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PREHISTORIA DEL NORTE DE ÁFRICA Y DEL SAHARA ESPAÑOL

MARTÍN ALMAGRO BASCH

PROLOGO
PRIMERA PARTE
CAPITULO I
Generalidades
Tiempos históricos y tiempos prehistóricos
La Geología, la Paleontología, y la Astronomía en relación con la Prehistoria
El norte de Africa durante el Cuaternario
El Cuaternario del Africa occidental española
CAPITULO II
Divisiones de los tiempos prehistóricos: El Paleolítico Inferior
La aparición del hombre
Divisiones de los tiempos prehistóricos
Las culturas del Paleolítico inferior
El Paleolítico Inferior en África del Norte
Valle del Nilo
Túnez, Argelia y Marruecos
Sáhara, Mauritania y Senegal
CAPITULO III
El Paleolítico superior norteafricano
Las culturas capsienses
La estratigrafía de las culturas capsienses
La área de expansión de la cultura capsiense
El problema de la cronología del Capsiense
CAPITULO IV
El neolítico en el norte de África
Características y origen del neolítico
El neolítico egipcio
La cultura del Neolítico de tradición capsiense en el norte de África
La penetración del Neolítico de tradición capsiense en el Sáhara
La cronología del Neolítico de tradición capsiense
Paleontología humana de los yacimientos capsienses

SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO I
El estado actual de la investigación prehistória del Sáhara español
CAPITULO II
Materiales arqueológicos de las culturas prehistóricas del Sahara español
Introducción
Estaciones arqueológicas: I al XCIV
CAPITULO III
El arte prehistórico del Sáhara español
Generalidades sobre el arte y las inscripciones rupestres del norte de África
Yacimientos de arte prehistòrico del Sáhara español
CAPITULO IV
Restos de construcciones y enterramientos anteislámicos en el Sáhara español
Construcciones
Sepulcros anteislàmicos
ÍNDICE ONOMÁSTICO Y TOPONÍMICO

PRÓLOGO

En el invierno de 1944 he realizado un viaje de estudios al Sáhara Español, gracias a una pequeña subvención proporcionada por el Prof. Dr. Fernando M.ª Castiella, Director del Instituto de Estudios Politicos de Madrid. Mi visita tuvo como resultado práctico realizar algunas prospecciones y recoger materiales prehistóricos y etnográficos diversos Para el Museo Arqueológico de Barcelona. Resultado de tales trabajos y de la observación directa, aunque rápida, de aquel país, es el libro que ahora se publica, a expensas del Instituto de Estudios Africanos.
Tiene por objeto, en primer lugar, llamar la atención sobre la riqueza y número de los yacimientos prehistóricos de aquellos territorios nuestros, de los cuales casi nada se sabía acerca de su Prehistoria. La tares Por nosotros iniciada, y que ahora publicamos, es de esperar pronto sea superada, rellenándose el mapa del Sáhara Español con nuevas estaciones que vayan aumentando los datos ya manejados aquí. Es seguro que se corregirán algunas conclusiones y clasificaciones realizadas por nosotros, pero nuestro interés y éxito será mayor cuantos más seguidores tengamos y mas pronto quede anticuada esta publicación.
Creemos que nuestro trabajo ha llenado de momento la laguna que representaba la rareza de yacimientos conocidos en nuestro Sáhara en relación con los publicados y estudiados por los franceses. Ahora, tras la publicación de nuestros hallazgos arqueológicos y de las estaciones de arte rupestre que aquí damos a conocer, tal vez resulta ya más rica en hallazgos nuestra zona sahariana que los territorios franceses limítrofes. Esperamos que esta labor ahora comenzada de búsqueda y recolección de materiales pueda ser continuada, y, a ello invitamos sobre todo a los oficiales y funcionarios públicos que vivan en aquel país solitario. Con la intención de iniciar y empujar hacia esta tarea a posibles colaboradores, hemos escrito toda la primera parte de nuestro trabajo a manera de introducción a la Prehistoria del norte de África, para que pueda servir de orientación a cuantos anden por el desierto, procurando así darles una breve idea de la evolución y estado actual de nuestros conocimientos sobre las culturas que se sucedieron en la Prehistoria norteafricana.
En la segunda. parle publicamos todos los hallazgos por nosotros realizados, o proporcionados por las prospecciones de otros exploradores, y que fueron puestos a nuestra disposición. Tales materiales inéditos tienen un gran interés por su novedad, pero es de lamentar muchas veces la poca garantía de las prospecciones realizadas, casi siempre muy superficiales e incompletas. Pero tanto los yacimientos arqueológicos, como los artísticos que aquí ofrecemos al mundo científico, sacan aquellos territorios del casi total desconocimiento en que se hallaban para la ciencia arqueológica del norte de África.
En la realización de nuestro trabajo queremos hacer constar la muy especial gratitud debida a nuestro buen amigo el entomólogo señor Mateu, pues el fruto de sus recolectas prehistóricas, al recorrer aquellas tierras como naturalista, han enriquecido considerablemente la serie de materiales que damos a conocer en este libro, esperando no serán los últimos que su actividad aporta al Museo Arqueológico de Barcelona, donde se guardan casi todos los materiales que aquí publicamos. Todos los dibujos que ilustran este trabajo han sido realizados Por el experto dibujante señor Benítez Mellado, y también queremos aprovechar la ocasión Para manifestar nuestro reconocimiento a la labor de nuestro ayudante en la Cátedra de la Universidad y en el Museo Arqueológico, Srta. D.ª Mercedes Montañola, Por su valiosa ayuda en la impresión de este libro.
En otro orden de servicios hemos de hacer constar que recordaremos siempre la amabilidad del entonces delegado del Gobierno en la zona de la Seguía el Hamra, Comandante don Galo Bullón, cuya ayuda hizo posible nuestros movimientos en aquel duro país.
En nuestros viajes nos acompañaron amablemente en sucesivos nomadeos el Teniente Aranzachu, de Carros de Combate; el Teniente Ortega, de la Policía de Camellos, y el Teniente López, encargado del Puesto político militar de Esmara. De su grata colaboración guardaremos siempre el mejor recuerdo y gratitud.
Al Coronel Díaz de Villegas, Director General de Marruecos y Colonias y propulsor de los estudios científicos en África como Director del Instituto de Estudios Africanos, debemos la Publicación de este libro, atención que agradecemos de muy cordial manera, esperando mucho de su ayuda para otras investigaciones saharianas que desearíamos realizar con mayor detenimiento hasta completar en lo posible, los resultados que ahora damos a conocer en las páginas que siguen.
Barcelona, 1946.

PRIMERA PARTE

CAPITULO 1
GENERALIDADES
Tiempos históricos y tiempos prehistóricos

Llamamos tiempos históricos aquellos en que el desarrollo de la actividad humana ha llegado hasta nosotros a través de textos escritos. Toda la enorme etapa en la cual la humanidad ha vivido sin historia escrita es estudiada por la Prehistoria, representando un espacio de tiempo infinitamente más largo que aquél relatado por los textos históricos escritos.
Pero no en todas partes la historia comienza al mismo tiempo, habiendo entrado en el teatro histórico unos pueblos antes que otros.
De Egipto, por ejemplo, tenemos noticias históricas escritas desde el IV milenio antes de J. C. El norte de África ha entrado en la historia a raíz de las colonizaciones y guerras de los pueblos mediterráneos clásicos; los púnicos primero y luego los griegos y romanos. Los países de más al interior, sólo con la islamización comienzan a tomar contacto con la Historia, y de una manera imprecisa. Por esta razón al tratar de la Historia del Sáhara occidental, el último territorio ocupado totalmente por los europeos y el más aislado siempre, el capítulo correspondiente a su Prehistoria, casi llega hasta los tiempos modernos, siendo navegantes, comerciantes y conquistadores españoles, sobre todo canarios, los primeros que nos darán noticias concretas del país, y las cartas de navegar españolas recogerán primero que nadie la configuración de sus costas. Así los más antiguos documentos de historia escrita del Sáhara occidental español y francés casi vienen a ser historia española a partir del siglo XIV, cuando los españoles descubren y navegan por primera vez aquellas costas, y sobre todo a partir del siglo. XV, cuando comienzan a conquistarlas.

Antes hay el período de la islamización realizado por nómadas, berberiscos o árabes, cuyo proceso sólo entrevemos a través de tradiciones orales recogidas más tarde por Aben Jaldun y otros. Es una época protohistórica que nos da muy imprecisas noticias, sobre todo acerca de los pueblos saharianos indígenas y del estado cultural en que se hallaban al llegar los primeros musulmanes. Detrás de estos tiempos está la inmensa etapa en que el hombre ha desarrollado en aquellos territorios una vida de la cual hasta no hace mucho no sabíamos nada, y que poco a poco vamos conociendo con la aportación de nuevos datos que estudia la Prehistoria.
Esta ciencia se inicia en el siglo XIX, como ciencia independiente dedicada al estudio del origen y desarrollo de la humanidad, a lo largo de esos rudos y extensos períodos en que los hombres viven sin historia escrita y en los cuales se aborda el sugestivo problema del origen de la especie humana.

El desarrollo de la Prehistoria, ciencia muy moderna, ha sido grande, hasta lograrse la admirable construcción y solidez de sus resultados, cimentados en sus primeras etapas gracias a los datos proporcionados por la Astronomía, la Geología y la Paleontología. Pero, sobre todo, la ciencia que más luz arroja para interpretar los elementos con que trabaja el prehistoriador es la Etnología, ciencia que estudia la vida de los pueblos primitivos que aun viven en etapas semejantes a las que vivieron los pueblos prehistóricos, así como los residuos de esas etapas culturales antehistorias conservadas entre las costumbres y tradiciones de los pueblos y culturas superiores. Gracias a metódicas comparaciones y paralelismos logrados por esa ciencia, hemos podido llegar a formarnos una idea de la vida humana a través de esos largos períodos de tiempo que vieron florecer y desaparecer culturas, sociedades y razas humanas enteras.

La Geología, la Paleontología y la Astronomía en relación con la Prehistoria

De las edades en que se divide la formación y desarrollo de la tierra, sólo la Edad Terciaria, la Cuaternaria y la actual nos interesan en relación con el estudio del origen y desarrollo de la humanidad, ya que hasta el Cuaternario no hay hallazgos seguros de restos humanos, habiendo sido rechazados todos los que se han utilizado hasta la fecha en las discusiones científicas sobre el problema del origen del hombre.
Del Terciario se hacen cuatro divisiones agrupadas en dos etapas. En el Terciario antiguo, o Paleógeno, entran el Eoceno y el Oligoceno. Al Terciario reciente, o Neógeno, corresponden el Mioceno y el Plioceno. Durante el Eoceno, el Mediterráneo era un mar tropical y toda Europa gozaba de un clima óptimo. El ámbar o resina fósil de las orillas del Báltico nos prueba la existencia de grandes bosques de coníferas. Entonces se levantaron grandes cordilleras y se hundieron en el mar trozos de nuestro continente, mientras una fauna de grandes mamíferos ha vivido por todas partes.
El Neógeno ya representa fuertes cambios. Hacen su aparición las estaciones que rompen intermitentemente el clima paradisíaco que había reinado durante el Paleógeno, y anuncian los recrudecimientos climáticos que iban a caracterizar la Edad Cuaternaria. Todavía reinó en estos períodos del Mioceno y Plioceno un clima subtropical con árboles de anchas copas y grandes palmeras, mientras numerosas manadas de mamíferos predecesores de las actuales, como los hipopótamos, rinocerontes y enormes mastodontes, pacían en unión de los predecesores del caballo, entre terribles fieras, cocodrilos y especies de monos cuyos fósiles han sido minuciosamente estudiados por los que buscan entre los simios un entronque de los más primitivos homínidos.
El Plioceno terminó cuando el clima había comenzado a recrudecerse apareciendo las primeras heladas. La flora decrece en esplendor asemejándose en el tránsito al Cuaternario, a la vegetación mediterránea actual. En las altas montañas comenzaron las nevadas a formar los glaciares, y su influencia en el clima, transformando la fauna y la flora, dió paso, sin límites fijos que la vida natural no establece, a la Edad Cuaternaria, que se denomina también Edad Glaciar, Diluvial o Pleistocena.(1)

Esta Edad se caracteriza por una serie de períodos fríos, entre los cuales se intercalan otros cálidos denominados interglaciares, cuya duración, causas y número no han sido precisados aún en absoluto. Durante los períodos glaciares las nieves y los hielos cubren las altas montañas, bajando las lenguas glaciares hasta muy baja altitud. A su vez el casquete helado polar se prolongaba cubriendo todo el, norte de Europa hasta la Alemania central. Con este fenómeno climático coincidía una flora y una fauna árticas que se desplazaban hacia el sur. El buey almizclado y el reno pacían en Francia, por ejemplo, y restos de este último se pueden situar en España por la región cantábrica y en la provincia de Gerona.

Por el contrario, durante los períodos interglaciares, animales de clima cálido, como los hipopótamos, han vivido en el norte de Francia y sur de Inglaterra, al lado de una flora tropical que substituía a la polar y alpina predominante en las épocas glaciares. El número de estas etapas glaciares parece haberse fijado por los especialistas en cuatro: la Günziense, la Mindeliense, la Rissiense y la Würmiense, entre las cuales se colocan tres períodos interglaciares.
Juntamente con este movimiento de los glaciares se ha podido establecer un avance y un retroceso de los mares, representado por una regresión durante la glaciación y un avance en el período interglaciar, aunque sucesivamente fueron retirándose cada vez más las aguas, abandonando definitivamente el mar las playas altas antiguas. El mar siciliense parece que representa el período preglaciar Günziense. Al interglaciar Günz-Mindel corresponden las playas marinas milazzienses; al interglaciar Mindel-Riss, el período marino Tirreniense, y el pequeño período Grimaldiense cae dentro del inter-glaciar Riss-Würm, coincidiendo el retroceso marino flamenco con la época geológica actual, posterior a la última glaciación Würmiense. El siguiente cuadro dará idea del estado actual en que se sitúan todos estos fenómenos geológicos:
I.Final del Plioceno . . . . . . . . . . . . .. . . .Transgresión marítima del Siciliense.
Glaciación de Günz . . . . . . . . . . . . . Regresión marítima Günziense.

II.Período interglaciar Günz-Mindel . . . . . Transgresión marítima Milazziense.
Glaciación de Mindel. . . . . . . . . . . . Regresión marítima Mindeliense.

III.Período interglaciar Mindel-Riss . . . . . . Transgresión marítima Tirreniense.
Glaciación de Riss. . .. . . . . . . . . . Regresión marítima Rissiense.

IV.Período interglaciar Riss-Würm. . . . . . Transgresión marítima Grimaldiense.
Glaciación de Würm. . . . . . . . . . . . Regresión marítima Würmiense.
Optimum climatérico actual. . . . . . . .Transgresión Flamenca

Es difícil, y en el estado actual de la investigación casi imposible, el establecer un paralelo seguro entre la época diluvial fuera de Europa y los períodos de nuestra época glacial anteriormente expuestos. Parece ser, que en los trópicos, los grandes períodos, fluviales que estudiaremos a continuación, al tratar de la Geología del Sáhara, corresponden a las épocas glaciares de Europa, las cuales se opina han coincidido con las señaladas en América del Norte. Sin embargo, no es fácil precisar una identidad de duración dentro de una misma cronología absoluta, conforme también parece ser que en la Europa continental, hacia el este, ha tenido el fenómeno glaciar una intensidad y continuidad posiblemente distinta a la que podemos hoy señalar, con ciertas garantías científicas, en Europa central y occidental.
La complejidad de todo este fenómeno glaciar permite que por diversos especialistas se haya re-visado últimamente esta sucesión de períodos marítimos y glaciares, y con más dificultad las sincrónicas formaciones de las terrazas fluviales, no siendo pocos los que sostienen una sola glaciación y continuo retroceso marítimo con paradas, adelantos y retrocesos. En cuanto a los avances y retrocesos del mar, J. Bourcart, ha mantenido dos grandes regresiones, que él llama: 1, regresión Romana, en la cual se incluyen todos los fenómenos atribuidos al mar siciliense y milazziense, y 11, regresión Grimaldiense, que abarca el Grimaldiense, que antes de los trabajos de J. Bourcart se llamó Monastirierise, y la regresión Würmiense.(2)
Lo mismo se ha discutido, sin grandes seguridades a nuestro juicio, el problema de la duración de estos largos períodos, reflejándose en los cálculos las teorías astronómicas mantenidas como causas de todos estos fenómenos.
Köppen fué el primero en descubrir la coincidencia del clima en la época glaciar, con la curva de irradiación solar, como consecuencia de la excentricidad de la órbita de la tierra, del perihelio y de la inclinación de la elíptica. Tras él, Soergel y Eberl han perfeccionado este paralelismo astronómico con los' fenómenos geológicos.(3) El mínimo de la curva de irradiación corresponde a las épocas glaciares, que son las cuatro conocidas, y los tres períodos interglaciares representan el máximo de esta irradiación. Incluso han intentado dar una cronología absoluta a los hallazgos fósiles, pretendiendo que las especies de animales, y también humanas, de formas primitivas, más o menos desarrolladas durante la Edad Cuaternaria, podrían ser adscritas a la curva de irradiación, ya que ella ha podido influir absolutamente en todos los factores externos.
Parece ser que en relación a la variación de la distancia de la tierra al sol y la precesión de los equinoccios se puedan establecer períodos de veintiún mil años, de los cuales la segunda parte del ciclo serían fríos y la primera cálidos. En este fenómeno han insistido recientemente Lyell y Croll. Milankowitch ha tratado de establecer, basándose en los trabajos citados,(4) ciclos de duración de noventa y dos mil años, para explicar las variaciones irregulares debidas a la excentricidad de la órbita de la tierra; de veintiséis mil años, para la regresión de los equinoccios; de veintiún mil, para la rotación de los ápsides, que combina con la precesión de los equinoccios; de la variación de la elíptica se establecen cielos de cuarenta mil años.
A base de tales cálculos astronómicos, ha establecido Milankowitch curvas de las variaciones del clima a través de los últimos seiscientos cincuenta mil años. Como todos estos fenómenos expuestos han podido ser causas diferentes y simultáneas, y los cálculos matemáticos que la Astronomía nos proporciona son sólo probables, se comprenderá cuán difícil es establecer la duración del Cuaternario en general, y mas aún la de cada uno de los períodos glaciares e interglaciares que lo constituyen.(5) Sin embargo, no se puede negar que tenemos posibilidades científicas para datar aproximadamente los hallazgos y calcular la duración de la Edad Cuaternaria, en la cual vemos vivir al primer hombre sobre la tierra.

No podemos analizar aquí las causas que produjeron esos fenómenos astronómicos, al lado de los cuales figuran otros físicos, como los movimientos polares, las leyes estáticas de compensación de las masas terrestres, causas derivadas del sol, del movimiento de rotación de la tierra alrededor de su eje, de la forma elíptica de su círculo de rotación alrededor del sol, etc. Unas y otras han sido supervaloradas según los autores, y a tales causas se deben añadir otras físicas derivadas de ellas que influirían notoriamente en la evolución del clima. Una de estas causas derivadas, pero de notable influencia, sería, por ejemplo, la desviación de las corrientes marítimas frías y cálidas; otra de estas causas secundarias sería la mayor o menor humedad del ambiente, que hizo reinar primero una etapa húmeda, y luego otra fría en todos los períodos glaciares e interglaciares.(6)

Resulta excusado decir que la influencia de tales variaciones climáticas llevaban consigo un cambio de flora y fauna, fundamentales a su vez para la vida del hombre cazador de aquellos tiempos.(6bis)

El norte de África durante el Cuaternario

Lo mismo que Europa, sufrió el continente africano fuertes alteraciones climáticas durante el período Cuaternario, que influyeron notablemente en la vida del hombre y de los animales y plantas. Tal vez la estampa de aquel continente debió tener más acusados cambios que Europa misma, aunque la investigación geológica y arqueológica no haya llegado en África a tan seguras conclusiones. Sobre este problema, los estudios de Wayland, Ni1sson y Leakey,(7)entre otros, han probado la existencia en África ecuatorial de períodos húmedos de una mayor pluviosidad que otros. A todos estos autores debemos un intento de comparar estos períodos húmedos y secos, sobre todo bien señalados en el, África oriental, con los períodos glaciares e interglaciares europeos. Leakey ha señalado la existencia en el Kenya, de dos períodos pluviales y dos episodios húmedos menos importantes; los denomina, por orden de antigüedad, Kamasiense, Gambliense, Nakurense. Según él, todos estos períodos llevan consigo ya industrias humanas, a partir de los cortes del Kamasiense en Oldoway, donde se recogen los útiles de una industria llamada Oldowayense, semejante al Prechelense europeo, al cual Leakey quiere compararla también cronológicamente.
En el Uganda, Wayland ha establecido dos períodos pluviales: I y II, pero resulta que su período pluvial I es anterior al Kamasiense superior, es decir, prehumano. Las críticas hechas a las tesis de estos autores han sido muy fuertes y parece ser, según O'Brien, que los fenómenos y formaciones geológicas del Pleistoceno en el África tropical no son el resultado de períodos muy largos y húmedos que se puedan comparar a los períodos glaciares de Europa.(8) Desde el punto de vista climatológico, toda correlación exacta es imposible, y la Arqueología ofrece una base común, pero de cronología aun muy dudosa.

Ahora bien, de todos estos estudios se ve claro al menos la existencia de variaciones climáticas que han podido influir en los territorios hoy desérticos de más al norte del África Central, zona en la actualidad ocupada por el Sáhara y otros desiertos, y donde con toda seguridad hemos de admitir unos cambios climáticos aun difíciles de sincronizar con los períodos glaciares europeos y con los períodos pluviales que ofrecen los territorios de más al sur. Para precisar, en general, los períodos de mayor o menor pluviosidad del desierto del Sáhara, es preciso tener en cuenta los metódicos trabajos realizados a base de los cambios de nivel de las aguas de los lagos interiores del desierto, sobre todo en el Fayum y oasis de Kharga, al oeste del valle del Nilo, tan bien estudiados por S. A. Huzayyin, (9) quien ha intentado establecer una correlación entre los períodos glaciares europeos y los pluviales de África.
Sincronizar estos resultados con los vestigios de glaciaciones conservados en las cimas del Atlas, con los movimientos de las costas y con el florecimiento sucesivo de las culturas descubiertas por la Prehistoria, es tarea muy difícil de realizar todavía, y será preciso esperar más hallazgos.
Huzayyin, en su intento de ofrecer una correlación del conjunto de cambios climáticos del cuaternario del norte de África y Europa, ha establecido tres zonas : la septentrional, que corresponde al norte de Eurasia y las cordilleras Alpinas; la zona media, que abarca las zonas hoy desérticas en torno a la línea del Sáhara, y la zona ecuatorial, que abarca los países inmediatos al ecuador.
En la zona norte hay que distinguir, a partir de nosotros, hacia etapas más antiguas, ocho períodos : 1º, óptimo climático postglaciar; 2º, Glaciación tardía; época de la licuación de los glaciares; 3º, Última glaciación Würmiense; 4º, último interglaciar con un episodio frío hacia el final de este glaciar equivalente al Riss-Würm; 5º, Preúltima glaciación (Rissiense); 6º, Primer interglaciar Mindel-Riss; 7º, Primera glaciación equivalente al Mindeliense; 8º, Período preglaciar con una fase de enfriamiento correspondiente al Günziense de los Alpes. Abarcaría, por lo tanto, desde el período de tránsito del Terciario a la glaciación Günziense y al interglaciar Günz-Mindel. Es decir, viene a unir varios de los fenómenos glaciares que nosotros hemos expuesto por separado, tesis, por otra parte, poco nueva, y que aquí no es necesario señalar.
Nos interesan más las variaciones climáticas propias de la zona media. Allí este autor distingue: 1ª, Fase pluvial neolítica (hacia mediados del siglo VI hasta el milenio tercero de nuestra era); 2º, Fase postpluvial, que fué poco a poco siendo más seca, alcanzando el máximum de sequedad durante el Paleolítico superior tardío, o sea cuando se desarrollan las industrias capsienses; 3º, Fase pluvial, con dos máximos en el Sáhara y uno solo en las zonas algo más favorecidas por las lluvias; esta etapa alcanzó al desarrollo del Musteriense y otras industrias del Paleolítico medio norteafricano; 4º, Fase interpluvial única, bastante corta, pero muy seca, con actividad orogénica y volcánica; 5º, Primera fase pluviosa muy larga, cálida y también muy seca hacia su mitad, correspondiente al primer interglaciar de la zona septentrional, o sea Europa; 6º, Período prepluvial, caracterizado por un enfriamiento relativo, creciendo y aumentando progresivamente la pluviosidad.

En la zona ecuatorial las condiciones generales de variación fueron análogas a las de la zona media o Sahariana. Así, el Karnasiense del África oriental sería paralelo a la primera fase pluvial, cuya duración alcanza todo el primer período glaciar, el primer interglaciar y parte del segundo glaciar. El Gambliense le corresponde a la segunda glaciación, y el Gambliense II, al final de esta misma fase glaciar. El Makaliense corresponde al óptimo climático postglaciar y comienzo de la época climática actual. Es la época del Capsiense superior del África oriental (Cultura Elmenteitiense) y probablemente del Neolítico de tradición capsiense del norte de África. Vaufrey ha querido bajar la duración de esta etapa hasta el año 1.000 a. de J. C., en tanto que Huzayyin la colocaba entre el 6.000 y el 3.000 a. de J. C., por razones que ya expondremos al tratar de la, cronología del Neolítico del norte de África en el capítulo correspondiente.
Las causas de todos estos fenómenos Huzayyin cree hallarlas en los contrastes barométricos ocasionados durante las progresiones glaciares, que hacen bajar más hacia el sur los vientos húmedos que siguen hoy la llanura europea, coincidiendo, por lo tanto, las fases glaciares de la zona septentrional con las fases húmedas de la zona media. Sin embargo, el influjo de las zonas ciclónicas y de los monzones también debe ser tenido en cuenta, no siendo claro en absoluto el sincronismo cronológico de estos fenómenos, ya que todo cambio se realiza en la naturaleza, sin contraste, y los milenios, que podemos contar ya con alguna exactitud en las fases finales, nos muestran una perdurabilidad de los fenómenos que tal vez han sido aún más lentos en las transiciones más antiguas.
Tales conclusiones obtenidas por Huzayyin han aprovechado, en lo que se refiere al África, las investigaciones de las prehistoriadoras Miss G. Caton Thompson y Miss E. W. Gardner.(10)
A base sobre todo de los cambios de niveles de Birket el Kerun, en el lago del Fayum, en relación con el nivel actual del mar, han establecido un gráfico de pluvio sidad según el cual durante el Musteriense y Levalloisiense, después de una gran pluviosidad, poco a poco se fué retirando la humedad, hasta descender las aguas de] lago por debajo del nivel del mar. Esta etapa de sequía correspondería al desarrollo del Capsiense; luego, retornan los períodos de lluvias, en que todo el desierto pudo gozar de una humedad abundante que permitiría el desarrollo de las culturas del Capsiense final, del Neolítico y del período protodinástico. fig. 1

Después de la cuarta dinastía egipcia, el nivel de las aguas del lago desciende más y más a lo largo de la época histórica (figura 1).
Los resultados del Fayum se han completado con otras investigaciones realizadas en el Oasis de Kharga y otros lugares más al oeste.
Th. Monod(11) cree que es posible distinguir en la extensión ocupada por los lagos saharianos dos crecimientos máximos separados por una fase de sequía. Las industrias antiguas parecen jalonar los bordes del primer máximum de las aguas. Luego se ven los vestigios de la época Neolítica bordeando el segundo nivel, donde hallamos los restos de su utillaje de piedra con arpones y anzuelos y los detritus de sus pescas de Latex y Siluros.
Sin embargo, quedará siempre problemático cuando terminó esta desertización o avanzó hasta el punto de extinguir el florecimiento de estas culturas, no superadas por otras hasta época histórica. Igualmente es muy difícil establecer sincronismos seguros con Europa, pues los hallazgos norteafricanos no tienen aún bastantes interconexiones y paralelismos en nuestras culturas europeas.
En nuestra opinión, gran parte de la desertización se ha realizado en época reciente. La fecha expuesta por Huzayyin, de la cuarta dinastía, para iniciar la desecación del Fayum, puede ser válida para todo el Sáhara. Allí es seguro que hacia el año 5000 a. de J. C. la agricultura neolítica florecía en la terraza de 10 m. de altura que bordea el lago situado hoy en día en pleno desierto.
En toda una serie de poblados pertenecientes al Neolítico de tradición capsiense del Sáhara, en Asselar, Azaua y otros, como el Yaua al norte del lago Fitri o los de Tanezruf (Sáhara sudanés),(12) entre los restos de cocina y útiles industriales, aparece una fauna bastante abundante de peces, reptiles y rnamíferos, que citaremos aquí brevemente para dar idea del cambio climático sufrido por aquel país, pues hoy tales animales no se encuentran en el desierto, como el pez siluro (Clarias), que abunda en el Nilo, el Latex, la tortuga fluvial (Trionyx), cocodrilos, hipopótamos, que necesitan abundancia de agua, un antílope de parajes pantanosos; el limnotrago o sitatunga, que vive hoy en el centro de África, adaptado a los limos de los lugares con aguas cenagosas abundantes; un gasterópodo terrestre (Limicolaria Chudeani), que vive de la flora acuática tropical, también aparecen entre los restos de la fauna sahariense neolítica un Phacochero, el elefante africano, el rinoceronte, las jirafas, ciervo, antílopes, bóvidos, el Tejón, (Mellivora) y una rata, acuática (Thrionomys). Paralelamente a la persistencia de la fauna neolítica sahariense, se ve han perdurado hasta tiempos recientes algunos elementos vegetales, como el ciprés (Cupresus Duprezianus), que aun ha durado en el Hoggar y en el Adjer con el nombre de tarut hasta nuestros días. También en el Auker, cuyos yacimientos se sitúan a ioo Km. al sudeste de Tichit, Hubert, Laforgue y Vanelsche, (13) aun se pudieron calentar con ramas de gruesos árboles desaparecidos y cubiertos por las arenas del desierto.
También en Egipto, durante el Badariense, desarrollado al fin del iv milenio antes de J. C., se utilizaban gruesos árboles en la construcción de las ciudades emplazadas hoy día lejos del agua, ya en los bordes del desierto arábigo, y en Armant, villa del período antiguo predinástico, todavía crecía un sicómoro.(14)
Los estudios realizados por E. F. Gautier, Pellegrin y otros (15) han situado algunos restos actuales de aquella abundante fauna que vivió en todo el Sáhara durante el Neolítico, gracias a una mayor pluviosidad poco a poco extinguida.
Aun en el Tibesti, el coronel Tilho ha señalado la persistencia de cocodrilos en pequeños estanques bordeados de cañaverales También aparecen en Alinet, al noroeste de Hoggar, y en las aguadas del río Ihmiru, donde Th. Monod ha situado numerosos grabados rupestres. En el río Iherir todavía mató uno el general Nieger, y Monod cita aún hoy día la existencia de cocodrilos en la región de Tassili de los Adjers. En los sitios con agua del citado tío Iherir y del río Djerat en Tassili de los Adjers, todavía viven barbos y siluros que aparecen también en los manantiales artesianos del río Rhir (Tolga), como reliquias fósiles del río Igharghar. Lo mismo la serpiente naja de los encantadores indígenas norteafricanos es también un resto de la fauna tropical del pasado del Sáhara, aun existente en los montes de Figuig, en el Saura, en Gumara y en Biskra.
Así es muy inseguro precisar cuándo fué haciéndose inhabitable el desierto. Las fuentes clásicas nos aseguran una población relativamente floreciente en los tiempos de Grecia y Roma. Los Garamantes, sus esmeraldas, sus bueyes, el triunfo de Cornelio Balbo, la expedición de Septimio Flaco y de julio Materno nos inducen a creer en una vida aun bastante densa y activa en aquellos territorios. Seguramente que la "lepra" del desierto iría avanzando, pero en los alrededores de los lagos interiores y en los bordes de los ríos aun con agua corriente debían vivir numerosos pueblos, sin el apoyo del animal básico hoy del desierto, el camello. La no existencia del camello puede admitirse, pues jamás aparece en los yacimientos, ni es citado por los autores clásicos que nos han dejado a veces minuciosas noticias sobre aquellas regiones. Kilian ha insistido, y creemos que con razón, en que la desertización se ha realizado en gran parte en época histórica.(16)

El Cuaternario del África occidental española

En cuanto al Sáhara Español, los estudios geológicos, sobre todo los referentes a esta época Cuaternaria, contemporánea a la vida del hombre sobre la tierra, están sólo iniciados, principalmente por E. y F. Hernández-Pacheco y Alía Medina. (17)
Este último autor ha expuesto un ensayo sobre la evolución de nuestros territorios durante el Cuaternario, principalmente a base de sus observaciones en las terrazas fluviales del norte (ríos Dráa y Xebica) y en las dunas fosilizadas del Aguerguer. Queremos brevemente resumir aquí los puntos de vista de Alía Medina. La más antigua formación cuaternaria corresponde a la llamada por él terraza marina alta. Se formaría después de la cobertura o plataforma miopliocénica, a la cual corresponden todas aquellas extensas llanuras litorales del Sáhara Español. Entonces la costa sufre un levantamiento general, iniciándose, en las tierras emergidas sobre el mar, claros fenómenos de erosión, y se forman las terrazas fluviales de 60-65 m. del Dráa y del Xebica. No se poseen aún datos sobre la época de este período ni sobre las condiciones climáticas, fauna y flora del país. El citado autor indica que todo esto acaecería antes del Tirreniense, y que el clima sería de tipo subpluvial para las regiones septentrionales y subdesértico para las que se extienden en nuestro territorio al sur de la depresión de la Saguía el Hamra (fig. 2 A).

Un segundo momento estaría caracterizado por una etapa climática árida de sequedad y vientos que darían lugar a la formación de los campos de dunas del Aguerguer, que fosilizan la topografía anterior. Entonces debió reinar un clima subdesértico en las zonas septentrionales y desértico en las meridionales, correspondiendo tal etapa en el Sáhara el período interglaciar Riss-Würm, de Europa (fig. 2 B).
En un tercer período se han formado la terraza media de 25-35 M. y el acantilado costero, que este autor divide en dos partes. En la primera, se inicia un ligero movimiento de emersión, mientras debió reinar un clima de transición del período anterior a la fase húmeda siguiente, fosilizándose las arenas dunares y formándose la costra caliza más antigua que engarza conchas de Helix Gruveli Germain.
fig.2
En la segunda fase de este período el levantamiento costero se hace más enérgico, formándose el fuerte acantilado costero, reinando, además, un clima más pluvioso, realizándose entonces los primeros surcos de erosión de las aguas en las areniscas dunares del Aguerguer. Ahora debió reinar un clima subdesértico en las zonas meridionales y subpluvial en las septentrionales, correspondiendo cronológicamente este período al final de la última glaciación Würmiense en Europa hasta la base de los tiempos neolíticos (fig. 2 C).
El cuarto período ha formado la terraza baja de 4 m sobre el curso de los ríos y de la playa de base de nuestro territorio, caracterizándose por la progresiva desertización actual, coincidiendo con un ligero levantamiento de las tierras, habiéndose ampliado los surcos de erosión, realizados por las aguas, en los períodos anteriores, a consecuencia de la acción de los vientos alisios hoy reinantes (fig. 2 D).
El establecimiento de estos cuatro períodos en el Cuaternario del Sáhara occidental no es sino un avance. Falta situar en ellos las diferentes industrias líticas que sabemos allí han reinado desde los orígenes del Cuaternario, a juzgar por los hallazgos franceses, sobre todo de las playas de Casablanca. Sólo entonces será posible establecer correlaciones más firmes con Europa en cuanto a posibles sincronismos de estos fenómenos, problema éste aun poco claro, como se ve al estudiar los trabajos ya reseñados sobre los períodos pluviales que se distinguen en los trópicos.
Tampoco sabemos gran cosa sobre la época en que se ha realizado la actual desertización del Sáhara Español. Los estudios paletnológicos deben ser completados por otros paleontológicos y paleobotánicos. Nada sabemos del lago de Tisquerrenz, al norte de nuestra zona, cuya fauna sería de gran interés conocer, y que solo por referencias sabemos existe con cierta abundancia, sin que nadie la haya estudiado hasta la fecha, Su estudio podría ampliar cuanto hemos dicho de otros lugares semejantes del Sáhara. Lo mismo quedan en varios lugares restos de plantas arbóreas aun por estudiar, en relación con las variaciones climáticas. De nuestras observaciones, meramente superficiales al atravesar el país y a base de las noticias recogidas referentes a tiempos históricos, nosotros creemos poder asegurar un continuo avance de la desertización, a juzgar por el ambiente físico y humano del país, según indican los documentos escritos, los cuales comienzan a reflejarnos la vida del desierto occidental desde el siglo XV a la época actual.

Es cosa segura que los árabes recorrieron el Sáhara en una época en que el desierto no era tan árido y en que los medios humanos de subsistencia debían ser mayores que hoy. La introducción del camello ha permitido subsistir en nuestros días una población exigua muy transformada ya por la fuerte semitización cultural y étnica, y que muy poco tiene que ver con los cazadores y agricultores del Neolítico de tradición capsiense, cultura que debió perdurar, hasta tiempos, muy recientes, en las regiones del interior, las más alejadas de las corrientes culturales históricas, las cuales sólo han podido influir siempre de una manera eficaz y directa los países costeros mediterráneos del África del norte.

(1) La Edad Cuaternaria ha sido concienzudamente estudiada por varios geólogos, y sobre su desarrollo tenemos excelentes resúmenes como los escritos por F. WIEGERS, Diluviale Vorgeschichte des Menschen, Stuttgart, 1928; J. ANDREE, Der eiszeitliche Mensch in Deutschland und seine Kulturen, Stuttgart, 1939, Págs. 1-71; B. EBERL, Die Eiszeitenfolge im nördlichen Alpenvorlande. Ihr Ablauf, ihre Chronologie auf Grund der Aufnahmen im Bereich des Lech-und Illergletschers, Augsburgo, 1930, Los tres últimos han mantenido y reforzado las conclusiones cronológicas de M. Milankowitch, a las que haremos referencia más adelante expuestas en los trabajos fundamentales siguientes : Théorie mathématique des phénomenes thermiques produits Par la radiation solaire, París, 1920; ídem, Mathematische Klimalehre und astronomische Theorie dei Klimaschwankungen, Berlín, 1930.
(2). J. BOURCART, Essais sur les regressions et les transgressions marines, en Bull. Soc. Géol. de France, 5éme série, t. VIII, Págs. 393-474, 1938.
(3). W. SOERGEL, Die diluvialen Terrassen der Ilm und ihre Bedeutung für die Gliederung des Eisuitalters, en Frtschr. Geol. u. Paläontol., 1925; Id., Das geologische Alter des Homo heidelbergensis, en Palöntol Z., 1928; Id., Die Vereisungskurve, Berlín, 1937; Id., Das Eíszeitalter, Jena, 1938, y B. EBERL, Op. Cit.,Augsburgo, 1930.
(4). M. MILANKOWITCH, Astronomische Mittel zur Erforschung der erdgeschichitlichen Klimate, en Handbuch der Geophisik Bd. 9, Berlín, 1938; Id., Neue Ergebnisse der Astronomischen Teorie der Mimaschwan-, kungen en Bull. Acad. Sci math. et nat, Belgrade, 1938.
(5). Muy interesantes son las observaciones expuestas por J. BLANCHARD, L'hypothèse du déplacement des pôles et la chronologie du Quaternaire, Le Mans, 1942.
(6). Un trabajo que resume todos estos problemas y la correspondiente bibiografía es el de FR. E. ZEUNER, Dating The Past. An introduction to Geochronology. Londres, 1946.
(6bis)
(7). Sobre la flora y la fauna cuaternaria y sus variaciones, remitimos al lector no muy especializado a II. OBERMAIER, El Hombre fósil, Madrid, 1925, cap. ni, págs. 39 y ss. 4. E. J. WAYLAND-RIFTS, Rivers, Rains and Early Man in Uganda, en Journal Royal Anthropological Inst., vol. XLIV, 1934; E, J. WAYLAND and R. SMITH, Occasional Paper N. i, Geological Survey of Uganda 1923: E. J. WAYLAND and M. C. BURKITT, The Magosian Culture of Uganda, en Journ. Royal Anthropological Inst., Vol. XLII, July-Déc., 1932; E. NILSSON, Quaternary Glaciations and Pluvial Periods in British East Africa, Stockholm, 1932; L. S. B. LEAKEY, The Stone Age Cultures of Kenya Colony, Cambridge, 11931; Id., Stone Age Africa, 1936, Págs. 40 Y SS. E. J. WAYLAND, The M-horizon, A Result of a Climatic Oscillation in the Second Pluvial Periods, en Bull. nº 2 of the Geological Survey of Uganda, 1935; E. J. WAYLAND, African Pluvial Periods and Prehistoric Man., Man. vol. xxix, 1929; E. NILSSON, Quaternary Glaciations and Pluvial Lakes in British East Africa, Stockolm, 1932; del mfSmo autor, Ancient Changes of Climate in British East Africa and Abyssinia, en Geogr. Ann., 22, Stockholm, 1940; LEAKEY, L. S. B., The Geology and Palaentology of the Kaiso Bone Beds Occ. Paper nº 2 Geol. Survey of Uganda, 1926.
(8). O'BRIEN T. P., La Préhistoire dans l'Ouganda, en Bull. de la Soc. Préhist. Française, XXXIV 1937, Págs. 416-446.
(9). HUZAYYIN, S. A., Glacial and pluvial episodes of the diluvium of the old World: a rewiew and tentative correlation, en Man, XXXVI, 1936, págs. ig y ss.
(10). CATON THOMPSON, G., y GARDNER, E. W., The Prehistoric geography of Kharga oasis. Geographical Magazine, t. LXIX, 1932, Págs. 386-421; Id., The desert Fayum. Royal Antropological Institute, Londres, 1934.
(11)La misión Th. Monod del Sáhara Occidental, La terre et la Vie, t. v, 1935, Págs. 183-199.
(12)JOLEAUD, L., y LOMBARD, J., Conditions de fossilisations et de gisement des Mammifères quaternaires d'Ounianga Kebir (Tibesti Sud-oriental), en Bull. de la Soc. Géol. de France, 5.a serie, t. 111, 1933. págs. 239-43; GADEN, H., Y VERNEAU, R., Stations et sépultures Néolithiques du territoire militar du Tchad, L'Anthropologie, xxx, 1920, Págs. 513-43; JOLEAUD, L., y MENCHIKOFF, N., Gisements de Mammifères et de Mollusques quaternaires de Tanezrouft att Nord-Ouest de l'Adrar des Iforas (Sahara soudanais), Comp. Rend. Sommaires de la Soc. Géol. de France, 1934, Págs. 213-15; BOULE, M., Y VALLOIS, H., L'homme fossile d'Asselar (Sahara), en Archives de l'Inst. de Paléont. Humaine, Memoria, n.' 9; JOLEAUD, L., Vertébrés subfossiles de l'Azaoua) (colonie du Niger), Comp. Rend. des Séances de l'Académie des Sciences, t. CXCVIII 1934, Págs. 599-601. JOLEAUD, L., Gisements de Vertébrés quaternaires du Sahara, en Bull. de la Soc. d'Histoire Nat. de l'Afrique du Nord, t. xxvi bis, 1936, págs. 23-39; ROMAN, F., Sur une funule cle Vertébrés et sur pièces néolothiques du Sáhara Occidental, en Bull. de l'Association régionale de Paléontologie et de Préistoire, Lyon, 193-5, nº5, 13 Págs.
(13). HUBERT, H., LAFORGUE, P., Y VANELSCHE, G., Objects anciens de l'Aouher, en Bull. du Comité d'Etudes Hist. et scientifiques de l'Afrique occidentale, 1921, jul.-sept., 74 págs.; LAFORGUE, P., y SAUCIN, F., Nouvelles recherches sur les objects anciens de l'Aouker, en ibid., 1923, enero -marzo, 15 págs., y nota I, pág. 22.
(14) MOND, R., Y MYERS, 0. H., Cemeteries of Armant, 1, 2 vols, Londres, Egypt Society, 1938.
(15). GAUTIER, E. F., Le passé de l'Afrique du Nord. Les siécles obscurs, París, 1937; PELLEGRIN, P., Les vértebrés aquatiques du Sahara, Comp. Rend., de l'Académie des Sciences, t, CLIII, IgII, Págs. 972-74; LAVAUDEN, L., Les vértebrés du Sahara, 1926, págs. 147-48; GAUTIER, H., Faune aquatique. Eludes zoologiques. Sahara central. Mem. de la Soc. d'Hist. Natur. d'Afrique du -Nord, nº 1934, Págs. 73-4; PIERRET, R., Recherches archéologiques et ethnographiques au Tassili des Adjers (Sahara central). Les gravures rupestres de Voued Djaret la population et les ruines d'Iherir, en Journal de la Soc. des Africanistes, t. vi, 1936, Págs, 41-64
(16). KILIAN, C., Une variation de climat dans a période historique : le dessèchment progressif du Sahara depuis l'époque précaméline et les Garamantes, Comp. Rend. sommaires des Séances de la Soc. Géol. de France, 1934, Págs. 110-III.
(17). EDUARDO HERNÁNDEZ-PACHECO Y FRANCISCO HERNÁNDEZ-PACHECO, Sáhara español, Madrid> 1942. M. ALÍA MEDINA, El Cuaternario en el Sáhara español, en Bol. de la Real Soc. Esp. de Hist. Natural, t. XLIII, Madrid, 1945, Págs. 149-163.
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