de función constructiva alguna, que, sin embargo, podría muy bien derivar hacia la antesala de nuestra construcción, que, en sintesis y origen, no es sino la adición de un cuerpo cuadrangular secundario a uno circular principal sin comunicación con él y que pudo comenzar por la forma poco desarrollada de Ain el-Hamara para llegar a constituir una auténtica antesala sepulcral con una función expresa e importante: la de lugar especial para el depósito de ofrendas rituales, función que evidentemente cumple en la tumba objeto del presente trabajo.

No todo son semejanzas: el cráter de la bazina argelina no existe en la española; la altura y perfección estructural de la primera es superior, sin duda, a la segunda; la coronación circular pétrea de aquélla no existe en ésta; las dos líneas de cerramiento que aparecen en la cámara sepulcral de la primera no aparecen tampoco en la última, etc. Creemos, sin embargo, que los caracteres generales del túmulo evolucionado de Ain el-Hamara cumplen los del de Guelta Zemmur y que con una forma más pobre y complicada constructivamente pertenecen al mismo tipo estructural.

Cabe también decir que la orientación astronómica de ambos es diametralmente opuesta, lo cual puede no ser de gran importancia, ya que, al parecer, el único punto común de estas construcciones, en lo que a orientación se refiere, es el eje este-oeste, que puede igualmente ser oeste-este sin que ningún principio cultural sufra con ello, y que en otras ocasiones está orientado en dirección norte-sur, lo que parece indicar que no es éste el punto más importante ni homogéneo en la generalidad

Los altares que podemos observar al exterior de la construcción sirvieron, sin duda, para depositar ofrendas o efectuar sacrificios animales y libaciones, rito religioso de influencia púnica asociado de algún modo a la salida del sol, ya que siempre, incluido nuestro caso, se encuentran situados al este del monumento. Las ofrendas que aquí se depositaran debieron desaparecer antes que cualquier otra, debido a su permanente exposición a los agentes atmosféricos, nada benignos en estas zonas.

El enterramiento en sí

Nuevamente observamos en la posición misma del cadáver inhumado una gran cantidad de variedades posibles dentro de los enterramientos protohistóricos del Norte de Africa. Existe también la cremación, más tardía, y dentro de la inhumación varias posibilidades distintas.

La colocación del muerto en el caso que nos ocupa es, como ya se ha dicho, lateral encogida, pero tampoco esta posición otorga ningún claro elemento cronológico. En cuanto a su apoyo sobre el lado derecho o izquierdo, ambas posiciones son igualmente empleadas y no conducen a ningún baremo diferenciador.

La orientación del cadáver ha venido siendo siempre estudiada como carácter definitorio dentro de los ritos de enterramiento, pero en el Norte de Africa se admite que no existe gran unidad en lo que a aquélla se refiere. Sin embargo, la faz del enterrado está vuelta hacia el este en la inmensa mayoría de los casos conocidos, en relación también con ese supuesto culto solar del que ya hablamos, por lo que resulta excepcional que en Guelta de Zemmur la cara del cuerpo inhumado se encuentre en dirección al suroeste de un modo claro y fuera de toda duda. Puede ser explicado este fenómeno por el carácter básico, con frecuencia poco exacto, de los ejes fundamentales de orientación en los enterramientos protohistóricos norteafricanos, pero más aún, o de un modo más ilustrativo históricamente, siguiendo a G. Camps, que admite la anterioridad cronológica para los enterramientos cuya faz está orientada hacia el este, suponiendo que en el transcurso del tiempo esta regla general dejarla de serlo por motivos no conocidos y las orientaciones variarian. Este hecho se realiza en el caso presente, lo cual, unido al tipo ya muy evolucionado de construcción, nos daría una cronología bastante tardía para el túmulo descrito.

La forma genérica de inhumación en decúbito prono fue ya empleada en el Maghreb por los hombres capsienses de Ain Dokkara, y hay pruebas de perduración del sistemahasta la arabización de la zona. Esto nos da un enorme margen de tiempo para el tipo de enterramiento, que no ayuda en gran manera a la puntualización concreta de tipo cronológico que seria de desear.

Las ofrendas

Los dos únicos objetos depositados como ofrenda en la antecámara de nuestro monumento funerario poseen unas características muy peculiares y extrafías dentro de los ajuares habituales de los monumentos de su tipo. Por lo que respecta a la paleta, sus condiciones particulares son un tanto ancestrales; por su forma y aspecto general nos conecta con períodos no exactamente protohistóricos, sino más concretamente neolíticos saharianos. Por su material, construcción y función nos resulta comparable a una escudilla de piedra granitíca, que posee un borde levantado ancho y plano, forma circular y poca profundidad, cuyas dimensiones son semejantes a la nuestra y que se conserva en el Museo del Bardo, Argel (3), o a otra conservada en el mismo Museo, realizada en pórfido, circular y con un borde levantado angular, que se aproxima al que posee la pieza de Guelta(4) . Ambas son catalogadas por Balout como piezas pertenecientes al neolítico sahariano, de modo general y sin otra ulterior puntualización.

Procedente, como las anteriores, del Sahara Central, en este caso del Tedefest existe otra pieza que puede así mismo ponerse en relación con nuestra paleta. Es una plaqueta granítica pulida, que procede de la estación Amrhah 4, en el Tedefest Central, Ahaggar, que sin poseer resaltes ni bordes debió servir para una función semejante, coincidiendo sus dimensiones, forma superior y perfil externo con el objeto ya descrito depositado en la antecámara del túmulo de Guelta de Zemmur(5). Esta plaqueta ha sido igualmente fechada como perteneciente al neolítico.

El vaso, segunda ofrenda de nuestra tumba, posee una relación funcional y formal con un mortero pétreo del Ahaggar, con el que apareció un pequeño machacador redondeado (6), y ambos fueron nuevamente fechados como neolíticos. Por su contextura externa, este cuenco de piedra puede también ser una derivación formal de los vasos cerámicos que aparecen en otras tumbas de la época, ya que cuencos carenados realizados en materia dura resultan extraordinarios en épocas neolíticas, y la piedra caliza en que está realizando éste es suficientemente blanda como para realizar sobre él formas evolucionadas, que de una manera o de otra son muy difíciles de encontrar en este tipo de materiales.

Todo lo anteriormente expuesto sirve para indicar que las ofrendas funerarias que aparecen en el monumento que tratamos pueden pertenecer por su tipología a épocas anteriores a la posible construcción de éste, siendo seguramente reutilizadas por los ganaderos preislámicos autores de estos edificios. Este fenómeno no debe resultar extraño dada la pobreza general en el utillaje de estas gentes, que si bien en las zonas norteñas e interiores suelen depositar objetos cerámicos como ajuar junto a sus muertos, en nuestro Sahara poseen un utillaje aún más pobre, según el estado de nuestros conocimientos; concretamente, en la zona de Guelta consiste predominantemente en vasos de piedra de caracteres neolitizantes, a juzgar por el contenido de este monumento y por otros dos vasos de piedra dura, que procedentes de la misma área y sin determinación de procedencia más exacta se guardan en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.

Cronología

Es ya suficientemente conocida la extrema dificultad que entrafia la fijación cronológica de las manifestaciones culturales protohistóricas norteafricanas. En las zonas más próximas al Mediterráneo, y con ello a los grandes focos de civilización histórica, es relativamente frecuente encontrar construcciones y objetos derivados de modelos púnicos o romanos, que de este modo otorgan una fecha postquem válida cronológicamente y que palia en cierto modo la dificultad inicial, si bien no la resuelve, ya que las construcciones y la misma cerámica carecen aún de época absoluta exactamente fijada.

En nuestro Sahara, apartado en la mayor parte de sus momentos culturales, el problema se multiplica grandemente. Esto se une a la escasez de estudios realizados sobre tumbas preislámicas de nuestra zona, que se remiten al capitulo final de la Prehistoria del Norte de Africa y del Sahara Español, de Almagro (7), primera y única auténtica descripción de varios conjuntos tumulares de nuestro desierto. Estos conjuntos se presentaron, desgraciadamente, sin ajuar conocido ni semejanza formal directa con el que nos ocupa. Existen también unas fotografías publicadas por Martínez Santa-Olalla en el segundo y único volumen de su obra sobre la zona desértica española, con las que tampoco podemos realizar ningún paralelo concreto y que, además, carececen de descripción escrita.(8)

Es, pues, el túmulo de Guelta de Zemmur uno de los primeros que se publican de nuestro Sahara y posee unas caracteristicas intrínsecas aparentemente contradictorias, pero que no son sino una manifestación más de las peculiaridades históricas de la zona. Se nos presenta así esta construcción como una curiosa mezcla de caracteres opuestos básicamente. De una parte, y como ya fue dicho en otro lugar, su forma es la de un túmulo evolucionado, con dos cámaras no conectadas entre sí y con un sistema interno que nos parece más complicado y moderno, en consecuencia, que sus más próximos paralelos al interior. De otra parte, su factura dista mucho de ser perfecta, y las ofrendas funerarias que en él aparecen resultan más antiguas que las primeras construcciones de este tipo que existen en el Norte de Africa. Creemos que la explicación de esta dicotomía conceptual debe ser buscada en fundamentos geográfico-culturales.

Debemos admitir que el Sahara atlántico fue la última zona a la que llegaron las manifestaciones arquitectónicas de una cultura originada en Oriente. (Los tipos cerámicos conocidos son de carácter y principio claramente próximo oriental.) Así no será extraño que nos aparezca un elemento constructivo muy evolucionado. Por otra parte, estos enterramientos y la cultura preislámica protohistórica son habitualmente pobres en sus manifestaciones, pobreza que se va acentuando en el avance hacia el desierto occidental por lejanía del origen y de los centros culturales más importantes. Este puede ser el motivo de la escasez habitual de ajuares y de la misma pobreza de la construcción, existiendo casos, como el presente, que poseen elementos muebles pertenecientes a una cultura anterior que serían reutilizados por este pueblo ganadero, el cual, en su nomadeo, no llevaría consigo un gran elencomaterial y aprovecharla, sin duda, los útiles resto de las culturas precedentes de tipo neolítico, en gran parte más ricas y abundantes en utillaje que él mismo.

La cronología general de la protohistoria del Norte de Africa es amplia y mal definida hasta el momento, y parte seguramente de los últimos siglos del segundo milenio antes de Cristo para terminar con la islamización, si no más tarde, en las zonas apartadas. Dentro de esta secuencia cronológica tan amplia, los momentos de máximo esplendor constructivo, en lo que a túmulos se refiere, debieron corresponder a las épocas próximamente anteriores a la expansión púnica en la zona y durar hasta las últimas épocas del Imperio Romano para sufrir una posterior decadencia, debida fundamentalmente a la desecación del clima y del suelo, que debió de llegar a grados semejantes a los actuales. En la intención de otorgar una época concreta a la construcción del túmulo que hemos descrito, y con cierta osadía por nuestra parte, dada la carencia de referencias cronológicas exactas, lo situaríamos en un tiempo mediano-tardío dentro del desenvolvimiento general de las construcciones megalíticas norteafricanas.

RODRIGO DE BALBIN BEHRMANN

Notas
(1)CAMPS, GABRIEL: Monuments en rites funéraires protohistoriques. Arts et Métiers Graphiques, París, 1961.
(2) CAMPS, GABRIEL, ob. cit., págs. 166-168, fig. 56.
(3)BALOUT-LIONEL: Algérie préhistorique. Arts et Métiers Graphiques, París, 1958, pág. 155.
(4) BALOUT-LIONEL, ob. cit., pág. 156.
(5) MAITRE, 1. P.: Contribution a la Préhistoire de l'Ahaggar, I, Tédefest Centrale. Arts et Métiers Graphiques, París, 1971, pág. 174, fig. 57-1.
(6) HUGOT, HENRY: Récherches préhistoriques dans l'Ahaggar nord-occidental. Arts et Métiers Graphiques, París, 1963, pág. 116, lám. XII-4.
(7)ALMAGRO, Martín, Prehistoria del Norte de africa y del Sahara Español. C.S.I.C., Barcelona, 1946.
(8) MARTINEZ SANTA-OLALLA, Julio: El Sahara Español Antehislamico, II, Acta Arqueológica Hispànica, II, C.G.E.A., Madrid, 1944.



(*)BALBIN BEHRMANN, RODRIGO DE, 1973, Excavación de un tumulo preislamico en la zona de Guelta Zemmour, Sahara Español, Trabajos de prehistoria 30.
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